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La canasta que aplaca el hambre, malnutre y engaña a los salarios

El incremento del costo final de la canasta, no les convenció. “Esto implicaría subir el salario mínimo, y el sector privado dijo que no”, cuenta Méndez.
“Esta Canasta Básica de Alimentos y los salarios del hambre que salen de la misma, son responsables de la mayor parte de problemas de salud del país”, Lucrecia Hernández.
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La canasta que aplaca el hambre, malnutre y engaña a los salarios

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El salario mínimo en Guatemala está basado en el costo de los 26 productos que conforman la Canasta Básica de Alimentos (CBA). En el listado hay víveres con altos índices de carbohidratos, como las bebidas gaseosas, el pan dulce o el azúcar blanco. Si se continúa fijando el sueldo a partir de este listado, los guatemaltecos que logran ganar el mínimo, están destinados a consumir una dieta considerada poco saludable. Ninguna institución parece interesada en impulsar la idea de una canasta que sea básica, pero saludable; y probablemente más cara.

La Canasta Básica de Alimentos (CBA) elaborada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) es la base para conocer el consumo promedio de los hogares de Guatemala. Los 26 productos que la integran y las cantidades establecidas, que van desde lácteos, frutas y verduras a pan francés, pan dulce y gaseosas, no son los recomendados por nutricionistas para que un ser humano mantenga una dieta equilibrada y, probablemente, tampoco responden hoy en día a los hábitos de consumo de la población.

El listado de alimentos se creó con un objetivo único: fijar el salario mínimo de Guatemala. Para crear la CBA, el INE llevó a cabo una encuesta entre la población. Era octubre de 1991 y el personal del instituto llamó de puerta en puerta a 8,134 familias para conocer sus hábitos de consumo. Así, se realizó una medición destinada a establecer qué productos demandaban en mayor cantidad las personas, a través de la Encuesta de Consumo Aparente de Alimentos. Según recoge el Instituto de Nutrición de Centroamerica y Panamá (Incap), “el método consiste en evaluar la suficiencia nutricional de la disponibilidad familiar de alimentos en el hogar”. Esto se realiza a través de la recopilación de información sobre cantidades de productos básicos utilizados por una familia en el período de una semana. Estos datos se cruzaron con los de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos a los Hogares, realizada a finales de la década de los 80.

Luis Arroyo, director del departamento del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del INE, explica la metodología que se siguió: “Para establecer la canasta se tuvo en cuenta la ponderación (el cálculo del promedio de los resultados) que los hogares mostraron y la actualización de los patrones de consumo. El otro criterio fue la demanda en este consumo: qué porcentaje de la población solicitaba los productos”.

Fijar los sueldos con una canasta poco básica

A partir del listado de alimentos conformado por el INE, el Incap completó la canasta básica ajustando las cantidades de los productos para llegar al nivel calórico diario recomendado de un adulto: 2,000 kilocalorías por día, aproximadamente. Para ello se tomaron en cuenta dos bases de datos: las cifras del mínimo nutricional aceptable para establecer una Dieta Básica Promedio (DBP) y la lista de productos ya definidos en la CBA.

La nutricionista del Incap Pilar López explica que para determinar la dieta básica —es decir, el mínimo alimentario requerido por el individuo promedio de una población— se tomaron en cuenta cinco factores: la composición de la población por edad y sexo, el porcentaje de mujeres embarazadas, el de mujeres en lactancia, el de los menores de un año lactando y los requerimientos energéticos de cada uno de los grupos de población.

