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El error de leer una elección extranjera desde el ombligo

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El error de leer una elección extranjera desde el ombligo

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´Parroquialismo´ es la actitud de suponer que la realidad externa (sobre todo, procesos sociales complejos) se explica de acuerdo con mi experiencia personal. Las cosas son como yo las entiendo y las vivo. Esa actitud se ha visto bastante bien expresada en la ponderación que tanto izquierdas como derechas han hecho con respecto a los efectos que podría tener la Presidencia de Donald J. Trump.

Buena parte del error conceptual –en ambos lados del espectro ideológico– se produce al continuar considerando válidas algunas lógicas propias de la guerra fría. Esto se resume en el ridículo argumento siguiente: los republicanos son de derecha y los demócratas son de izquierda. En realidad las cosas son mucho más complejas hacia la dinámica interna de los partidos políticos estadounidenses.

Otro error pasa por suponer que las configuraciones derecha-izquierda en EEUU responden al debate artesanal local. Es decir, los republicanos son de derecha porque creen en el mercado libre y en el gobierno limitado.

Si esto fuera cierto, sería imposible explicar el déficit de $2.85 trillones dejado por la administración Reagan como la cuenta final por haber ganado la ´guerra de las galaxias´.

Durante la administración Reagan, el gasto del gobierno federal ascendió 21.6% del Producto Interno Bruto estadounidense. Bajo la misma tónica, se dice que los demócratas son de izquierdas porque resultan menos enfáticos en política exterior y gastan más. Si eso fuera cierto, Bill Clinton no sería demócrata. Los bombardeos sobre la extinta Yugoslavia (preámbulo de la doctrina Clinton) y la reducción del déficit son la marca de su gestión.

La clave de todo está en reconocer que dentro de lo aparentemente granítico de los partidos estadounidenses, existen diferentes corrientes conceptuales que pueden no sólo definir lo que se entenderá por ´republicano´ o ´demócrata´ sino secuestrar ejes específicos del plan gubernamental. Así las cosas, hagamos la lectura con respecto a los escenarios de política exterior que tendrá la administración Trump.

Entendiendo a los del Elefante

El partido republicano estadounidense se encuentra en el espectro ideológico de derecha. Pero ser de derecha republicana puede significar muchas cosas. No hay una cara homogénea del partido sino que la tonalidad de derecha varía de acuerdo a sus ejes de política pública. Para dar un ejemplo de esto, tomemos el argumento que tilda a todos los republicanos como anti–inmigrantes. Razón por la cual se dice que resulta imposible que un gobierno republicano provea una reforma migratoria comprensiva.

Si revisamos la historia, la primera vez que Estados Unidos otorga una reforma migratoria fue en 1986 y esta benefició a tres millones de migrantes abriéndoles el paso hacia la ciudadanía. Esto sucedió bajo la administración republicana de Ronald Reagan. Dicho sea de paso, fueron beneficiados inmigrantes cubanos, salvadoreños y mexicanos.

No todo republicano es por definición un simpatizante del neoliberalismo. Algunos republicanos, aún siendo de derecha, consideran que el Estado debe de ser el rector y promotor de la gran industria nacional. Se oponen a los tratados de libre comercio porque saben que el trabajador promedio se verá afectado. Por eso el discurso de Trump, más allá de su tono demagógico, fue tan bien recibido. Si suponemos que Trump es una prolongación del proyecto neoliberal estamos equivocados. Trump es la respuesta insurgente estatista de la base republicana ante el neoliberalismo de la administración Obama.

Ahora bien, me interesa llevar esas distinciones al plano de la política exterior para explicar las razones por las cuales es muy claro que el gobierno de Donald J. Trump no será una administración de carácter aislacionista. Y que, por lo tanto, no será increíblemente laxa a lo que suceda en su zona de influencia regional o también llamado amablemente “patio trasero”.

La pugna entre Realistas y NeoConservadores

La pugna entre ´facciones´ conceptuales del partido republicano se está haciendo clarísima en el ámbito de la política exterior. Hay un desplazamiento claro de los realistas kissingerianos por los neoconservadores. De hecho, en materia de política exterior, a partir del año 2001 la situación en Estados Unidos le ha dado total cooptación del Estado a los neo–cons (abreviado del inglés) Aunque dicho sea de paso, desde la época de Reagan habían ya comenzado a influir.

La diferencia conceptual entre el realismo kissingeriano y los neoconservadores es muy interesante. Los realistas kissingerianos consideran que la política exterior está guiada por el interés nacional –no por el ideal nacional– . Afirmaban que si se interviene militarmente se hace con base a un carácter selectivo que respeta el interés nacional para garantizar zonas de influencia en el balance de poder global. Pero – y esto es un gran pero– son fieles a Mogenthau, pues consideran fundamental evitar el espíritu de cruzada en la política exterior. Es decir, se busca mantener el balance de poder en la región y la intervención no sucede ante la existencia de cualquier liderazgo ´diabólico´. Por eso es que, realistas de la talla de John Mearsheimer y Stephen Walt criticaron la invasión militar de la segunda guerra del golfo. No había necesidad real alguna.

