Sin duda, existen numerosos ejemplos en los que la provisión de bienes o servicios por el sector privado excede en calidad a provistos por el Estado. Lo que constituye un error muy peligroso es generalizar este caso común, al punto de pensar y convencerse que “es bueno, por que es privado”, o “es malo, porque es público”.
Y es que este error lo vengo escuchando en publicidad comercial, cada vez más seguido. Vamos, lo que adquirimos debiese ser bueno o malo por su calidad, independientemente de quién lo provea o preste. Este planteamiento podría bien percibirse como un debate de tipo ideológico, más que una realidad cotidiana. Pero nada de eso: es algo que pone en riesgo hasta vidas.
Me tocó el viernes pasado. Mi cuñada y su compañero confiaron en un hospital privado el nacimiento de su hijo, supongo asumiendo que, por ser privado, recibirían atención de buena calidad. Lamentablemente hubo complicaciones que requirieron servicios médicos y hospitalarios adicionales a los originalmente contratados.
Uno supone que el juramento hipocrático y la honorabilidad profesional de los médicos deberían obligar a que la cuenta pendiente de pago no condicione la atención médica, más si es una urgencia. Y el decoro y la decencia a evitar hablar de pagos si su hijo recién nacido está en riesgo mortal, requiriendo con urgencia atención especializada.
Pero mi experiencia familiar de hace unos días evidenció ausencia total de esa honorabilidad profesional, decoro o decencia, todo un insulto al milenario juramento hipocrático. La avidez por lucrar del personal de un hospitalucho privado se tornó en voracidad cuando la condición del recién nacido se volvió crítica, y con ello la angustia y dolor de la familia. Para el hospital privado, el momento justo y oportuno para recordar la cuenta por pagar, y los gastos extra por evitarnos la tragedia.
Una pesadilla que terminó en una decisión aleccionadora: luego de cebarse con el escaso dinero familiar, trasladaron el bebé al hospital de neonatología del IGSS. ¿Por qué? Resulta que es nuestro mejor centro de atención neonatal, público o privado.
Ahora el recién nacido lucha por su vida en un hospital del IGSS. Pero por supuesto que la atención está lejos de ser “VIP”, y que hay gestos bruscos qué soportar. Pero se agradece que las aspiraciones financieras de los médicos y el resto del personal se limiten a su salario.
Por supuesto que no quiero generalizar en el sentido contrario a la percepción que estoy atacando, pretendiendo hacer creer que algo es bueno porque es público, y que algo es malo porque es privado. Lo que quiero decir es que viví muy de cerca qué sucede cuando menospreciamos lo público por la falacia de creer que algo es bueno, sólo porque es privado.
Estoy seguro que abundan casos y experiencias en otros ámbitos, como la educación (los mejores sistemas educativos en el mundo, resultan ser públicos). Como también abundan los casos en los que la provisión privada es mejor que la pública.
Lo que quiero primero es valorar la prestación pública de servicios esenciales, como lo son la salud y la educación. Y si en Guatemala son deficientes, es imperativo, urgente y justo recuperarlos y asegurar su calidad y sostenibilidad. E, independientemente de si se trata del ámbito público o privado, debemos impedir el abuso y la mala calidad.
Más si se trata de una vida en juego. No deberíamos jamás permitir que alguien quiera comerciar con la vida. ¡Nunca jamás!
Más de este autor