Entonces, en la canasta básica quedó establecido que un guatemalteco promedio consume en un mes, por ejemplo, 948 gramos (2.09 libras) de tomate, 756 gramos (1.67 libras) de pollo y aproximadamente 13 huevos (753 gramos, ó 1.67 libras). Pero además se dejó fijado el consumo al mes de 2.52 kilogramos (5 libras) de azúcar blanco, 516 gramos (1.14 libras) de pan dulce y un litro de bebida gaseosa. La cifra de tortillas de maíz se dispara al hacer el cálculo mensual por persona: 12.35 kilogramos (27 libras). Año con año, con base a estas cantidades de alimentos, poco recomendadas por nutricionistas, se realiza el cálculo de lo que invertiría un hogar medio en su compra, y a partir de esta cifra, se genera el monto del salario que debería ganar un guatemalteco al mes para llevar a casa los productos de la esa canasta, nada más y nada diferente. En otras palabras, la canasta incluye lo que un guatemalteco debería consumir para sumar 2,000 kilocalorías, aunque estas sean de productos poco recomendados; no es la medida de lo que los ciudadanos deberían consumir para crecer y estar saludables.

Para Lucrecia Hernández Mack, analista de políticas y sistemas de salud: “Esta Canasta Básica de Alimentos y los salarios del hambre que salen de la misma, son responsables de la mayor parte de problemas de salud del país”.

Repensar la canasta, repensar el salario mínimo

Con este panorama, surgen dos incógnitas: ¿cómo estaría conformada una canasta idónea, que mantuviera la pertinencia cultural de la población guatemalteca, pero que al mismo tiempo fuera saludable? y ¿podría utilizarse este nuevo listado para la fijación del salario mínimo?

Lograr establecer una canasta básica basada en valores nutricionales ha sido uno de los propósitos de la Central General de Trabajadores de Guatemala (CGTG). Victoriano Zacarías, secretario general adjunto de la organización, y miembro de la Comisión Nacional del Salario, expresa que “la canasta debe reunir lo que el organismo necesita”.

—Yo siempre lo rebatí en las reuniones de la Comisión (del Salario) —continúa — Debe ser mejorada. Pero nadie ha querido entrarle. Deberíamos formar una nueva comisión para realizar un nuevo estudio, pero no conviene.

—¿A quién no le conviene?

— Siempre hay sectores a los que no les interesa que la población viva en mejores condiciones, por muchas circunstancias. Es una cadena. No le conviene al grupo del sector económico.

Se buscó establecer comunicación vía telefónica con Roberto Ardón, director ejecutivo del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (Cacif), entidad con participación en la Comisión, para cuestionarle sobre esto, pero no contestó las llamadas ni los mensajes de texto de Plaza Pública.

Al consultar a expertos del INE y analistas económicos acerca de la posibilidad de crear una canasta básica que no esté basada en encuestas sino en las recomendaciones de los expertos para realizar la comparación con la actual, estos están poco dispuestos a opinar. Las personas con las que se habló para la realización de este reportaje, alegan que la CBA no debería tomarse como una pauta nutricional a seguir, sino como un indicador económico de referencia para calcular el salario mínimo en el país.

Cuando la canasta se terminó de elaborar en 1994, ese fue su único objetivo. El costo del listado de alimentos, con cantidades para una familia promedio de 5.38 miembros, fue entonces de Q 819.45. En mayo de este año (la última medición realizada por el INE), el monto llega ya a Q3,736.80.

“Hay personas que consideran que la canasta básica debería ser una recomendación”, apunta Rubén Darío Narciso Cruz, especialista económico de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies) y exgerente del INE. “Pero si fuera así, no se trataría de un indicador que sirviera para calcular este salario mínimo. Como son instrumentos que reflejan indicadores económicos, deben reflejar también lo que consumen las personas”.

Luis Arroyo comparte esta apreciación y asegura que el precio final de la canasta debería ser una referencia del consumo y de la inversión de la población con el fin de fijar los sueldos, no una medición de lo que se puede consumir.

En el documento “Elementos para el cálculo de los salarios mínimos en Guatemala”, realizado en febrero de 1994 por el Incap, el Ministerio de Trabajo y la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), se justifica esto de la siguiente manera: “La CBA constituye la propuesta de un instrumento que conduce a cubrir una necesidad perentoria como lo es la alimentación de las personas. (…) Por basar su cálculo en necesidades biológicas, reduce al máximo la subjetividad en lo que constituye la propuesta misma de la CBA”. Además, los expertos que elaboraron el estudio, indican que una vez establecida la canasta, “se convierte en un instrumento cuyo costo se puede calcular con facilidad”.

