Decir que los estudiantes universitarios son quienes la organizan y participan, podría resultar una obviedad, pero no es tan sencillo. Ya son varias décadas en que la organización y participación en los comités de Huelga ha generado disputas en torno a quienes dirigen las actividades y controlan los fondos implicados.
En términos gruesos, hay grupos que han heredado y asumido el control organizativo y financiero al margen de las asociaciones estudiantiles. Aquí participan “huelgueros viejos”, “huelgueros de corazón”, reyes feos y algunos estudiantes que quiera o no, ven en la Huelga distintos aspectos que pueden incluir relaciones de amistad, adscripción identitaria y carnaval.[1] Frente a ellos, se han encontrado las asociaciones estudiantiles que, al ser electas por la población estudiantil de cada unidad académica o del estudiantado en general (la Asociación de Estudiantes Universitarios Oliverio Castañeda de León, AEU), tienen mayor legitimidad y respaldo legal, pero han tenido menos recursos para controlar las actividades de Huelga. Recursos que incluyen el uso de fuerza de parte de los comités de Huelga.
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Esta disputa también ha alcanzado a las asociaciones estudiantiles, incluso la AEU, como se vio en los procesos de «cooptación» y recuperación de estos espacios a partir de 2015. Pasó claramente con el secretariado de FRENTE y Lenina García que intentaron recuperar el control de la Huelga y reorientarla políticamente, pero que sufrieron amenazas, intimidación y violencia contra sus integrantes.
Esta situación tiene también un componente cultural, ligado al tema generacional. Los estudiantes universitarios y su contexto han cambiado. La mayor presencia de mujeres (y otros grupos como la diversidad sexual) han hecho que parte del contenido huelguero sea mal visto o se considere inaceptable, dada su carga machista. En general, tanto la «cooptación» de la actividad huelguera y contenidos que ahora son percibidos y valorados distintamente, han disminuido el interés y la participación de las y los estudiantes más jóvenes.[2]
La pandemia es otro factor que ha influido en la organización de esta actividad. La virtualidad dificulta la conexión y participación de los estudiantes. Especialmente quienes entraron a la universidad en 2020 y que ahora se encuentran en su tercer año de estudios, tienen menos vínculos entre sí, con los docentes, con el movimiento estudiantil, con la universidad y con la Huelga de Dolores. Estar «pantalla a pantalla» puede ser una alternativa a la transmisión de contenidos, pero no a las relaciones y los procesos de organización y participación política que requieren, todavía, el cara a cara.
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Todo esto se puede advertir en la organización y participación de las actividades huelgueras de este año. La organización la han llevado los grupos viejos de huelga, incluyendo reyes feos de años anteriores y hay una mayor participación de «huelgueros viejos». En términos generales, son grupos que se aferran a un pasado que viven con nostalgia. Son pocos los jóvenes universitarios que participan en las actividades.
Creo que la Huelga de Dolores ha cambiado con el paso del tiempo y cambiará de acuerdo con las características y contexto de una generación distinta. Las y los jóvenes que estudian en la universidad serán quienes se hagan cargo (o no) de esta actividad y quienes le darán orientaciones políticas, organizativas y humorísticas distintas.
[1] Esta mezcla incluye grupos con actitudes que rozan o caen en lo delictivo.
[2] Ricardo Sáenz de Tejada señalaba que, en términos generales, los estudiantes universitarios son más jóvenes y culminan sus estudios en menos tiempo que hace algunas décadas, lo cual influye en los procesos de organización y participación estudiantil.
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