Los neoconservadores son otro animal diferente. Muy diferente.

En esencia, estos son los puntos que sustentan el neoconservadurismo estadounidense:

  1. Retención de la posición de liderazgo primario en el sistema internacional. Para eso es necesario un aumento de los gastos de defensa y un ejército activo. (Valió madres el balance de poder)

  2. La política exterior de un Estado refleja valores liberales y democráticos. El poder de Estados Unidos debe colocarse en la disposición de dichos objetivos morales. Estados Unidos es un faro de luz.

  3. La necesidad vital de desarrollar un sistema de defensa nacional contra misiles para contrarrestar la amenaza de Estados ´incómodos´ provistos de armas de ´destrucción masiva´.

  4. Total escepticismo sobre la legitimidad del derecho internacional y las instituciones supranacionales.

  5. Un rechazo total de la noción de que Estados Unidos debe siempre resolver problemas por la vía del multilateralismo.

  6. Un enfoque primario en el Medio Oriente (por no decir la nación del Islam) como el teatro principal para los intereses estadounidenses en el extranjero.

  7. Una interpretación minimalista de la 1ª enmienda de la Constitución estadounidense (garantías y libertades básicas).

Lo resumo en una fantástica frase. A decir: Con o sin amenazas existenciales REALES, Estados Unidos debe tener una presencia sensible en todas las zonas geográficas importantes en el mundo. Esa presencia es fundamentalmente de corte militar y requiere proactividad. La seguridad interna de EEUU (bajo el paradigma neoconservador) se asegura conteniendo hacia afuera.

Todo esto significa un conjunto específico de acciones que pasan por lo militar tradicional (remover regímenes incómodos y sustituirlos por regímenes afines); contener, ocupar, reconstruir países problemáticos (pero no dejar de cooptar recursos estratégicos); la eliminación estratégica de objetivos de alto valor por vía del uso de efectivos militares o drones (que incluso violen soberanía nacional); y significa también presionar por vía de la cooperación.

Con la eliminación de objetivos de alto valor, nos damos cuenta como el profesor universitario ´liberal´ Barack Obama se hizo un neoconservador avalando la operación encubierta para cazar a Bin Laden sabiendo que la misma violaría espacio aéreo soberano de un país ´aliado´.

En la presión mediante la cooperación, incluimos la Iniciativa Mérida y el apoyo estadounidense a CICIG.

Estos dos mecanismos permiten de manera brutal incidir directamente en la conformación y diseño de política pública.

La administración de Bush Jr. no inició con un tono neoconservador. De hecho, su agenda era increíblemente enfocada hacia lo interno. Prueba de ello lo constituye la reforma migratoria comprensiva que estuvo a punto de firmarse entre México y Estados Unidos. Esa reforma había sido apodada ´la enchilada completa´ porque efectivamente incluía los temas necesarios; la moratoria migratoria, la interrupción de deportaciones y un camino claro a la regularización.

Pero los eventos de septiembre 11 echaron por tierra la firma de ese acuerdo. De allí para delante, la influencia de personajes claramente neoconservadores como Dick Cheney (vicepresidente), Paul Wolfowitz (subsecretario de Defensa), John Bolton (ex embajador de EEUU ante Naciones Unidas y comentarista de FoxNews), Charles Krauthammer (comentarista de Fox News, creador del concepto Doctrina Reagan) sobre la presidencia de Bush Jr. resultó determinante.

Una presidencia que se había enfocado a resolver problemas domésticos pasó a privilegiar los puntos 1, 3, 4, 6 y 7 del listado anterior. Es decir, la influencia militar activa a lo externo, priorizar el gasto en desarrollo militar, el nulo deseo de cooperar con el derecho internacional, trasladar el interés hacia el Oriente Medio, y la materialización del ´Gran Hermano´ en proyectos cómo la famosa ´Patriot Act´ que privilegian la vigilancia permanente pasando por encima de las libertades civiles.

Los neoconservadores son un virus que ha infectado el proceso estructural de la política estadounidense –incluso la administración Obama– . Nada parece ser capaz de retirar su capacidad de influencia.

La Baraja de nombres al Departamento de Estado

¿Qué nombres se barajan para ocupar el Departamento de Estado? La información varía cada día.

Hasta el domingo, había dos posibles nominados a Secretario de Estado: Newt Gingrich, ex presidente de la Cámara de Representantes durante el gobierno de Bush Jr., y Bob Corker, senador por el estado de Tennessee desde 2007, miembro del Comité de Relaciones Exteriores así como un ultra de la guerra en Irak. El lunes, los medios que siguen el proceso político en Washington anunciaron que la administración Trump consideraba la nominación de John Bolton, ex representante de Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), miembro del Think Tank conservador AEI y considerado como uno de los “arquitectos” de la política exterior de la administración del ex presidente Bush Jr. Hablando de la política exterior neo–conservadora de dicho gobierno, basta recordar los dos Secretarios Estado que fungieron, Colin Powell y Condoleezza Rice. ¿Y recuerda alguien quien fue el Sub–secretario del Departamento de Estado para asuntos del hemisferio occidental? Nada más y nada menos que, Otto Reich. Demás está mencionar que durante sus años de gestión se llevó a cabo del golpe de Estado contra Hugo Chávez. Haga usted la matemática.

