Fue el 1 de marzo de 1992 en la Universidad Libre de Barranquilla, Colombia. El aniversario será el próximo miércoles.
Las víctimas: diez personas que vivían de recoger basura para reciclar, que fue la carnada para atraerlos. Las lacras humanas brutalizaron quién sabe a cuántos antes de aquel 1 de marzo, cuando un undécimo recogedor escapó moribundo y denunció la matanza. ¿Móvil criminal? Vender los cuerpos de gente basura a los estudiantes de Medicina para prácticas de anatomía. También comercializaban órganos. Los verdaderos basura fueron los perpetradores del crimen, algunos de los cuales siguen impunes.
Como en otras conmemoraciones mundiales (Día de la Mujer o del Trabajo), fue necesaria una tragedia de suprema inhumanidad para voltear el rostro de la sociedad a profundos problemas.
El 1 de marzo es el Día Mundial de los Recicladores de Basura, pero esas personas no son humanos basura. Ellas recogen lo que usted y yo les enviamos desde nuestras casas y lugares de trabajo. Las llaman guajeros, cachas, basuriegos, pepenadores, clasificadores, catadores de basura. Ellas quieren ser llamados recicladores de base.
Un movimiento latinoamericano busca reconocimiento de la sociedad, de usted, de mí, de las corporaciones municipales, de los Gobiernos y de quienes están en la cima de la cadena del reciclaje. Recordando el Popol vuh, al piojo se lo tragó el sapo que se tragó la culebra que se comió el gavilán que voló hasta la abuela de Hunahpú e Ixbalanqué. Luego, cada animal vomitó al que se había comido, pero no logró salir el piojo (que llevaba y entregó un mensaje).
Imagino que los recicladores de base se sienten el piojo mitológico, aunque son personas con plenos derechos, niños con derecho a estudiar, a jugar, a respirar aire limpio y a tomar agua potable.
He tenido discusiones con un par de empresarios que acusan de irresponsabilidad a quienes queremos reducir la cantidad de plásticos en el ambiente, pues atentamos contra el derecho al trabajo de los recicladores de base.
Les he dicho que solo ven el dinero que dejarían de ganar. ¿Por qué hay industria de reciclaje de papel, plástico, metales y vidrio? Porque es un buen negocio. La materia prima reciclada resulta más barata.
No estoy en contra de las empresas de reciclado. Son necesarias. Juegan un papel muy importante en la extensión de vida de los recursos naturales no renovables. Además, hay buenas personas allí.
Lo que no soporto es el cinismo de algunos que se venden como empresarios ambientalistas, cuando en realidad no les preocupan los piojos del sistema, quienes respiran humo y gases tóxicos, quienes se meten de cuerpo entero en hediondas aguas para encontrar algo qué reciclar, quienes no tienen ni para comprarse un leño para cocinar y recogen ropa vieja para usarla como combustible.
Los recicladores de base no tienen salario mínimo, seguro social, bono 14 ni aguinaldo, mucho menos indemnización o fondo de pensiones. No causan relación laboral con los empresarios del reciclaje, así que se les pagará lo que recogieron y punto. Ese derecho es el que defienden estos modernos depredadores socioeconómicos.
¿Sabía usted que muchas de las personas que recogen la basura de su casa no tienen ni salario? Trabajan para los dueños de camión, pero no reciben un centavo. Ellos hurgan lo recogido durante el recorrido. Lo apartan, lo seleccionan y lo llevan a los centros de acopio para ganar algo de dinero.
Yo quiero una floreciente industria de reciclado, pero con responsabilidad social y ambiental. Responsabilidad social empresarial (RSE) no es hacer pseudofilantropía promocional con una deducible y fríamente calculada porción de las ganancias. RSE es pensar en la gente y reconocer sus derechos. No se necesita renunciar a la recompensa empresarial.
Esta columna es para contribuir a que los recicladores de base continúen en su trabajo, pues son muy necesarios para el país. Pero que lo hagan con dignidad, con oportunidades para que sus hijos puedan ser profesionales, empresarios o lo que sea que sueñen, en vez de estar condenados a purgar condenas generacionales en extrema miseria.
Más de este autor