Le expliqué el por qué de la existencia de tal Organismo del Estado: crear, modificar y derogar leyes para el beneficio de todos; recibir el juramento de ley al presidente y vicepresidente y darles posesión de sus cargos; elegir algunos funcionarios de alto nivel, otorgar condecoraciones y honores públicos, y no podía faltar ―¡lo qué más les gusta!―, interpelar ministros con el fin de controlar los actos del Ejecutivo.
Al terminar mi explicación, la mirada elocuente de don Jacinto, me ha motivado para hacer cuentas sobre lo que nos cuesta el Congreso y qué podríamos hacer con esos recursos. Esto lo hago por el puro ánimo de hacer comparaciones y no porque crea que la democracia puede vivir sin un Congreso.
Eso sí, el ciudadano que hay en mí, me obliga a reconocer que la gran mayoría de nuestros diputados no están a la altura de lo que la sociedad espera de ellos y, peor todavía, no les importa. Contrario a lo que la Constitución les impide y haciendo hasta lo imposible por ocultarlo legalmente ―pero evidenciándolo con sus acciones―, muchos de ellos son “contratistas” del Estado, mientras otros representan intereses de compañías o gremios.
Bueno, le cuento que en 2012 el Congreso de la República nos costará Q692.9 millones. Esto quiere decir que gastaremos Q1.9 millones diarios en su mantenimiento. Si dividimos el presupuesto del Congreso entre los 158 diputados, resulta que el presupuesto anual per diputar es de Q4.4 millones.
No les pedimos ningún resultado concreto a cambio, como lo hacemos con el Ministerio de Educación o con el de Salud, y quizá eso sea parte del problema.
En un mundo con restricciones presupuestarias, le cuento lo que podríamos hacer con ese mismo presupuesto: podríamos duplicar los fondos para desarrollar el ciclo de educación básica o triplicar el presupuesto para la educación diversificada.[1] En la actualidad, 800,000 jóvenes de entre 13 y 18 años, están fuera de estos niveles educativos.[2]
Podríamos contar con la mitad de los recursos necesarios para ejecutar un paquete de medidas integrales que permitirían, en los próximos diez años, disminuir la desnutrición en los niños menores de cinco años, de 49.8% a menos de 40%.[3]
Si a usted le interesa también la seguridad y la justicia, le cuento que esos recursos permitirían aumentar en un 60% el presupuesto para un Ministerio Público con buenos rectores, pero sin recursos suficientes para su labor; también podrían servir para iniciar el tan necesario proceso de reforma policial.
En fin, le dejo la inquietud, ahora que la oposición vuelve a traer a colación la necesidad de inter-pelar a otros ministros y dejar para después la agenda legislativa. ¡Qué manía la que les enseñó ayer a la oposición, el oficialismo de hoy!
Usted, el resto de los ciudadanos y yo, nos merecemos un Congreso más comprometido con los grandes desafíos de este país. ¡Hagámosles saber que tenemos muchas opciones para invertir de manera más efectiva nuestros recursos!
[1] Véase Icefi/Unicef (2011). Análisis del Presupuesto General de Ingresos y Egresos del Estado de Guatemala aprobado para 2012, enfocado en la niñez y adolescencia. Serie ¡Contamos! Numero 7.
[2] Véase Icefi/Unicef (2011). ¿En dónde están los ausentes? Serie ¡Contamos! Número 5.
[3] Véase Icefi/Unicef (2011). ¿Protegiendo la nueva cosecha? Serie ¡Contamos! Número 4.
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