Si mal no estoy, fue después de probar el fruto prohibido que Adán y Eva descubren que están desnudos y sienten vergüenza.
A veces hace falta un hecho trascendental para que uno caiga en la cuenta de cómo verdaderamente son las cosas y se desengañe totalmente.
Necesita uno que lo saquen de su esfera de ilusión, para darse cuenta que aunque el león esté tomando agüita fresca con las ovejas y los conejitos estén saltando por el prado y las mariposas revolotean sobre un montón de flores en una escena donde hay estratégicamente colocadas varias personas de todas las razas (aquí se me viene a la mente una biblia para niños que pasaron regalando los testigos de Jehová un día que se les acabaron las Atalayas), las cosas no son como uno creía.
Y creo que eso pasó a muchos en Plaza Pública ahora que el director tomó la muy explicada pero incomprensible decisión de cerrarle el blog a un columnista.
Se reventó la burbuja de ilusión y Plaza Pública demostró que no es muy diferente a tantos otros medios en tantas otras partes del mundo. Plaza Pública, como tantos otros medios, responde a un poder superior.
A mí la burbuja me la reventaron semanas atrás, cuando un colega me avisó que tenía que pedir permiso a mi empleador (la empresa para la cual trabajo a cambio de dinero) antes de poder bloguear. Ahora que ya está resuelto el tema, puedo continuar con mi columna. Eso sí, con algunas limitaciones impuestas por mi empleador (que es quien me paga, quien me da mi sueldito mes a mes, porque en Plaza Pública, ay dioooooooos, hasta ahora ni un calendario me han dado) y, ahora, las impuestas por Plaza Pública y antes otras que me impusieron mis patojos.
Es duro darse con la piedra en los dientes y darse cuenta de que uno no es tan libre para decir lo que piensa de algunos temas, por unos u otros motivos.
Ya el director de Plaza Pública dio sus razones para no publicar la columna y, para más inri, no permitir que nunca más se le dé espacio en el medio. Strictu sensu podría decirse que tiene razón. Él puso unas reglas y el columnista no se atuvo. Visto así, causa-consecuencia, se va el columnista por no saber respetar esos límites.
Pero a mí no me queda otra que decir que no estoy de acuerdo con que se cierre un espacio de opinión. Por principio, no puedo alegrarme, no puedo estar de acuerdo con el director, no puedo decir que se justifica. Es decir, si un texto es considerado ofensivo o no apto para su publicación, pues lo peor que debería pasar es que no se publique. Quitarle definitivamente el espacio, no sé, se me hace tan drástico.
Me hubiera gustado ver que el director se equivocara en favor de la libertad de expresión y no al revés. Me hubiera gustado escribir esta columna sin que existiera un precedente en el que un medio tan joven, tan dinámico y que se precia de tanta amplitud no hubiera sentado un precedente como este.
Viendo al futuro, creo que lo mejor sería que el director explicara con la mayor de las claridades cuáles son las cosas de las que se puede hablar y qué cosas es mejor ponerlas en Twitter.
Aunque sostengo que, teniendo la información que tengo, cerrar el blog fue un error grande, no creo que se solucione dándole la espalda al medio y castigando al proyecto de Plaza Pública. Creo que el director necesita el apoyo de todos quienes han participado y han dado vida al proyecto desde las páginas de opinión y las informativas. Pero ese apoyo tiene que estar atado a una vigilancia sobre el camino por donde quiera llevar al medio en el futuro.
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