Como bien sabemos, el café es un cultivo histórico en Guatemala que data —como rubro de exportación[1]— del siglo XIX y que tiene una gran relevancia económica hasta nuestros días. Como ya mencionamos, es un cultivo que ha pasado por fases históricas distintas, cada una con características propias. El café significó en varios momentos —y significa hasta hoy— la razón para migrar o quedarse en el poblado de origen.
La primera fase a la que aludimos (todo el siglo XIX y primera parte del XX, hasta 1930) fue producto de una serie de cambios políticos generados por las reformas liberales. En realidad, estas no hicieron más que acentuar el carácter semifeudal de la economía interna del país, lo cual fue notorio en el agro, sobre todo en las plantaciones de café. Curiosamente, para dicho cultivo, fueron inmigrantes, extranjeros provenientes de Europa, quienes controlaron las plantaciones: claramente hablamos de los inmigrantes alemanes que dominaban la economía agroexportadora del momento. Las facilidades propiciadas a favor de estos por el Estado guatemalteco eran obvias: se les otorgaban grandes extensiones de tierra y mano de obra indígena casi gratuita. Y ellos, por su parte, conseguían los créditos necesarios en el centro financiero de Fráncfort (básicamente tenían a la mano los tres factores de producción: tierra, trabajo y capital). En el estudio de este fenómeno, Sergio Tischler adopta acertadamente la categoría de yunkerización para definir este curioso sistema de fincas alemanas en Guatemala, que utilizaba el trabajo forzado indígena —propiciado por la misma ley— para hacer grandes cantidades de dinero[2].
Es bien sabido que la producción de café significaba el trabajo forzado de campesinos, en su mayoría indígenas. Comunidades enteras eran obligadas a movilizarse para trabajar en fincas de café. Según Castellanos Cambranes, «al iniciarse la caficultura, las autoridades estatales les ordenaron a los corregidores departamentales que, por medio de mandamientos, los pueblos indígenas pusieran a disposición de los caficultores más cercanos la cantidad de hombres que solicitaban para llevar a cabo los trabajos que requerían las plantaciones en formación»[3].
Esto obviamente se relaciona de manera estrecha con el carácter precapitalista de la economía guatemalteca y se hace notar especialmente en los modos de producción del siglo XIX y de principios del XX. No solo el campesinado no tenía acceso a los medios de producción, sino que además existía una relación casi servil entre el campesino y el finquero: prácticamente, el jornalero no era un sujeto libre. Es cierto que tratamos aquí con un cultivo destinado al mercado mundial capitalista, pero los modos de producción se basaban en las relaciones serviles heredadas de la Colonia[4]. Esto se vio reforzado por la utilización del Estado como entidad opresora por la clase terrateniente de aquel entonces.
Esta primera y agresiva fase trajo consigo la movilización forzada de miles de personas, a veces de forma temporal y a veces de forma indefinida. Sin embargo, para esta primera etapa, muchos trabajadores se asentaron en las fincas y recibieron pagos en especie: pequeñas parcelas de tierra para vivir y cultivar maíz y frijol. Por ello, muchas de las comunidades en donde hoy existen pequeños productores coinciden con las regiones donde se encontraban las antiguas fincas cafetaleras: muchos mozos colonos se quedaron. Esta etapa llegó a su fin con la crisis económica de la década de los años 1930 y tras la expulsión de inmigrantes alemanes de Guatemala por parte de Jorge Ubico al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Al terminar esta primera fase, el mercado del café en Guatemala entró en una especie de hiato: la economía mundial quedó pausada por la Segunda Guerra Mundial y, por ende, las exportaciones de café guatemalteco disminuyeron. Simultáneamente creció un desinterés por la producción de café. No fue sino hasta en la década de 1960 cuando tímidamente se reiniciaron las exportaciones, esta vez hacia un nicho comercial distinto: el del café de buena calidad.
La segunda fase migratoria relacionada con el café surgió luego del hiato mencionado. Esta abarcó el período comprendido entre los años 1960 y principios de la década de 1990. Como bien se sabe, esta fue una etapa violenta, enmarcada dentro del conflicto armado interno, causa principal de constantes migraciones al extranjero (a México y Estados Unidos) y de migraciones internas, sobre todo en el altiplano occidental. Por una parte, las migraciones se caracterizaron por la huida de las familias ladinas del occidente guatemalteco a la ciudad de Guatemala[5]. Ciertamente fue una etapa de grandes movimientos migratorios, pero también una que significó la recuperación de tierras por parte de los pequeños agricultores. A su vez, esta época coincide con el inicio de las cooperativas agrícolas, que empezaron a interesarse en la comercialización de café de calidad producido por pequeños agricultores, fenómeno que tomó impulso especialmente en la región del altiplano.
