Empiece revisando todos los estereotipos y estigmas creados contra grupos humanos en su sociedad y construya un discurso que los refuerce. Identifique el grupo de poder dominante y dispóngase a seducirlo. A los estereotipos favorables al grupo humano que concentra y domina el poder económico y político (al cual usted buscará como mecenas) súbales volumen y enfatice el discurso a favor de dichas características socialmente construidas para consolidar los privilegios de ese grupo que surgen como consecuencia. Refuerce los estereotipos negativos sobre grupos excluidos, oprimidos, discriminados y con menos cuotas de poder político individual (sean estos minoritarios o no). Criminalice las manifestaciones sociales, estigmatice aún más a dichas personas y, en lo que sea posible, fomente incluso el odio hacia ellas y la invisibilidad de ellas en su discurso.
Siga por reforzar ideas racistas, homofóbicas, excluyentes, denigrantes. Sea indiferente a las desigualdades e inequidades y apático ante las injusticias implícitas. Sin embargo, cuando sea acusado de ello, niéguelo. Su primer objetivo ha sido logrado: la polémica que generará lo sacará del anonimato mediático, sobre todo en las redes sociales y en los medios masivos de comunicación.
Muestre empatía por los privilegios de clase, por las políticas excluyentes y sobre todo por el discurso hegemónico que favorezca, explícita o tácitamente, al grupo de poder al que usted pertenece o que lo patrocina. Escúdese en el argumento simple de derechos iguales para todos, aunque muchas personas sean en consecuencia excluidas, discriminadas, y no tengan el mismo acceso a las cuotas de poder que usted tiene, precisamente por la inequidad imperante. Use los microblogs en los medios masivos con frases prefabricadas que no requieran mucho tiempo para digerir, pero sí mucho espacio para ser rebatidas seriamente y con honestidad intelectual. Las masas cibernéticas consumen frases fáciles y simples. Si comete errores o dice falsedades, salga con el discurso de que sus enemigos y quienes lo odian «lo atacan ad hominem», son hipersensibles y solo se fijan en esos detalles «intrascendentes». Use la libertad individual como argumento para justificar su discurso de odio, racista o excluyente. Construya un enemigo común y acuse a sus críticos de estar dentro de esa categoría. ¿Comunista? ¿Capitalista? ¿Populista? ¿Ecohistérico? ¿Reaccionario? Escoja entre la gama de ismos los que más le convengan.
Asegúrese de inscribirse en un centro de estudios o en una universidad donde le implanten dogmas, la indoctrinación favorezca su discurso político y en el trayecto le faciliten todas las herramientas discursivas y un marco de pensamiento ad hoc para que en sus intervenciones públicas usted pueda repetir la retórica fácilmente y citar fuentes y autores sesgados a su favor, sin usar mucho la materia gris. Sea un defensor de ideología, no un buscador de la verdad.
Asóciese a algún movimiento cívico nacional patrocinado generosamente por grupos que buscan consolidar su poder concentrado, a gremios que lo financien, y únase a plataformas mediáticas privadas en las cuales pueda proyectar sus gritos, berrinches y frases prefabricadas en los medios de comunicación masiva y lo defiendan con membrete.
Ríndales pleitesía a los millonarios, a quienes concentran el poder económico y secuestran la democracia. Al final ellos lo patrocinarán y protegerán, pues son quienes manejan los medios, quitan y ponen presidentes, hacen famosos a artistas, venden productos chatarra y colocan en la boca de las masas deportes mediocres como el futbol nacional. Pero ante todo a ellos les conviene que el discurso superficial, dogmático y fundamentalista se implante en la mente de las masas ingenuas e ignorantes.
