Democracia en peligro

Por su lado, la democracia a secas corre peligro de no reinventarse a tiempo para cumplir con las expectativas políticas y sociales de quiénes sufren en la actualidad la perversión de un sistema comprometido desde hace más de 20 años en traer paz, y no acuerdos; en establecer mejores condiciones de vida, y no pobreza extrema; y en defender, con toda la fuerza de la ley basada en principios democráticos, el derecho a no estar de acuerdo con la realidad que se vive y que hoy encarcela.

Ante esta realidad, la democracia está perdiendo cancha. Y desde hace mucho tiempo el partido lo gana la fauna de la política nacional. Rara especie que se encuentra en todos lados, cuando este es un país donde los ecosistemas son tantos y tan diferentes. Han logrado sobrevivir a los climas, pese a ser encontrados infraganti haciendo movidas mañosas. Todos se alistan para el momento estacional más importante —aquel que llega cada cuatro años—. Cada manada se agrupó para proponer la estrategia que tenga más posibilidades de exprimir los recursos y la vida de otros.

Así son estos políticos que desean ser presidentes o diputados. Y aunque aún quisiera creer en algunos que creen realmente en esta democracia representativa, voy careciendo de expectativas mientras nos acercamos al inicio legal de una campaña que no ha dejado de existir en estos cuatro años. Un día los vemos firmando un cheque para unos y al día siguiente aparecen de la mano con la archirrival. Los vemos irse con una bancada y luego regresar campantes a su partido original. Bolsitas de agua pura, alfombras para Semana Santa, fundaciones que nos creen idiotas. ¿Y todavía estamos discutiendo por quién vamos a votar?

En definitiva, han convertido la democracia guatemalteca en lo que legitima su actuar: «Esto se puede hacer. ¿O no estamos en una democracia? ¿No lo permite la democracia? ¿Se atreven a negar mi derecho en un país democrático?». La democracia ha sido, paradójicamente, la que les ha permitido hartarse las esperanzas de todo un país. Es la democracia la que está en peligro de extinción. Y mientras le van talando sus principios políticos y sociales, nos arrancan también un referente de sociedad.

Frente a las desilusiones de la democracia real, es tiempo de elegir, no de votar. Al elegir me refiero no a los partidos políticos y a los personajes que los lideran, sino más bien a la manera de hacer política, a la participación y a las luchas que defendemos, que terminan por definir la democracia que queremos.