Esto, como apuntan Fischer y Victor, implicó que muchas personas ya no debían migrar a las grandes fincas para sobrevivir: las familias ya no tenían que separarse y obtenían beneficios cada vez más atractivos. Este fenómeno comenzó a verse claramente a finales de los años 1980, cuando las cooperativas empezaron a adquirir fuerza[6]. Así, la producción de café de pequeños productores comenzó a jugar un nuevo papel en el tema migratorio (sobre todo en el plano interno o nacional): la evitó.
En el transcurso de la década de 1990 y a principios del siglo XXI se dieron dos grandes crisis en la producción de café: la primera en 1991 y la segunda en 2001. Ambas son producto de una lamentable y significativa caída de precios a causa de la sobreproducción de café en el ámbito mundial, sobre todo en Colombia y Brasil[7]. Esto generó una tercera fase migratoria relacionada con el café. En este caso, la crisis en el mercado hizo que los pequeños productores buscaran nuevas fuentes de ingresos, algunas veces en Estados Unidos. En muchas ocasiones fueron los pequeños productores —asociados en cooperativas—, que tuvieron cierto éxito económico en la segunda fase, quienes contaban con el dinero necesario para pagar los servicios del coyote e intentar cruzar la frontera hacia el Norte.
Tras estas dos crisis nació un nuevo migrante a nivel interno: el trabajador (ayudante) del pequeño productor, el jornalero que ayudaba en la siembra, la limpiaba y realizaba el corte y otras actividades atinentes a la producción de café. Durante estos años de crisis, los jornaleros y ayudantes del pequeño productor prefirieron migrar temporalmente a las fincas azucareras.
La cuarta y última fase migratoria relacionada con el café transcurre del año 2002 a la actualidad. Esta es una fase compleja, con una (muy) tímida reactivación económica del café entre 2002 y 2010[8], pero que a partir de 2012 se viene abajo a causa del hongo de la roya[9]. A pesar del pequeño auge de 2011 (en comparación con la crisis de 2001), muchas personas siguen migrando: los que lograron recolectar suficiente dinero en los años buenos del café se quedan en sus comunidades y buscan otras fuentes de ingresos en el sector terciario, razón por la cual crean pequeños almacenes u otros negocios. Las personas de menos recursos (nuevos pequeños productores y jornaleros-ayudantes) se ven obligados a migrar internamente (la mayoría de manera temporal) a nuevas fincas y a nuevos nichos laborales, como la palma africana en la Franja Transversal del Norte o el sector de seguridad privada en la ciudad de Guatemala[10].
[1] Anacafé. Historia del café en Guatemala. Disponible en: https://www.anacafe.org/glifos/index.php?title=10CON:Historia_del_Cafe. [Consultado el 22 de julio de 2015].
[2] Tischler, Sergio (2001). Guatemala: crisis y revolución. Ocaso y quiebre de una forma estatal. Guatemala: F&G Editores, segunda edición.
[3] Castellanos Cambranes, Julio (1985). Café y campesinos. Los orígenes de la economía de plantación moderna en Guatemala, 1853-1897. Guatemala: Editorial Universitaria. Pág. 138.
[4] Cueva, Agustín (1979). «El uso del concepto de modo de producción en América Latina: algunos problemas teóricos». En Procesos políticos en América Latina. México: Edicol. Págs. 40-59.
[5] Adams, Richard N. y Santiago Bastos (2003). Las relaciones étnicas en Guatemala, 1944-2000. Guatemala: Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica.
[6] Fischer, Edward F. y Bart Victor (2014). «High-End coffee and Smallholding Growers in Guatemala». En Latin American Research Review, vol. 49, no. 1. Estados Unidos: Universidad de Vanderbilt. Págs. 155-177.
[7] Ibídem.
[8] Dardón, Byron (2010). «El café guatemalteco vuelve a florecer». Guatemala, Prensa Libre. Disponible en: http://www.prensalibre.com/noticias/cafe-vuelve-FLORECER_0_300569972.html [Consultado el 30 de julio de 2014].
[9] Promecafé (2013). La crisis del café en Mesoamérica: causas y respuestas apropiadas. Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Organización de Estados Americanos. Disponible en: http://www.iica.int/Esp/prensa/BoletinRoya/2013/N01/Roya-MA.pdf [Consultado el 30 de julio de 2014].
[10] Algunos de estos datos fueron recabados mediante un trabajo de campo llevado a cabo en junio de 2014. Investigación realizada con Estudio 1360 y la Universidad del Valle de Guatemala para la Universidad de Vanderbilt, para la cual se contó con el apoyo de Anacafé. Se visitaron 12 comunidades en las que se verificó una fuerte presencia de pequeños productores de café.
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