Hace poco, el presidente electo reveló una de las decisiones que tomará al asumir: cerrar la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sesán) por los fracasos de esta en el combate de la inseguridad alimentaria y nutricional.
No se puede rebatir el razonamiento de fondo: pese a haber sido promesa de campaña y prioridad al inicio del presente gobierno, los resultados hacen que den ganas de llorar y los análisis disponibles hablan de retrocesos o, cuando mucho, de estancamiento. Por tanto, lo razonable es eliminar de la ecuación a quien sea responsable. Hasta aquí estoy de acuerdo con el doctor Giammattei.
Pero resulta que el fracaso no recae sobre la Sesán, sino sobre la Vicepresidencia. Y aquí se complica la decisión, pues no se puede suprimir la función vicepresidencial.
¿Por qué es responsable la Vicepresidencia? Veamos cómo funciona el sistema para comprenderlo.
Comencemos por decir que el Sistema Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Sinasán) es de los más avanzados del mundo. Así como lo lee. Es muy completo. Disponemos de una política, de una ley con reglamento, de un plan estratégico (2016-2020), de planes operativos anuales (POA) y de un formidable andamiaje institucional con presencia en cada departamento y municipio, además de apoyo de la sociedad civil, de Gobiernos de otros países y de instituciones internacionales. ¿Se puede pedir más?
Guatemala es mostrada al mundo como ejemplo y vista con cuidadoso interés por países que desean construir un marco político, legal e institucional para la seguridad alimentaria y nutricional. Tenemos tanto que uno se ahoga en acrónimos y necesita tener a mano un glosario de acrónimos.
Lo que ha quedado al desnudo es que, desde la perspectiva de los resultados, lo que tenemos para mostrar al mundo es un fracaso que debería llenarnos de vergüenza. Es una tragedia. Somos lo peor del continente y ocupamos las filas de atrás en el mundo.
Ahora veamos por qué, aplicando el razonamiento de fondo del doctor Giammattei, deberíamos cerrar la Vicepresidencia antes que la Sesán.
[frasepzp1]
Esto dice la Ley Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional:
«El ente rector de la estructura en su conjunto, el Sinasán (artículo 6), es la Comisión Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, Conasán (artículos 8 y 12), y la Sesán es su secretaría [artículo 8, inciso b]».
La Conasán, por su parte, está integrada por tres secretarías de Estado, ocho ministerios, dos representantes del sector empresarial y cinco representantes de la sociedad civil (artículo 13).
¿Y quién es la cabeza de la Conasán? Adivinen: ¡la Vicepresidencia! (artículo 13, inciso a). Y su secretaría es la Sesán (artículo 13, inciso b).
El artículo 15 define las atribuciones de la Conasán y nombra a esta responsable de vigilar el cumplimiento de los objetivos, acuerdos y compromisos generados en el Sinasán, así como el cumplimiento de la política, la promoción de leyes y reglamentos necesarios, el desarrollo de estrategias y la asignación de recursos requeridos para cumplir con sus responsabilidades. Hasta es responsable de llevar a la práctica las recomendaciones en la materia del Procurador de los Derechos Humanos. Este es de los artículos más largos y merece una revisión detallada.
Debe notarse que en esta ley hay un error que debe corregirse. El artículo 12 dice que «el Conasán será el ente rector del Sinasán», y el artículo 20 indica que «la Sesán es el ente coordinador del Sinasán».
Falta decir que los ministerios de gobierno deben asignar recursos de inversión en seguridad alimentaria y nutricional y presentarlos en un plan operativo anual (POA) aprobado por el Conasán. Por razones de espacio no se abunda más en el marco normativo y operativo.
Lo que ha sucedido es que ni el vicepresidente ni la Sesán han conseguido que los ministerios trabajen coordinadamente y ejecuten los recursos asignados cuando, como y donde dicte el POA.
Cierto es también que en 14 años la Sesán ha tenido ocho titulares: dos con ilusiones presidenciales y algunos seducidos por el culto a la personalidad. Pero esa no puede ser la causa del fracaso.
El actual vicepresidente ha culpado a la corrupción. Entonces, como cabeza del sistema, es culpable por acción, por omisión o por ambas cosas. Y si reportó a su jefe, saque usted sus conclusiones.
Más de este autor