Por eso es importante preguntarse qué es democracia y qué pasa si no tenemos un retraso en el desarrollo democrático. La democracia no es solo un sistema por medio del cual elegimos a nuestros gobernantes. También tiene que ver con la estructura de nuestros partidos políticos, con la forma como las políticas públicas reflejan los intereses de los ciudadanos, con la participación que tengamos los ciudadanos en lo público, etc.
Esta semana se publicó el estudio de la Fundación Konrad Adenauer sobre el desarrollo democrático en América Latina. Ocupamos el último lugar. El resultado es vergonzoso, pero es peor aún el hecho de que nuestro bajo punteo hizo decrecer el promedio general del estudio (pág. 8 del informe). Este es un llamado más de la clara necesidad que existe en el país de reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos.
Además, creo que los resultados no le extrañan a nadie, pues pareciera que la percepción general es que en este lugar lo público es igual a corrupción. Y en esa dinámica, mientras más lejos estemos del tema, mejor conciliaremos el sueño y nuestras conciencias. Sin embargo, considero que en el contexto de reforma de la Ley Electoral y de Partidos Políticos es importante estudiar ciertas dinámicas que se dan en el mercado político para poder disminuir la corrupción y fortalecer las herramientas democráticas que tenemos.
Según Lawrence Lessig[fn]Lawrence Lessig. Republic, Lost: How Money Corrupts Congress—and a Plan to Stop It. 2011, p. 107-120.[/fn], existen dos tipos de mercado: el de intercambio (exchange economy) y el de favores (gift economy). En el de favores, la moneda de intercambio son las relaciones; y en estas relaciones, el favor trae implícita una obligación que no siempre es equivalente de parte del otro. Los mercados de intercambio son más simples, pues existe el do ut des (doy para que me des). A cambio de cierta cantidad de dinero, recibo tal o cual cosa o servicio. La diferencia principal entre uno y otro es que en el mercado de favores se crea un vínculo personal, mientras que en el de intercambio no. Ambos mercados comparten la reciprocidad, pero, a diferencia de la segunda, en donde es transparente (precio o cosa y servicio), en el mercado de favores no hay transparencia.
Esto pasa en nuestro sistema político: no existe necesariamente un doy para que me des, sino que existe, por parte de quienes tienen intereses en el Estado, un mercado de favores que nos complica mucho la vigilancia y fractura la legitimidad del Estado. Contrario a lo que muchos piensan, estos actores no son únicamente los contratistas del Estado, sino todos los que de una u otra forma tienen relación con el Estado, como el procurador que le regala al oficial de un juzgado unos chocolatitos para el Día del Cariño a cambio de que, cuando él necesite un cambio en una resolución, el oficial coopere, o bien el empresario que le hace al diputado el favor de equiparle la oficina con computadoras a cambio de su amistad.
Ese mercado es claramente muy difícil de destruir, ya que normalmente la legislación anticorrupción busca la relación entre la mordida y el favor, además de la intención del funcionario o empleado público de favorecer a alguien en especial. El problema es que, en estos casos, muchas veces es el inconsciente el que actúa, pues el empleado público se vuelve dependiente de todos esos regalos y buenos tratos y toma las decisiones con base en quién lo trata bien. No digo que en Guatemala los funcionarios públicos no actúen en el mercado de intercambio. Claro está que sí y hay ejemplos descarados de ello. Pero en este artículo no me refiero a los grandes desfalcos, sino a esa corrupción de todos los días, esa que nos afecta de forma directa a todos. Esa corrupción destruye nuestro desarrollo democrático, pues nos desvaloriza como ciudadanos, que somos quienes generamos esa adicción. Como guatemaltecos, tenemos que empezar a cuestionar qué tipo de ciudadano somos y qué tipo de ciudadano queremos ser para retomar el camino a una democracia sana.
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