Esta es la tonalidad de actores que un gobierno neo–conservador es capaz de producir.

¿Donde está el error de lectura, particularmente en la derecha?

En la incapacidad de distinguir entre lo prioritario y lo importante. Países como México o como los países del Triángulo Norte afirman que su relación con Estados Unidos es un eje prioritario. Pero la relación bilateral de Estados Unidos con México y los países del Triángulo Norte es una relación importante, no así prioritaria. América Latina no es una zona de prioridad para la política exterior de Estados Unidos pero eso no significa que vayan a dejar que los ratones corran en libertad. Simplemente significa que en un falso escenario de un Presidente Trump ´aislacionista´ mutado a una administración mucho más invasiva que considera vital la necesidad de un ejército grande –y activo– es posible que Estados Unidos realice cambios en su abordaje sobre otras regiones. Pero no así en donde considera que el piloto automático está puesto.

Dispararse en el pie y no entender que la agenda está definida

Los mecanismos existentes para regular toda la discusión migratoria entre Estados Unidos y un país en concreto son los Estatus de Protección Temporal (TPS), que son otorgados por jueces distritales, u otros mecanismos menos claros que surgen a raíz de cumbres bi-laterales. Lo anterior es más evidente con la denominada ´Cumbre de Monterrey´ (2001) articulada por el Presidente Bush Jr y su homólogo mexicano Vicente Fox. Es en dicho documento donde se hace patente que para los Estados Unidos post 9/11 la migración se conceptualiza más como un problema de seguridad que como un problema humanitario. De hecho – y esto es lo importante– la Cumbre de Monterrey fue el preludio al primer planteamiento que hablara de una Alianza para la Prosperidad regional. Definida así para la región América del Norte, se postula una serie de políticas específicas que los países involucrados deben desarrollar conjuntamente aportando recursos financieros. Esa misma conceptualización de corresponsabilidad que termina con la idea de una cooperación demasiado gentil, ha sido ya introducida como mecanismos hacia la zona del Triángulo Norte. 

Dichas así las cosas, resulta que la estrategia de contención migratoria, de combate al narcotráfico y depuración de élites políticas (ya sea por vía de cooperación u operativos de la DEA como el realizado sobre el grupo financiero Rosenthal en Honduras) son un aspecto que no va revisarse.

Ningún subsecretario de corte neoconservador para el área de las Américas propondrá terminar con la influencia regional que Estados Unidos tiene sobre México o América Central. Lo creería en una nominación de la administración Sanders pero no en esta.

Tampoco será el área de las Américas una prioridad para reconsiderar estrategias por el próximo Secretario de Estado cuando su preocupación son China, Irán, Rusia o Mossul. Se mantendrá la fuerte cooperación en seguridad y se mantendrá el ´piloto automático´, es decir: a) la Iniciativa Mérida para México continúa, b) el rol de CICIG en Guatemala no sólo continúa sino que se extiende y, c) Salvador–Honduras son un área de juego de la DEA para detener narcos y políticos locales.

La única forma para lograr depurar el área y afianzar los objetivos de una agenda que dicho sea de paso ya ha sido aprobada por el actual congreso ( Plan para la Prosperidad) es mantener el statu quo en uso del piloto automático.

La derecha se disparó en el pie si suponía que la administración Trump sería más laxa en hacia estos lares.

La tutela hacia la región no sólo continuará sino que se hará mucho más marcada. Y quizá más ´grosera´.

Eso puede llevar a una política de cancelación de visas para actores ´rebeldes´, casos similares al de los Rosenthal o, recibir de tanto en cuanto un incremento brutal del número de deportados cuando no hay voluntad de cooperar.

Quien haya pensado que los republicanos dejarían de gastar en cooperación internacional, los midió por el criterio de ombligo con el cual razonan las derechas locales. Y quien haya pensado que el pasado empresarial del Presidente electo Donald J. Trump lo introduciría en una lógica minimalista de recortes jamás consideró el rol brutal de los neoconservadores.

Pero ¿no es esta una forma abusiva de llevar las relaciones? No, son sólo neoconservadores en el asiento del piloto de la política exterior estadounidense donde ni empresarios, ni militares ni ningún actor tradicional tienen la prioridad del pasado kissengerista.

Lo que cuenta ahora es lograr objetivos que tranquilicen a Estados Unidos sobre una zona que considera volátil, erosionada y caótica. Independientemente de quién sea el instrumento.

Maneras de acorralar a los países de su patio trasero abundan y sobran.

Enjoy.

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