Nunca se pelee con los dueños del país. De hecho, siempre justifíquelos y defiéndalos. Busque argumentos prefabricados, importados de movimientos políticos en Estados Unidos (sobre todo conservadores republicanos y del libertario Tea Party) y basados en dogmas de fe y en abstracciones teóricas para justificar esa riqueza concentrada, pero procure evadir temas como la desigualdad, la inequidad, la concentración de poder y la exclusión social. Cuando no le quede alternativa, use el último recurso: el ataque personal sistémico. Satanice, desprestigie, ataque, insulte agresivamente y amenace constantemente todo lo que le suene a izquierda, social, comunitario, Estado, progresista, solidaridad, justicia, ecología, equidad, igualdad, sociedad, impuestos, medio ambiente, derechos humanos o todo junto. Tilde de revoltosa a cuanta persona descubra su farsa y ponga en jaque la frágil credibilidad que usted mismo le ha adjudicado gracias a la repetición constante de su discurso. A estas alturas usted ya tiene seguidores y puede comprar algunos otros con poca inversión. Lo que importa es la forma, no el fondo. Y los likes masivos.
Establezca un marco de pensamiento creando falsas dicotomías: «Ellos son malos; nosotros somos buenos», «O eres periodista o eres activista», «O eres empresario o eres parásito», «Si no eres capitalista, eres necesariamente comunista», «O estás a favor de la libre locomoción o eres amigo del sindicalista corrupto»... Hay muchos binarismos que son fáciles de usar en un tuit.
Profetice desgracias que nunca ocurrirán usando a Venezuela o a Cuba como argumentos.
Use los medios. Autopromuévase generando controversias sin sustento e insultando a todo el mundo. Al final, lo que quiere el vulgo es sangre, controversia y polémica barata. Mientras más repita sus mantras fáciles de digerir, más colocará su agenda política en la cabeza de quienes están más preocupados por encontrar al siguiente pokemón que por leer estudios serios.
Haga chistes malos. Búrlese de los demás. Use sus privilegios heredados para reproducir el discurso de odio, discriminación y violencia. Si puede, cree una fundación contra algún mal que todos quieran combatir (puede ser antiterrorista, anticomunista, antinazi, etcétera) o a favor de una causa a la que nadie se opondría (libertad, paz, plantemos árboles, celebraciones de Navidad, felicidad y moda…). En el proceso provea de eventos coloridos (con luces, música y farándula) que endulcen la insípida vida que un sistema orientado al bienestar material crea. Entretenga a quienes al final del día no saben qué hacer con su propia vida por vivir oprimidos y alienados en un sistema que se beneficia de ese letargo y esa castración intelectual consecuente.
¿Que su discurso es ridículo, falaz o poco sustentado? No importa. Mientras más controversia y más berrinches haga, más hablarán de usted. Y más plataforma construirá.
Siga ensalzando el individualismo, el egoísmo sin más, la nostalgia de los tiempos pasados o las utopías de un futuro imposible, a los ricos y poderosos. Niegue el cambio climático y cree muros, barreras y divisiones entre personas. Discrimine así a quienes se atrevieron a retar al statu quo. Escriba un libro polémico sin muchas bases ni fundamentos, pero con mucho mercadeo y publicidad.
Haga que la gente hable de usted por controversial, no de sus argumentos.
Desprestigie a quien lo cuestione. Use el poder de las redes sociales para ganar seguidores, aunque sus comentarios sean falsos o viscerales.
Logrará tener miles de tontos útiles (fans o believers), que lo seguirán solo porque usted ya tiene otros miles de seguidores a sueldo y otros no reales, únicamente virtuales.
Ya con ello usted es una figura pública.
Ahora láncese a la política patrocinado por sus mecenas, que concentran el poder. Sea usted el nuevo títere que mantiene secuestrada la democracia y el arrogante líder manufacturado que con su discurso consolida la captura de la economía. Eso sí, con el sabor de la farándula y la fama.
Siga reproduciendo el teatro espectacular de la farándula y la seducción mediática. Cuando sea su tiempo, láncese de candidato a presidente. La mesa está servida.
Más de este autor