En algunos países, recuerda Narciso, existe un modelo híbrido. En Panamá, por ejemplo, la canasta se crea mayoritariamente a partir del consumo de los habitantes, pero también se toma en cuenta la recomendación de expertos. A pesar de que el Incap establece que para que un alimento integre la CBA debe ser consumido por entre el 20% y el 30% de la población, el Ministerio de Economía y Finanzas de Panamá revisó en 2015 este porcentaje y lo redujo al 18%, “por recomendaciones de las nutricionistas del Ministerio de Salud y de la Secretaría Nacional para el Plan de Seguridad Alimentaria y Nutricional”. “Esto se hizo para incorporar los alimentos saludables y adquiridos en los hogares y los que forman parte de la cultura alimentaria panameña”, indica la cartera de economía en el documento “Metodología de las nuevas canastas básicas familiares de alimentos”.

Se consultó a Humberto Méndez, encargado de la Unidad de Planificación del Incap, acerca de la posibilidad de diseñar una canasta saludable para realizar la comparación. “Eso que usted sugiere no se podría hacer”, dice Méndez. “No es comparable. La Canasta Básica de Alimentos lo que contiene es lo que la población consume y cuánto paga por eso. Nutricional, saludable o no, no importa. Es lo que reportan las estadísticas”.

Sin embargo, conforme avanza la conversación, Méndez comenta que el Incap sí realizó un ejercicio de comparación en El Salvador, que no tuvo mucho éxito. Sin precisar la fecha, indica que la institución elaboró un listado de alimentos y cantidades que conjugaba las costumbres de la población con las recomendaciones nutritivas.

“El trabajo se socializó con la academia, con la cooperación técnica, con el grupo de trabajadores, y todo iba bien. Cuando llegó a la socialización con el sector privado, ahí se acabó el tema”, admite. El incremento del costo final de la canasta no les convenció. “Esto implicaría subir el salario mínimo, y el sector privado dijo que no”, cuenta Méndez.

Se volvió a cuestionar entonces al experto acerca de la posibilidad de elaborar un nuevo listado de alimentos para Guatemala. Méndez indicó que la dirección del Incap tendría que solicitárselo al Organismo Ejecutivo, y explicó que de aprobarse, conllevaría un trabajo de varios meses, en los que se analizaran estadísticas de consumo, de población y de necesidades energéticas.

Plaza Pública solicitó a la dirección del Incap vía correo electrónico el documento elaborado en El Salvador al centro de documentación e información del Incap en Guatemala y a Gerardo Merino, coordinador de cooperación técnica del Incap en El Salvador. Valentina Santa Cruz, del centro de documentación, indicó que “la propuesta se trabajó para la Secretaría Técnica de la Presidencia de El Salvador, pero la misma no ha sido aprobada aún y el documento, por lo consiguiente, no es público. Todo está como borrador, de tal forma que todavía no se puede consultar”.

Primera consecuencia: la malnutrición

Al consultar a nutricionistas y expertas acerca de la necesidad de reformular los productos de la Canasta Básica de Alimentos, la respuesta cambia comparada con quienes ven a la misma como el termómetro para medir el salario.

Lucrecia Hernández Mack considera que la comparación entre la canasta básica y una canasta recomendada es muy necesaria. “Aquí nos encantan los mínimos. Nuestros pisos siempre se convierten en techos”, lamenta, y argumenta que los sueldos base no deben tomar como referencia un consumo tan pobre. “Todos sabemos que obviamente es mucho más cara la proteína que los carbohidratos. Es más caro comprar carne que comprar espaguetis”, continúa.

