¿Cuántos de nosotros no tenemos amigos y/o familiares guatemaltecos repartidos por todo el país, que buscan vivir una vida plena fuera del estigma y de las sombras, integrada al resto de la sociedad estadounidense en igualdad de condiciones?
El pronóstico del tiempo en Minneapolis no era muy alentador esa mañana de nubarrones, como tampoco lo es en muchos aspectos la reforma misma. Pero el llamado por el respeto y la dignidad para cientos de miles de familias y trabajadores inmigrantes era una obligación cívica, un mínimo esfuerzo por apoyar a quienes todavía creen en la reforma, contradiciendo una y otra vez hasta al más escéptico a estas alturas, de que algo se logrará en Washington. Como sabemos, una minoría del Congreso estadounidense tiene paralizado al gobierno federal y la reforma migratoria no debe figurar muy alta en las prioridades de los políticos, quienes sólo tienen menos de dos semanas para decidir si alzan o no el tope de la deuda presupuestaria y prevenir el cataclismo.
Las marchas y protestas en este rincón del país son muy peculiares. He participado en varias manifestaciones, especialmente durante los años Bush contra la guerra en Irak. El ambiente por lo general es cívico y festivo. Esta vez me encontré con algunos paisanos y mi amiga me comentaba sorprendida lo ordenado de la cuestión. Se paralizaron algunas arterias de la ciudad, se interrumpió el tránsito en las principales avenidas, y la policía básicamente se mantenía alejada de la marcha. Y cómo podía no serlo, cuando en la marcha había niños, ancianos, religiosas, estudiantes y trabajadores. Vimos caras de descontento, gente molesta porque interrumpíamos su rutina, pero esa es la intención: no dejar morir el sueño.
Marché detrás de la pequeña delegación de niños estadounidenses de origen guatemalteco cuyos padres son indocumentados. Los chicos han viajado desde Minnesota a Guatemala para visitar a sus abuelos y el cineasta Luis Argueta prepara un documental sobre su odisea. Aunque me hubiera gustado conversar con la delegación de Abuelos y Nietos Juntos venida desde Worthington en una zona rural del estado, el ritmo era muy acelerado. Los niños iban obedientes siguiendo a las otras delegaciones y miraban maravillados por primera vez los altos edificios de la ciudad y el frenesí que era la marcha.
Así que estuve preguntando a algunos participantes a mi lado por qué creían todavía en este largo vía crucis. Una mexicana me contó que se sentía defraudada porque los cambios eran muy lentos pero que su situación de indocumentada y de incertidumbre la empujaba a seguir trabajando por esa aspiración. Cuando le pregunté cuáles eran los principales puntos que ella consideraría como un éxito de la campaña, me comentó que detener las deportaciones, extender la “Acción Diferida” y proporcionar más certeza a los trabajadores, serían un buen inicio. Habiendo leído que en California se acaba de aprobar una ley que autoriza la licencia de conducir para los indocumentados, me decía que ya sólo con ello, los esfuerzos valdrían la pena. Y si bien el camino hacia la ciudadanía era importante, ella no lo veía como una prioridad, sobre todo cuando sabe que el proceso sería muy largo en casos como el suyo.
La marcha culminó con una serie de llamados por parte de representantes de las organizaciones que convocaron el evento. Llama la atención que aquí la Cámara de Comercio (algo así como los cacifes) ha sido una de los principales aliadas en la campaña. Es un buen signo de pragmatismo ver en el mismo estrado a líderes sindicalistas a la par del representante de los comerciantes y empresarios, unidos estratégicamente en un mismo propósito junto a otros sectores de la sociedad civil.
Una de las lideresas recordó la marcha encabezada por Martin Luther King Jr. por los derechos civiles hace 50 años. Esperemos que la concentración de hoy en Washington y el éxito de las más de 140 marchas en 40 estados el pasado fin de semana, hayan dejado claro el mensaje de lucha de las familias migrantes. Que no tengan que pasar otros 50 años para que millones de personas se exclamen: ¡Libres al fin, libres al fin!
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