Esto responde a una situación histórica, al ser esta ciudad el principal puerto donde llegaban los barcos desde Latinoamérica. Nueva Orleans ha sido un punto clave para la entrada de ciudadanos que provienen de muchos lugares; su origen es producto del mestizaje, lo cual le asigna un carácter que no se encuentra en ninguna otra ciudad de Estados Unidos. Los primeros hondureños seguramente llegaron junto con los embarques de banano, los de esta generación son una tercera o cuarta oleada. Muchos de ellos ya lograron llevarse a sus familias, otros se encuentran solos o con parte de sus núcleos. Solo basta con salir a la calle o subirse a un tranvía para constatar la presencia de los catrachos.
En agosto de 2005 esta ciudad fue azotada por el huracán Katrina. Aún pueden verse las enormes zonas que quedaron devastadas. Enormes edificios de oficinas y hoteles que quedaron abandonados, cines y teatros famosos de la época de oro que fueron inundados, algunos volverán a abrir sus puertas, otros permanecerán esperando mejores momentos y cambio de finalidades. Casi la totalidad de sus habitantes salieron precipitadamente y muchos no regresaron. Ello se nota en sus tranquilas calles y en el poco movimiento comercial que se hay en el centro de la ciudad. La inversión pública ha sido enorme; es evidente que la ciudad está del lado de la recuperación acelerada. A cinco años y medio de lo sucedido, los esfuerzos federales y estatales marcan profundos contrastes respecto de lo que acontece en nuestros países a propósito de desastres naturales, donde pasan tiempos mayores sin que los cambios sean mínimamente perceptibles, tal como ha sucedido con los desastres causados por las tormentas Mitch y Stan en 1998 y 2005, respectivamente.
Los recursos presupuestarios utilizados durante el Katrina motivaron importantes actos de corrupción. Llama la atención que varios funcionarios estatales y del nivel local están detrás de las rejas. Diversos políticos de alto nivel, especialmente republicanos y cercanos al expresidente Bush y al exvicepresidente Cheney, están entre los listados de personajes corruptos que obtuvieron importantes capitales a raíz del desastre natural. Se detectaron casos donde se beneficiaron a sus familias o amigos con contratos y favores, y otras violaciones del código de ética de la función pública. Empresas ligadas al clan Bush y a sus funcionarios de primer nivel hicieron negocios ilícitos con las catástrofes producidas por el Katrina. El gobernador del Estado y los principales funcionarios de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) estuvieron en el ojo de las irregularidades. Recordemos que la administración republicana gastó diariamente más de US$250 millones en sus operaciones de rescate y reconstrucción en los estados del golfo de México.
Similar a lo que ocurre en nuestro lastimado país, a raíz del Katrina, el sector privado fue de los grandes beneficiados. Seguramente, estas inversiones fueron reales en algunos casos e invisibles en otros, donde el tráfico de influencias estuvo a la orden del día. El atractivo fueron los cerca de US$200 mil millones en recursos federales usados para la reconstrucción de la zona. Todo ello le valió al Sr. Bush iniciar la caída en sus mediciones de apoyo, a lo que se sumó el posterior rechazo a la ocupación de Irak.
Este territorio norteamericano nos ofrece imágenes distantes y otras cercanas a nuestra realidad, pero nos demuestra que aunque los políticos tienen rasgos comunes la diferencia fundamental estriba en el carácter y profundidad de las instituciones. Los fantasmas de la impunidad están presentes en cualquier territorio, pero la capacidad de amenazar la vida ciudadana depende de la existencia de un Estado que controle y convierta los obstáculos en potenciales para su fortalecimiento.
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