Mi primera impresión, fue claro, la del asombro. No estoy segura aún, si hay cinco o seis pianos, dos de estos “grandes pianos” o pianos de cola, como los llamamos comúnmente. En dos o tres habitaciones, varios chelos, violines, atriles y otros instrumentos, a veces, desparramados ahí, por el suelo. Por supuesto, la decoración también hace referencia a la música.
Ella, la esposa, madre además de cuatro hijos -la menor de 18 años-, es maestra de música en una escuela pública; y luego de...
Mi primera impresión, fue claro, la del asombro. No estoy segura aún, si hay cinco o seis pianos, dos de estos “grandes pianos” o pianos de cola, como los llamamos comúnmente. En dos o tres habitaciones, varios chelos, violines, atriles y otros instrumentos, a veces, desparramados ahí, por el suelo. Por supuesto, la decoración también hace referencia a la música.
Ella, la esposa, madre además de cuatro hijos -la menor de 18 años-, es maestra de música en una escuela pública; y luego de ahorrar durante varios años, se permitió el lujo de tener uno sabático. El esposo es pianista y dirige un coro. La hija mayor toca el corno, y en estos momentos está en África; la segunda y la cuarta interpretan el violín; y el hijo, que recién ha iniciado sus estudios de medicina, y a quien aún no conozco personalmente, toca el piano. Los novios de dos de las hijas también son músicos. Así se cierra el círculo completo de notas musicales.
Esta situación me hizo recordar la historia de algunos de nuestros músicos célebres y su entorno familiar. La del recién fallecido Sarmientos, por ejemplo. Y me ha hecho ver cómo, a pesar de las distancias y de los viejos y nuevos mundos, de los ambientes más o menos propicios y de las ayudas o los apoyos, en el campo del arte como en otros, para que alguien alcance cierto nivel de éxito juegan una suerte de factores que, a veces, tiene más que ver con cuestiones extra-artísticas como la buena suerte, los contactos, estar en el momento y en el lugar indicados, incluso las decisiones personales, que con el nivel del talento propiamente dicho. No es el caso del maestro Sarmientos, por supuesto, pues en él y sus hijos, es un deber reconocerlo, se conjugan los talentos al unísono.
En el caso de esta familia en Alemania, en los pocos días que tengo de convivir con ellos, he podido ver que existe un alto nivel de compromiso y, hasta donde he podido escucharlos, todos me suenan a músicos profesionales dedicados y talentosos, pues además dan conciertos en iglesias y en las universidades, entre otros lugares. Sin embargo, desconozco las razones por las cuales mantienen algo que yo denomino como “bajo perfil”, pues viven el día a día como cualquier otra familia de profesores. Es decir, que con ello se resquebraja el estereotipo que, reconozco yo, tenía sobre el éxito de los músicos en Europa. Mi desconocimiento se debe, además, a que no sé hablar alemán y ellos no hablan español y mi inglés es insuficiente para conversaciones mayores y profundas, por lo que escribo solo lo que intuyo.
Una noche, eso sí, tuve un concierto privado en mi habitación, pues al lado de la mía está la sala de música. Era el joven hijo que llegó a tocar en el piano de cola para “desestresarse” de sus estudios de medicina. Sin duda, estos deben ser muy agotadores, pues varias noches más me ha deleitado con Bach, Chopin y Mozart. En otras ocasiones es el padre, quien toca jazz. A veces parece una escuela de música, pues en cada habitación, alguien practica con su instrumento.
Mientras tanto hoy, mientras escribo en medio del frío que recién empezó a descender del cielo como un manto de neblina implacable, escucho al fondo las cuerdas de los violines y el chelo que impregnan con sus armónicas notas el ambiente, y disfruto de estos días y estas noches de música y encanto.
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