Si articulamos los dos conceptos, asebeia y akedos intentando construir un solo sentido habremos descrito la esencia de vida socrática. Esta anterior reflexión viene al caso por razón de la siguiente pregunta. ¿Cuál es el valor universitario más importante que debe transmitirse?
La revisión del tan conocido pasaje de la Apología quizá nos otorgue la respuesta. Sin embargo, para no repetir sobre un documento tan trillado, vamos a referirnos al Eutifrón, documento menos citado. Leer la Apología sin ese platónico apéndice obligado del Eutifrón es negarnos de una interpretación más comprensiva sobre la ética y formas de vida socráticas.
El contexto es el juicio abierto a Sócrates. La acusación de Meleto ya ha sido pronunciada. Recordemos entonces el contexto de los cargos contra Sócrates. En la Atenas de su época, la religión era un asunto de participación pública bajo ley, regulada por un calendario de festividades religiosas y la ciudad utiliza los ingresos para mantener los templos y santuarios. La asebeia de Sócrates no sólo está materializada en el desconocimiento frontal hacia los dioses de la ciudad sino, por derivación de plantear que los dioses ciudadanos podrían ser falsos, ha hecho de un plumazo innecesario el culto público. Aquí es donde la asebeia (irreverencia por cuestionar) y la acidia (´no me importa´ aquello que es aparentemente ´santo´) se integran para construir el sentido socrático: La crítica a todo aquello que es ´intocable´.
Puesto en el contemporáneo lenguaje universitario, lo anterior se comprende como la suposición en cuanto a que no existe verdad absoluta, y que todos los ´saberes´ (sobre todo en el contexto de las ciencias sociales) son mutables, perfectibles, corregibles, temporales y utilitarios. Por esto mismo, se hace fundamental el permanente contraste con el mundo exterior. O puesto en una frase: La universidad no enseña la Verdad.[1]
Siguiendo en la lectura del Eutifrón revisemos la sección 3c-d. El delito de irreverencia cometido por Sócrates tenía dos elementos. 1) Sócrates no creía en los dioses atenienses puesto que estos ´mienten y hacen cosas tan perversas como los mismos poetas de la ciudad´[2] y 2) Sócrates introdujo nuevas divinidades (de hecho, insistió en que su daimon había hablado con él desde su infancia). Desde el umbral socrático, a la vida humana no se le pueden imponer ´fines concretos´. Por lo tanto, la religión pública ateniense resulta no solamente inútil sino contraria a su posición de la ´mejor vida posible´. Es por ello que Sócrates resulta un idiota en el sentido literal del término ιδιωτης, pues en el contexto ateniense, las palabras ἰδιώτης, y ἴδιος hacen referencia hacia aquel ciudadano que deja de ocuparse en los asuntos públicos y canaliza su interés hacia las cuestiones particulares. Entonces, para Sócrates, la mejor existencia posible es una cuestión particular y no (al menos) de afectamiento por el culto público.
En mi opinión hay dos aspectos aplicativos concretos de la ironía socrática. Primero. El carácter más o menos tolerante que la tradición occidental-liberal tiene hacia la crítica, la sorna y la irreverencia. Es por ello precisamente que los medios y la academia pueden criticar el poder, la religión establecida o los valores dominantes. La tradición liberal-occidental no supone que el poder se use violentamente para limitar la opinión diversa, y por ello cuando esto sucede, se argumenta que se actúa en contra de los principios fundamentales. Segundo. La experiencia universitaria es un ejercicio que descubre y adopta, re-adopta y reconfigura permanente no sólo posiciones de método sino esquemas valorativos. Por ello mismo, resulta anti-socrática la academia que impone valores, de cualquier tipo, ya sea valores de ´clase´ o valores ´empresariales.´ Lo realmente universitario concretamente retrae hacia el ideal socrático de un debate abierto donde todas las posiciones pueden ser sujeto de crítica y burla.
El problema es que, ayer como ahora, la cicuta sigue siendo recetada para quienes cuestionan.
[1] Es posible que alguien pueda criticarme por presentar una propuesta asociada al relativismo propio de la denominada ´condición posmoderna´ (F. Lyotard). Estoy de acuerdo con uno de los argumentos introductorios de Lyotard, ´ la crítica frontal a todos los meta-relatos o grandes verdades´. Sin embargo, me parece que la posición de método que mi artículo privilegia es el denominado falsacionismo popperiano. Lo importante de la hipótesis no es que explique, sino que reconozca sus propios límites explicativos. Es decir, el estudiante universitario debe tener claro que no es posible comprender todos los fenómenos del mundo real con la misma ´lupa metodológica´. ´Estirar´ a los autores para alcancen más allá de su contexto histórico y cultural sería la puerta al fanatismo.
[2] Esta frase es interesante porque Meleto, quien ha sido el acusador principal de Sócrates, era poeta de profesión.
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