En efecto, acá en la UCA se llevó a cabo la lectura de la sentencia producto de la quinta ocasión en que se celebró dicho evento. Simultáneamente se hizo lo mismo en España; en Brasil también se contactó a Carol Proner, juez del Tribunal, y Belisario Dos Santos –también juez– envió un mensaje audiovisual al acto que se desarrolló en la ciudad de Valencia. Esta experiencia fue, de alguna manera, la globalización de la legítima lucha de quienes antes y durante la guerra enterraron familiares o de quienes después siguieron buscando familiares para desenterrarlos.
El esfuerzo desplegado por José María Tomás y Tío –presidente del Tribunal– en compañía de José Ramón Juániz, miembro del mismo desde que inició hace cinco años, convocó a Encarnación Fernández –Directora Master de Derechos Humanos en la Universidad de Valencia– y a la Decana de la Facultad de Derecho en dicha casa de estudios, María Elena Olmos. Esas dos mujeres y esos dos hombres comprometidos con este esfuerzo transnacional y transicional, estuvieron al frente de una audiencia de casi el centenar de personas interesadas en aprender de las víctimas salvadoreñas.
En medio del acto, hubo tres intervenciones desde este lado del mundo: las de Gerardo Leiva y Digna Recinos, víctimas sobrevivientes de tanto dolor y terror en Santa Marta, Cabañas. Este servidor también habló para enviar un saludo alegre y optimista, porque la semilla que se sembró en el marco del trabajo de la Comisión de la Verdad ha crecido, cultivada por las víctimas y abonada con la solidaridad de personas e instituciones en Brasil, España y Paraguay, sobre todo; también en Estados Unidos de América. Alegre y optimista, también, porque los grandes temas de la verdad, la justicia y la reparación para las víctimas –que siempre han estado en la agenda de éstas– ya lo están también en el del Estado salvadoreño cuando se observan señales mínimas y tímidas, si se quiere, pero positivas y afirmativas a fin de cuentas.
Entonces, no queda más que seguir adelante. Las personas, expresé, pasan; pero si logramos contribuir en algo a que las causas se queden, nos vamos con la frente en alto y el corazón henchido de satisfacción y esperanza. Pero más allá de lo que yo pude haber dicho, importa sobre todo conocer parte de lo que dijo Digna a quienes colmaron el espacio físico en la Universidad de Valencia.
“Yo creo –manifestó– que todas las personas como yo que hemos sufrido, merecemos que se haga justicia. Sabemos que a nuestros familiares no los tenemos junto a nosotros pero, primero Dios, algún día va a haber justicia […] Yo solo agradecerles mucho a todos ustedes, a todos los diferentes jueces que estuvieron en este Tribunal, agradecerles infinitamente porque yo nunca pensé que iba a estar frente a un tribunal denunciando la injusticia que yo vi con mis hermanos”.
En ese instante, de a poquito, las lagrimas comenzaron a rodar sobre el rostro de Digan; también, de a poquito, continuó diciendo: “Me duele pero tengo que seguir luchando. Y que, primero Dios, estos criminales van a pagar. Eso sí, tengo la fe en Dios […] Y los espero en mi comunidad. Que así como vine aquí, voy a luchar para que otras personas denuncien como yo lo hice”. Y hospitalaria, Digna terminó así: “Yo espero que mi comunidad es su casa y primero Dios nos vamos a ver ahí”.
Al siguiente día de la presentación concurrente de la sentencia, el presidente del Tribunal notificó desde Valencia que el acto en esa ciudad –además de ser transmitido íntegramente y estar ya en la página web de la Fundación por la Justicia– tuvo un significativo impacto mediático. Televisión Española grabó parte del mismo y entrevistó a los citados jueces del Tribunal que estuvieron en el evento. El País, importante periódico español, le solicitó a una de las periodistas presentes que escriba un artículo al respecto. Hay, además, otras notas que ya están circulando en Internet.
En Valencia, además, presentaron un video preparado en el IDHUCA con imágenes de las sesiones que tuvieron lugar el año pasado. El fondo musical del mismo era la versión de Sanampay –histórico grupo mexicano y argentino de aquellos años “setenteros”, pletóricos de joven rebeldía del poema “Libertad”, escrito por Paul Eluard en 1942. Una de sus estrofas, dice así: “Por la idea perseguida, por los golpes recibidos, por aquel que no resiste, por aquellos que se esconden… Por el miedo que te tienen, por tus pasos que vigilan, por la forma en que te atacan, por los hijos que te matan, yo te nombro… ¡Libertad!”
¿Por qué ese poema? Pues porque la libertad nunca será completa ni cierta, mientras no se liberen también la verdad y la justicia del lugar donde hasta hoy permanecen secuestradas. Por eso y por todo lo que cuesta rescatarlas, es libre la decisión de las víctimas de luchar para ello sin importar ni el cómo ni el cuando, pero sí el porqué: porque solo así alcanzarán la reparación integral que les niegan quienes les causaron terror y dolor, quienes protegieron a los criminales con la impunidad y quienes no tuvieron el valor para revertir eso cuando pudieron. Y porque solo así liberarán a El Salvador de un peligro cierto que amenaza el porvenir: la repetición de esa historia. Cuando la libertad plena es reclamada, algún día será ganada.
* Publicado en Contrapunto, el 26 de febrero de 2014.
Más de este autor