Aunque todos tenemos el deseo de que la desnutrición crónica se convierta en un fantasma del pasado, los falsos triunfalismos conducen a decisiones equivocadas, y a poner los esfuerzos donde no corresponde.
Los datos de la “Evaluación de Impacto del Pacto Hambre Cero. Segunda encuesta de monitoreo en los 166 municipios priorizados”, presentados por IFPRI y la CEPAL el 25 de julio de 2014, son técnicamente válidos y coherentes con los de la “Primer encuesta” (agosto 2013) en los mismos municipios priorizados. Lo que no está bien es la interpretación y conclusiones publicadas en el artículo.
Tomar datos a la ligera, sin análisis profundo, es contraproducente, y más cuando se hace a oídos de las esferas de decisión política, pues no saldrán del error.
A continuación se analizan algunos de los párrafos relevantes del artículo.
“Es la primera vez que se registra una reducción tan destacada en el principal indicador de hambre estructural de este país. Y esto supone claramente un cambio de tendencia, pues las cifras de desnutrición crónica habían estado estables desde hace muchos años.” De ahí, se salta a la conclusión: “De hecho, la tasa de reducción de desnutrición crónica no superaba el 0,4% anual (para el periodo 1986-2012)… Este año ha sido del 1,7%, más de cuatro veces la tendencia anterior”.
No se puede comparar una encuesta parcial (166 municipios priorizados) con las estadísticas de las Encuestas Nacionales de Salud Materno Infantil –ENSMI– (1.7% contra 0.4%). Un descenso de 1.7% alcanzado en un área restringida contribuye muy poco (descenso en décimas o centésimas) al indicador nacional. ¡Cuidado! Lo que el artículo llama “cambio de tendencia” resulta apenas un mínimo cambio.
El documento del IFPRI/CEPAL no es una evaluación de impacto sino una medición de indicadores en 166 municipios en los que se asume que el Pacto Hambre Cero se implementa, y le confiere crédito por ello. Pero los mismos funcionarios reconocieron que no eran datos a nivel nacional ni el estudio va acompañado de correlaciones entre los datos de desnutrición crónica y las variables de grado de implantación y cobertura del Pacto y la adherencia de la población a las acciones del mismo.
¿Pueden lanzarse las campanas al vuelo con los resultados recién presentados? Comparemos el estudio de línea de base (2012) y el presentado el 26 de julio:
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Resultados 2012
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Resultados 2013*
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Prevalencia Total
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59.9
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58.2
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Por residencia:
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Rural
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62.4
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63.5
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urbana
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50.6
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44.5
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Por Grupo de Municipios
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Municipios grupo 1
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74.9
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72.5
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Municipios grupo 2
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67.5
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68.8
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Municipios grupo 3
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50.3
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47.9
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Por grupos de edad
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3 a 5.9 meses
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32
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35.5
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6 a 11.9 meses
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38.7
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42.1
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12 a 23.9 meses
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60.4
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62.7
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24 a 35.9 meses
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68.5
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64.8
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36 a 47.9 meses
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65
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61.4
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48 a 59.9 meses
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63.4
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58.6
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*Las cifras en negritas corresponden a las prevalencias que ¡mostraron retroceso!
El documento en la presentación y análisis de resultados advierte que la reducción de 1.7% está en función de la población urbana (retrocedió lo rural) y del grupo de edad mayor de 2 años (no los beneficiarios de la Ventana de los mil días). Es decir, la población beneficiaria de la Ventana de los mil días no muestra impacto, al contrario, muestra un retroceso en los tres subgrupos de edad.
De manera que la medición ratifica algo dicho por varias organizaciones, incluyendo ALIAMNISAR (Alianza nacional de organizaciones de mujeres indígenas por la salud reproductiva, la nutrición y la educación ) y Fundesa (Fundación para el desarrollo de Guatemala) en estudios independientes publicados en mayo y junio, que fueron inmediatamente descalificados: el componente clave para la reducción de la desnutrición crónica, la Ventana de los mil días, no se ejecuta en la magnitud, la escala ni la calidad requerida. La lectura correcta del estudio presentado es que el Sistema de Salud no es capaz de implementar adecuadamente los componentes que son su responsabilidad.
Otro párrafo: “El cambio de tendencia que representa el dato de desnutrición crónica se confirma por los avances consistentes en el otro ámbito del hambre: la desnutrición aguda estacional y sus muertes asociadas. En el primer semestre del 2014, el gobierno informó que se ha reducido un 23% la incidencia de la desnutrición aguda, aunque esta cifra ya es bastante baja en Guatemala (1,2%) y no es la primera prioridad, aunque es muy mediática”. Semejante afirmación es desconcertante y no se sustenta con ningún dato. ¿Cuántas entregas del Bono Seguro se han realizado en el corredor seco del oriente este año y cuántos proyectos de Generación de Empleo Temporal Comunitario se crearon? Menos del porcentaje de disminución de desnutrición crónica que se publicita como un éxito.
En cuanto a las estadísticas de mortalidad que el gobierno publicita, es bueno referirse al artículo ”Siete cucharas y medio centenar de muertos bajo la mesa”, publicado por Carolina Gamazo en este mismo medio.
No es con cambios cosméticos ni campos pagados que se refunda el Sector Salud. Sería un milagro divino y no un éxito político si se consiguieran mejores resultados con el sistema y el financiamiento actual. Los medios han publicado en estos días que no habrá extensión de cobertura de salud para el resto del año por falta de fondos para el pago de oenegés, por lo que alrededor de dos millones y medio de guatemaltecos quedarán sin la ya deficiente cobertura. Si en el corto plazo no hay certeza de sostener un sistema de salud mediocre, no podemos pensar que los magros efectos que pudiesen haber sido alcanzados sean ya una señal de tendencias hacia la erradicación del problema.
En cuanto a que “Guatemala haya sido considerada por segundo año consecutivo como el país más comprometido en la lucha contra el hambre tiene ahora un reflejo en los datos nacionales”, será importante identificar los indicadores para medir el compromiso político cuyo mérito corresponda al actual gobierno (y los que ha empujado hacia atrás). La mera promulgación de ordenanzas, y publicitar acciones puntuales no se traduce en apoyo político.
Uno más: “Fuera de Guatemala ya están empezando a valorar este compromiso, aunque dentro todavía abundan las voces críticas. Nadie es profeta en su tierra y los medios hacen su trabajo, que sirve a los políticos para no descuidarse”. Hay esfuerzos personales y financieros para hacer un lobby exterior robusto, pero malinterpretando a conveniencia los resultados y maquillando cifras oficiales no acabará con el hambre coyuntural ni crónico. En cuanto a las voces críticas, ya quedan pocas debido al cierre de espacios y a la persecución política y laboral de las personas que no contribuyen a endulzar los oídos de los tomadores de decisión.
Señor Vivero: esperamos la próxima entrada en que ha prometido “explicarnos” de mejor manera lo que no podemos ver en los estudios realizados. Entre tanto, un curso libre de epidemiología no estaría de más.
* El autor es un médico guatemalteco a quien la vida le ha dado la oportunidad de ser testigo del heroísmo del pueblo. Con posgrados en Palestina e Inglaterra y estudios de doctorado en la Universidad del Quiché y Chiquimula. Ha estado a la par de las familias que lloran un ser querido desaparecido y la desaparición de la esperanza de una cosecha tragada por la sequía. Ha desarrollado modelos de atención psicosocial, sistemas de información y alerta temprana de Seguridad Alimentaria y Nutricional y lo que la vida le va poniendo día a día, para construir un mundo más justo.
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