Establecer una canasta básica como la actual afecta directamente a la malnutrición de la población. “La gente va a buscar cómo sustituir elementos nutritivos con sopas instantáneas, con gaseosas… Y hay un dato interesante en Guatemala. Tenemos una transición epidemiológica”, explica Hernández Mack. “Además de tener problemas infecciosos y carenciales, como la diarrea o la desnutrición, cada vez más tenemos más infartos y más casos de diabetes”, añade la experta, que aclara que estos problemas están ligados directamente a los hábitos alimentarios de las personas. 

Según el Cuaderno de Desarrollo Humano “Análisis situacional de la malnutrición en Guatemala: sus causas y abordajes”, elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2010, los principales problemas de nutrición que afectan a Guatemala son “la desnutrición proteico energética, la anemia por deficiencia de hierro y el sobrepeso y la obesidad”.

De hecho, tomando en cuenta el documento del PNUD, el sobrepeso y la obesidad en niños pequeños, en escolares y en mujeres y hombres adultos es un problema que se ha agudizado en las últimas décadas, “encontrándose un incremento del 87% en la tasa de sobrepeso y obesidad de niños menores de cinco años y del 40% en mujeres no embarazadas”. Según información recogida por el Incap y el Consejo de Ministros de Salud de Centroamérica y República Dominicana (Comsica) en la “Estrategia para la prevención del sobrepeso y la obesidad en la niñez y adolescencia”, la prevalencia de estos dos problemas alimentarios afecta al 55% de los mayores de 20 años y a casi al 20% de los menores de 20 años en Guatemala.

La malnutrición y los desequilibrios alimentarios que existen en el país se observan incluso dentro de una misma familia. Según datos de 2002 recogidos en el Cuaderno de Desarrollo Humano, la coexistencia de la desnutrición crónica en niños y del sobrepeso y obesidad de sus madres, afectaba a casi una de cada cinco familias en Guatemala.

La comparación

¿Cómo debería ser la canasta recomendada? Con el fin de realizar un cotejo de nutrientes y precios, Mabelle Monzón, nutricionista clínica y docente de la Facultad de Salud de la Universidad Rafael Landívar (URL) apoyó a Plaza Pública en la elaboración de un listado de productos y cantidades centrados en el valor alimenticio. Monzón se basó en las Guías Alimentarias para Guatemala, elaboradas por el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS) en 2012.

Cuando se compara la CBA con los alimentos de una dieta idónea, se ponen en evidencia las carencias de nutrientes de la canasta básica y las consecuencias de formular el salario mínimo en base a ésta.

Una dieta nutritiva propone una disminución del consumo de azúcares y grasas, que según las cifras que maneja el INE suponen el 28.7% del consumo de alimentos en Guatemala.

En la canasta ideal las bebidas gaseosas serían suprimidas, así como el pan dulce, el café y la sal. En su lugar, entraría una mayor variedad de fruta y de verduras, así como avena, cereales para desayuno (no azucarados) y diferentes tipos de leguminosas (frijoles, lentejas, garbanzos y arvejas).

A pesar de que la cantidad de carne incluida en la CBA es de apenas 25.20 gramos (0.88 onzas) de pollo y 23.80 gramos (0.84 onzas) de res al día para cada persona, Monzón no incrementó las cifras. La nutricionista hace hincapié en que no es necesaria tanta proteína cárnica para subsistir. “Podemos recibir todos los aminoácidos esenciales sin consumir carne. Si se consumen de manera adecuada, cada grupo de cereales complementa los aminoácidos necesarios”. “Esto es importante para las personas con bajos recursos, que son vegetarianos obligados”, añade.

La cantidad de micronutrientes que consumirían los guatemaltecos con la canasta sugerida aumentan: La vitamina C pasa de 19.19 a 231.32 miligramos por persona al día, y el hierro, de 19.22 a 25.68.

Por otra parte, aunque se incrementaron el número de alimentos del listado, que pasaron de 26 a 38, los carbohidratos de la dieta recomendada disminuyeron con respecto a la CBA. De 371.07 gramos por día y por persona, pasaron a 334.87. Además, recuerda Monzón, “son muy diferentes los carbohidratos de las gaseosas o del pan dulce que los de las leguminosas”.

