En la misma ocasión, se presentó a los delegados participantes una serie de resoluciones atinentes a la ética —personal y pública—, tales como la práctica del aborto y la violencia ejercida contra las comunidades de personas lesbianas, homosexuales y con otras variantes de conducta sexual. También, acerca de la discriminación. Resoluciones que los países miembros podían respaldar o rechazar.
Hubo mucho protocolo, sonrisas, saludos, luces y alfombras rojas pero, en relación a nosotros, guatemaltecas y guatemaltecos, la agenda podría haberse quedado en pañales. El Gobierno no socializó previamente acerca de sus posibles aportaciones y la mayoría de la población desconocíamos de qué se iba a tratar. Las suposiciones fueron el platillo de los días previos a la inauguración de la Asamblea y a la fecha, la duda parece ser la abeja reina del panal que zumba en nuestra cabeza.
Zumbido de abejas porque, es inexplicable que no se ponderara el tema ecológico entre las cuestiones tratadas —y no concluidas— concernientes a las drogas, la discriminación, la legalización del aborto y el matrimonio entre personas de un mismo sexo. Y a las cuestiones inconclusas, no sabemos a nivel de nuestro Estado, quién o qué instituciones darán el seguimiento del caso. De no hacerse, se habrá tirado todo ese esfuerzo —económico y logístico— a la basura.
Otra cuestión digna de haber sido tratada es la tocante a los recursos hídricos. Nuestras cuencas no son exclusivas de un país. Ríos como el Usumacinta importan a enormes territorios de uno, dos y hasta tres países. Los lagos y los mares, aunque estén dentro de los confines de un Estado, impactan en el clima y el ambiente de todo el Continente. Habría sido relevante evaluar el caso del Río Polochic, otrora navegable ascendiendo hasta Tucurú, convertido hoy en un virtual desaguadero de industrias cañeras y de Palma Africana. Dicho río desemboca en el Lago de Izabal y éste desagua al Mar Caribe, concretamente en la Bahía de Amatique.
La Bahía de Amatique, de 714 kilómetros cuadrados y con una profundidad de 20 metros promedio, tiene un enorme grado de contaminación. Ésta proviene de las basuras que se vierten sus estuarios, los desechos producto de las actividades portuarias (Santo Tomás de Castilla y Puerto Barrios) y los ríos de aguas negras que desembocan en ella. Es funesto el caso del Río San Agustín, que lleva en su corriente los desagües del Hospital Regional de Puerto Barrios.
Y como consecuencia, habría podido tratarse el tema de las hidroeléctricas, la minería y hasta las tensiones sociales provocadas por la mala administración de los territorios donde se desarrolla o se pretende instaurar dicha actividad.
Así las cosas, la Organización de Estados Americanos debe poner los pies sobre la tierra y dejar de ser el elefante blanco que sólo consume pero no aporta soluciones, ni tiene la capacidad para poner orden en casa. Aún recordamos con tristeza y cólera, cómo fue incapaz de poner en práctica el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) cuando Argentina fue agredida por la Pérfida Albión en 1982. Dicho tratado reza en su artículo 3.1.: “En caso de un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas”.
Siempre no. La derrota golpeó a Argentina y a la conciencia de Latinoamérica entera porque, cuando se debió haber puesto en marcha el Tratado en mención, potencias americanas como Estados Unidos, evitaron la confrontación con Inglaterra y no sólo eso, en el caso Los primos del norte, hasta prestaron la Isla Ascensión, en el Atlántico, para que barcos y aviones ingleses se abastecieran.
Guatemala: Gobierno, pueblo y Estado, tenemos que ser más realistas. Debemos evaluar las razones por las cuales nuestros casos jurídicos de alto impacto tienen que ser juzgados y solucionados fuera del país (Carlos Vielman, Erwin Sperisen, Javier Figueroa) y no podemos con un juicio de genocidio donde, hasta la misma Corte de Constitucionalidad se metió en un embrollo que dejó más duda que certeza. Debemos discernir por qué razones, a ojos vista, estamos permitiendo que nuestras fuentes de vida como el agua se conviertan en lodos y estercoleros. Debemos de aclararnos los motivos por los cuales permitimos que el corazón de la madre tierra sea horadado y explotado sin que tal explotación —y expoliación— deje réditos a los legítimos dueños de la tierra que hoy por hoy, están muriendo de desnutrición.
En pocas palabras, debemos ser menos utópicos porque esas quimeras, como la que acaba de finalizar en Antigua Guatemala, son muy caras para nosotros que estamos pasando del Tercer al Cuarto Mundo. Y de colofón, de nada nos sirven.
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