Porque resulta que me equivoqué. Primero, porque la vendedora me mintió al decirme que contaban con un producto, que luego resultó que no tenían. Desconozco si esta artimaña responde a su afán por vender a toda costa pues le pagan por comisión (y éste es un tema para otro artículo), o bien si ésta es la forma usual en que la empresa “gana” clientes.
De esta situación, sin embargo, no avisaron inmediatamente, sino esperaron, para informarlo, hasta el día de la entrega del producto. Una ...
Porque resulta que me equivoqué. Primero, porque la vendedora me mintió al decirme que contaban con un producto, que luego resultó que no tenían. Desconozco si esta artimaña responde a su afán por vender a toda costa pues le pagan por comisión (y éste es un tema para otro artículo), o bien si ésta es la forma usual en que la empresa “gana” clientes.
De esta situación, sin embargo, no avisaron inmediatamente, sino esperaron, para informarlo, hasta el día de la entrega del producto. Una vez aceptada esta situación por mi parte, llamaron para indicar que llevarían el aparato a la casa ese día, tal como habíamos convenido con cuatro días de anticipación. Horas más tarde, sin embargo, llamaron para decir que habían tenido un atraso. Finalmente ese día ya no se aparecieron. Cerca de la hora del cierre de los almacenes, llamé por teléfono y solo entonces “se disculparon” porque “gracias a Dios, por ser fin de mes, habían tenido muchos pedidos” y “no habían podido cumplir con entregar el mío”.
De más resulta decir el desagradable efecto que este burdo llamado a la piedad tuvo en mí, sobre todo por lo que implica: falta de cumplimiento en un negocio de compra-venta, irrespeto al contrato establecido, incumplimiento en la entrega del producto y falta de respeto al no avisar con antelación que ya no llegarían. No sólo me hicieron esperar todo el día sin avisar, sino resultó que, como no acepté disculpar su incumplimiento de inmediato, ahora también soy poco comprensiva. ¿Qué tal?
Imagínense.
Éstos son pues, como muchos comerciantes chapines, que una vez efectuada la venta, inventan toda una serie de artimañas disfrazadas de “disculpas” para encubrir o bien su falta de eficiencia, o bien su falta de vergüenza y de respeto hacia los clientes. Con esta clase de empresas no puede progresar el país.
Y como saben que aquí la Diaco no sirve para nada o al menos para muy poco (por lo menos no me han resuelto ninguna de las anotaciones que he dejado en los Libros de Quejas), se columpian en ese otro sector de la impunidad.
Hechos como éste, que también son de un tipo de violencia encubierta, pues vulneran los derechos de los compradores, provocan que, de golpe, nos estrellemos contra el piso de la realidad guatemalteca. Este país tiene aún muchos caminos qué recorrer, muchos espacios a los cuales prestarles atención inmediata. Porque mientras la impunidad y la falta de respeto permeen la actitud de quienes tienen el poder económico, mientras la gente de a pie siga desprotegida y vulnerable, difícilmente podremos salir del atolladero donde nos encontramos.
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