“Si quisiéramos una población más sana y un buen sistema de salud, necesitaríamos una Canasta Básica de Alimentos más sana, más nutricional”, concluye Hernández Mack.

Se trató de realizar también una comparación del costo actual de la CBA con el costo de la canasta alternativa, partiendo de los precios de alimentos y bebidas que maneja el INE. Sin embargo, este no pudo concretarse, puesto que para llegar a la cifra actual de Q3,736.80, la institución realiza un cálculo a partir de fórmulas técnicas que no se facilitaron a Plaza Pública para aplicarlas al nuevo listado de productos.

Aun así, si se compara el precio de los 26 alimentos de la canasta básica con los 38 de la canasta saludable a partir del listado de precios del INE de mayo de este año, la nueva canasta incrementa el precio en Q859.9 mensuales por familia. Esta cifra evidencia la dificultad de lograr una alimentación saludable para una familia que gana un salario fijado en la Canasta Básica de Alimentos actual.

Para Karin Slowing, extitular de la Secretaria de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), debe recordarse que “si actualmente no se cumple que las personas ganen el salario mínimo, menos se cumpliría que ganaran este salario basado en una canasta saludable”.

Una desactualización de más de 22 años

Además del desbalance nutricional de la canasta básica, está otro problema que analistas, nutricionistas y los propios responsables del INE coinciden en señalar: la desactualización de los datos. Después de las encuestas realizadas hace más de 20 años, el instituto de estadística no ha vuelto a publicar los patrones de consumo ni de gasto de los guatemaltecos.

“Una estadística que pase de cinco años ya merece cambio”, resalta Arroyo, del INE. “Estadísticamente sufre de envejecimiento, y en la medida que se envejece un cálculo, éste produce distorsiones en el efecto de la fórmula”, alerta.

Arroyo explica que en otros países las encuestas de ingresos y gastos y las de consumo aparente se renuevan cada cinco años, con el fin de reforzar los datos a analizar: “Realizar una encuesta de este tipo cuesta hasta Q13 millones. Guatemala no tiene la capacidad para repetirla”, dice.

Rubén Narciso, exgerente del INE, atribuye la falta de actualización a tres motivos. “La razón política es la más obvia. Al final el que tiene que tomar la decisión es el INE, que es un órgano de gobierno”, recuerda. “Además, un factor no tan obvio es el tema técnico. Hay que armar un grupo de trabajo y no muchas personas están dispuestas a realizar una actualización. Y por último, la carencia de datos actualizados”, indica.

Además, el cálculo de la CBA se lleva a cabo tomando en cuenta el consumo de una familia de 5.38 miembros, dato que también ha envejecido. En la última medición realizada por la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), en 2014, el número de miembros por hogar se redujo a un promedio de 4.8.

Narciso añade que durante su gestión se trató de hacer una actualización tomando en cuenta la Encovi de 2014. “Comenzamos a trabajarla en diciembre de 2015, pero en febrero finalizó mi período y no pudimos terminarla”, expresa. El exgerente sugiere la posibilidad de retomar el tema con la próxima Encuesta de Ingresos y Gastos, “que prevé publicarse en 2018 ó 2019”. “Ahí está la oportunidad. Si se pierde, luego se puede caer el problema de que no se utiliza esa información porque dejó de estar actualizada”, concluye.

Si hoy se repitieran las mediciones, asegura Arroyo, probablemente la Canasta Básica de Alimentos no estaría conformada por los mismos productos, y su cantidad podría aumentar o reducirse. El cálculo del consumo recomendado de alimentos también variaría. Los datos, que sirven como base para actualizar año a año los salarios mínimos, no son reales. Por ahora, la canasta básica, ese parámetro de medición, está lejos de ser una buena medida para calcular las necesidades alimenticias de los guatemaltecos y también sus sueldos.

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