Las ciudades tienden a ser espacios de protesta, de crítica, de reflexión, y una protesta no es más que tomar el espacio público en el anonimato de la masa y hacer ver un tema que molesta.
El domingo pasado, muchos guatemaltecos participaron de una marcha supuestamente en favor de la familia y en contra de la violencia. Plaza Pública se convirtió en un espacio digital en el que muchos nos opusimos. Me llamó la atención que muchos coincidieran en que no existe ninguna iniciativa que bus...
Las ciudades tienden a ser espacios de protesta, de crítica, de reflexión, y una protesta no es más que tomar el espacio público en el anonimato de la masa y hacer ver un tema que molesta.
El domingo pasado, muchos guatemaltecos participaron de una marcha supuestamente en favor de la familia y en contra de la violencia. Plaza Pública se convirtió en un espacio digital en el que muchos nos opusimos. Me llamó la atención que muchos coincidieran en que no existe ninguna iniciativa que busque ni reformar el Código Civil en cuanto al matrimonio, ni el Código Penal en cuanto al aborto y, que por lo tanto, la protesta les causaba cierta curiosidad. ¿Qué puede molestarles a estos grupos para organizar una protesta de este tipo en un país ultra-conservador?
La respuesta puede que sea muy compleja o muy simple. Creo que el trasfondo puede ser que los argumentos técnicos legales de estas discusiones ya se han vuelto más liberales en muchos países (Sentencia C-355/06 Corte de Constitucionalidad colombiana). Y no me refiero a países como Alemania o Estados Unidos en donde el tema se ha discutido por ya varias décadas, sino a países de nuestra región.
El cambio de opinión respecto de estos temas ha hecho que países como Uruguay, Brasil, Argentina y Colombia, presenten proyectos de tratados internacionales en materia de derechos humanos que contemplan conceptos menos conservadores respecto a la familia, los derechos reproductivos de la mujer y el matrimonio entre otros. La Corte Interamericana también ha tenido que corregir violaciones de derechos humanos en esta materia (Caso Artavia Murillo y otros vs. Costa Rica), por lo que a simple vista me atrevo a decir que quienes organizaron esta marcha quieren mantener a Guatemala en una postura ultra conservadora en la materia.
Estos grupos de interés en Guatemala están cabildeando en todas las ramas del gobierno para que el cambio global no afecte el statu quo legislativo en Guatemala. Sin embargo, a veces creo que éstos pecan de visión de corto plazo. La salud reproductiva de la mujer está en el centro de las políticas populistas en Centroamérica.
La violencia y la falta de credibilidad en las instituciones nos hacen creer que la violencia la vamos a solucionar con los mecanismos que quienes lideran iglesias proponen. Y para ganar votos, los políticos populistas explotan mensajes ultra conservadores como los de la marcha[1] (La familia unida salva a Guatemala, ¿le suena conocido?). Un ejemplo reciente es el del sandinista nica, Daniel Ortega, quien utilizó el aborto y la iglesia para ganar las elecciones. El tema de la salud reproductiva y la planificación familiar no es ni de derecha ni de izquierda, es un tema de fundamentalismo religioso que pega duro, no importando de qué lado. Así que como vamos, a ver quién de nuestros flamantes candidatos a la presidencia le va a bailar mejor a las organizaciones “pro-vida”. Que las protestas nos sirvan para reflexionar sobre el tema, sobre quiénes están detrás y qué buscan, pero también sobre los efectos que pueden tener estos mensajes y cómo pueden ser hasta mal utilizados por quienes menos lo esperábamos.
[1] Michelle Goldberg. The Means of Reproduction, sex, power and the future of the world. Penguin Books. 2009. pp. 13-25.
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