El Jesús de las derechas racistas y patriarcales

El cristianismo expone diversos perfiles, pero resulta inevitable diferenciar a los líderes religiosos católicos o evangélicos en dos grupos: los racistas, machistas y homofóbicos de derechas, que lamentablemente, creo, son mayoría en Guatemala, y aquellos que encuentran en su sistema de creencias cristianas razones para la empatía, el respeto y la solidaridad con los pobres o con la clase trabajadora. Dicho en otras palabras: siendo Jesús de Nazaret el referente central de la cristiandad, existe un Jesús de derechas y un Jesús de izquierdas, y desde posicionamientos diferentes asistimos a una contienda que lleva décadas sin resolverse, aunque creo que está ganando la mezquindad.

Por supuesto que entre los dos límites puede existir una multiplicidad de matices. Asimismo, hay temas articuladores como la negación de derechos sexuales y reproductivos, especialmente en el discurso desde el poder de las agrupaciones evangélicas o católicas. Y enuncio el discurso desde el poder porque, desde lo cotidiano, la historia es diferente. Casi todos mis amigos son católicos o evangélicos, y la mayoría no dudarían en recurrir a un aborto clandestino en Guatemala o legal en México con tal de no manchar el honor familiar. Además, la mayoría exponen una extraordinaria flexibilidad y tolerancia para juzgar a los hombres. La severidad se reserva para las mujeres y para las personas no heteronormadas.

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En el discurso, la palabra amor aparece por todas partes, pero, en la práctica, otros comunes denominadores son el miedo, la negación del conocimiento y, con alguna frecuencia, el odio. Pero mis argumentos para optar por la razón no me hacen tampoco de izquierda o de derecha. Estoy convencido de que muchas personas con buen nivel educativo y poder económico son ateas de clóset y disfrutan el trabajo sucio realizado por los sicarios de la fe. Dicho en otras palabras, el articulador de discursos por excelencia en Guatemala es la clase social. Todo lo demás se acomoda a los intereses de quien paga la música.

Ser ateo no me hace mejor persona. Conozco gente nefasta que tiene formación científica y materialista. Pero ser cristiano o cristiana tampoco hace buenas a las personas, y creo que eso no necesita explicación, aunque es constante el llamado a asumir ese sistema de creencias como vía para resolver niveles de violencia y otros ilícitos.

¿Usted cree que escribo esto para ofender? Créame que no. Simplemente no me cabe en la cabeza que instituciones y personas que dicen amar al prójimo se pongan del lado de la violencia contra las mujeres o se ensañen contra los campesinos, los indígenas y quienes llevan siglos de subordinación. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en Bolivia. Estamos asistiendo a una orgía de racismo que identifica a los indígenas y su forma de concebir el mundo como el enemigo que merece castigo ejemplar. Ese discurso de odio justifica todo: el golpe de Estado y la violación de derechos mas allá de cualquier error o delito electoral.

Revise usted los videos y la información disponible en diversos medios y encontrará que, tras la destrucción material y simbólica promovida por el golpe de Estado, aparece una y otra vez la legitimación cristiana de la violencia como fenómeno global y local. Lamentablemente, creo que cada vez más gente adora al Jesús de las derechas racistas y patriarcales. Los cristianos y ateos coherentes son minoría porque su discurso no es del agrado de la oligarquía.