Presupuesto, elecciones y un gobierno muy corrupto es una combinación que nos amenaza y me temo que no hemos dimensionado la magnitud del peligro.
Que durante las elecciones se agudiza e intensifica la corrupción, es parte de la sabiduría popular. Pareciera que hemos desarrollado tolerancia a que durante las elecciones se malverse el presupuesto público para financiar la parafernalia electoral. Por ello, casi no da lo mismo que el jueves pasado el Ejecutivo haya entregado al Congreso el proyecto de presupuesto para 2023.
Es un documento mayoritariamente técnico de cientos de páginas, cuya lectura resulta inaccesible para la gran mayoría de gente en Guatemala. Pero, en sus laberintos normativos y danzas de millones, están los mecanismos con los que gente como Alejandro Giammattei busca quedar impune de sus crímenes, y disfrutar de las riquezas que ha acumulado ilícitamente. Además, también están Miguelito Martínez, Consuelo Porras, diputados, ministros, gobernadores, alcaldes, síndicos y concejales del oficialismo actual, que no se quieren ir, y que ya están ensartando garras y colmillos a sus puestos y cargos para aferrarse al poder.
Pero nuestra verdadera desgracia no es lo que ya nos robaron, sino que no están en pie de guerra para defender sus huesos. Nuestra peor desgracia es que andan tranquilos, confiados, ebrios de poder, porque la ciudadanía, la única que los podría llevar a enfrentar la justicia, permanece aletargada, pasiva, apática y concentrada en su diario sobrevivir. Se les incluye en la lista Engel, y les ha dado igual, o peor, ¡risa les da!
Ver a la numerosa pandilla que encabeza y dirige Giammattei atrae, como el estiércol a las moscas, a otros muchos que también quieren disfrutar con impunidad y tranquilidad de la riqueza ilícita extraída del presupuesto público. Ya están dándose de codazos, se apiñan alrededor de personajes como Miguelito, le dan besos y le atan los zapatos en público, como una competencia en la que gana el más rastrero y servil.
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Pero, para que todo este aquelarre inmundo de corrupción y podredumbre funcione como ellos quieren, se requiere mucho dinero. Muchísimo más del que requiere una campaña electoral legítima y honesta. Y ellos ese dinero sólo pueden obtenerlo quitándonoslo a todas y todos, es decir, robándose el presupuesto público. Por esta realidad es que la discusión del proyecto de presupuesto para 2023 debería ser el punto de inflexión, el momento crítico para que la ciudadanía mida hasta qué punto esta dispuesta a tolerar el robo y la corrupción.
Sin embargo, lo que se requiere no es fácil y no faltará quien, con una cuota de razón, señale que la aspiración de que la ciudadanía se involucre activa y decididamente en las discusiones sobre la aprobación del presupuesto público, en realidad raya en lo ingenuo.
Pero los eventos de noviembre de 2020 nos dejaron una lección muy importante, seguro es difícil pero no imposible. Con esas jornadas quedó demostrado que, cuando la ciudadanía quiere sí que puede interesarse e involucrarse en la discusión del presupuesto público, por técnica que sea, porque sabe y entiende que es sobre el destino de algo que le pertenece, los impuestos que paga.
Así que, una vez más, como todos los años, tenemos este desafío. Pero en esta ocasión, con el énfasis en que debemos discutir un presupuesto público que se ejecutará en el año electoral, por un gobierno que lo sabemos muy corrupto. Así que, dado que sabemos esto, la responsabilidad de lo que ocurra o deje de ocurrir, también nos alcanzará a todos y cada uno de nosotros.
Lo logramos en 2020. Interesémonos e involucrémonos en la discusión del presupuesto para 2023. ¡Es nuestro presupuesto!
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