Traigo a colación ese hecho por lo que implica el sentido de la muerte. En mi caso, no se trató de un evento sorpresivo, aun cuando no se está listo para semejante anuncio. El avance de la enfermedad, aunque lento, era evidente. Quizá equivocado, pero pienso que la etapa final de su enfermedad fue corta, fue su única crisis.
La muerte se expresa de diversas formas. En ocasiones se asume como natural, fase a la que llegaremos todos, etapa natural de la vida, paso de lo físico a lo espir...
Traigo a colación ese hecho por lo que implica el sentido de la muerte. En mi caso, no se trató de un evento sorpresivo, aun cuando no se está listo para semejante anuncio. El avance de la enfermedad, aunque lento, era evidente. Quizá equivocado, pero pienso que la etapa final de su enfermedad fue corta, fue su única crisis.
La muerte se expresa de diversas formas. En ocasiones se asume como natural, fase a la que llegaremos todos, etapa natural de la vida, paso de lo físico a lo espiritual. En otras, es algo abrupto, doloroso, expresión de lo despiadado. Esto lo ejemplifico con la ola de suicidios de infantes que se ha dado en los últimos meses, que afecta especialmente a los que históricamente vienen sufriendo en vida la acumulación de penurias. Si se trata de reacciones frente a las agresiones y el bullying escolar, si es por abandono familiar, si son reacciones de contrariedad frente a una sociedad que constantemente evade sus responsabilidades en contra de los más vulnerables. Todo eso queda en el plano de las especulaciones. Lo concreto es que se han perdido vidas, cuyo desarrollo y futuro se han truncado abruptamente. Son las etapas finales de profundos dramas humanos, que evidencian precariedades y profundos retrocesos que tenemos como sociedad.
El ultraje y asesinato de la niña Andry Yaretzy Lemus Vásquez, acaecido en Flores, Petén, indigna, preocupa, lastima. Duele porque se trata de una infante, una vida que se interrumpe por el accionar de un ser abominable. Pero afecta más cuando se piensa, que a diferencia de las muertes en serie que suceden en países como Estados Unidos como expresiones de disfuncionalidad; en nuestro caso, son expresiones de lo funcional que somos como sociedad, donde la muerte es cotidiana, día a día se expresa como mayor dramatismo, pero asigna poder a sus responsables. La muerte muta aceleradamente, se combina con otros elementos como la indolencia y el debilitamiento de las instituciones para cobrar renovadas energías y permanecer inmune. ¿Por cuánto tiempo más? ¿Qué hace falta para poner coto a estas muestras de salvajismo?
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