Hoy (lunes) en la mañana me reciben los periódicos con otra ridícula sorpresa. Raquel, de candidata a la vicepresidencia de Baldizón. ¡Uf! Ella, al igual que un muy reducido número de individuos que conozco, me ha hecho pensar que no todo está perdido. Pero en otras ocasiones. No en esta, definitivamente. En tiempos como el que vivimos el escepticismo gana otra vez el territorio efímeramente perdido. Llamaremos a esta raza los políticos “wishful thinking”.
A los políticos “wishful thinking” los he escuchado hacer análisis interesantes y sus posiciones frente a los temas relevantes muchas veces llegan al fondo: saben distinguir actores, capitales, intereses y pueden hacer detalladas cartografías con ellos. Algo raro pasa, sin embargo. ¿Por qué paran de “wishful thinkers”, si van al fondo de las cosas? Andrés Pérez Baltodano sugiere una idea bastante simple y efectiva: pragmáticamente se resignan.
Pero el pragmatismo resignado no se queda solo. El milenarismo apocalíptico se pone a la orden del día: “ahora sí ya no da para más esto”, “mañana nos invaden”, “el Estado falló”, “se caerán las instituciones”, “todo se va a ir al demonio”, ¡ah, horror! ¿¡Quién podrá defendernos!? Luego, por supuesto, aparece el mesianismo redentor chapulín coloradezco que dice: “Mi participación sí va a cambiar las cosas, muchá, voten por mí”.
La lección ha sido que el pragmatismo resignado de la política dominante lo que hace tendencialmente es generar niveles muy altos de mediocridad y pensamiento irreflexivo. Los antes agudos analistas se convierten ahora en otro más del montón. Ojalá me demuestren lo contrario. A estas alturas yo ya no les tengo fe.
Pero, ¿todo bienintencionado que participa en política electoral es un pragmático resignado? No necesariamente. Hace pocos días un amigo explicaba por qué en el caso hondureño sería irresponsable no participar en las elecciones y meter candidatos que contrarresten a la derecha cavernícola de ese país. El asunto es que ellos pueden hacer una correlación de fuerzas de oposición con la posibilidad de alcanzar del 40% al 50% de escaños en el parlamento. Eso a pura organización y generación de fuerza de base y liderazgo intermedio en el clima más hostil de toda América Latina. Lo mismo podría ser el caso de alguna alcaldía a nivel municipal en el que las comunidades hacen una apuesta concreta y deciden, por ese medio, librar sus luchas contra las gigantes transnacionales corporativas. En esos casos estoy absolutamente de acuerdo. Hay que llamar a votar para nivelar la balanza, para generar contrahegemonía. Pero con estos mesías que vienen a salvar la nación porque de la noche a la mañana les salió una candidatura, no voy ni a la esquina. Me cuesta mucho creerles.
¿Qué de Guatemala? Si los políticos “wishful thinking”, en lugar de andar perreando tras huesos que ni siquiera saben si van a tener, se preocuparan realmente por generar una plataforma política, podrían incrementar su agudeza. Y no solo en el plano analítico, sino en la construcción de un proyecto revolucionario. Para empezar, comprenderían que su mayor enemigo es ese cortoplacismo mesiánico que dice: “Es que no se puede hacer otra cosa para salvar al país más que negociar con la élite (sea legal o ilegal)”. Ese polo opuesto del río heraclitano, los hará siempre bañarse en las mismas aguas. Y esas son aguas fecales que brotan de las cloacas de estos 200 años de vida republicana.
Una estrategia política medianamente decente, con aspiraciones transformadoras, no se basará en la sumatoria consecutiva y disparatada de tácticas inmediatistas. Los “wishful thinkers” dan palos de ciego, a diferencia del resto de políticos que tiene claros sus intereses privados de lucro en donde todo lo resuelven en el corto plazo (por lo que se alían con empresarios mercantilistas/oligárquicos y mafias).
Un político con pensamiento estratégico y crítico, se preocuparía por el futuro en el mediano y el largo plazos. Buscaría las formas de fortalecer la organización, de promover liderazgos múltiples e incrementar la solidez de las articulaciones en función de intereses y demandas compartidas. Ese político buscaría contrarrestar los simplismos de las campañas de manipulación de masas que promueven los medios mediante la generación de estrategias de comunicación alternativa. Ese político, se preocuparía por conocer las diversas realidades del país, buscaría comprender cómo han hecho los políticos “menores”, los de “base”, para sobrevivir la adversidad, la persecución y el hostigamiento; intentaría establecer alianzas a nivel micro, desde abajo.
¿Qué quieren de nosotros los candidatos “wishful thinking”? ¿Qué nos enamoremos de ellos por su pragmatismo resignado y entreguismo a la élite? ¿Qué apoyemos las plataformas de corrupción que han refrescado con sus novedosas caras? ¿Cuántos empresarios mercantilistas los acompañan, cuántas mineras que envenenan el mundo y se roban el agua, cuantas agroindustrias de monocultivo que dejan sin comida a la gente, cuántos mafiosos masacradores, cuántos genocidas?
Aborrezcamos el oportunismo, resistamos a las fantasías de esta democracia ideológica, busquemos en las multiplicidades, encontrémonos con las diferencias. Hagamos otra praxis política, como dicen las feministas, desde la cama hasta la organización.
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