En ese orden, la decisión del presidente Alejandro Giammattei de llamar al doctor Edwin Asturias para liderar la Comisión Nacional contra el Coronavirus fue muy acertada. Y se infiere, debido a la noticia, que la comisión está por conformarse. Ello nos da un respiro a los guatemaltecos ante tanto desconcierto provocado por los embrollos del Gobierno y los enredos de nuestras sociedades.
No conozco personalmente al doctor Asturias. Por lo que se ha publicado de su curriculum vitae, colijo que se graduó diez años después que yo. Por lo tanto, no coincidimos ni en la escuela de medicina ni en las áreas de práctica hospitalaria. Pero, a decir de maestros suyos, de sus compañeros y de sus alumnos, es uno de los mejores científicos que se pudo haber escogido para liderar tan necesaria comisión, dicho sea, en un momento muy difícil para hacerse de ella.
El éxito de esta dependerá, entre muchos otros factores, de tres muy importantes: el apoyo incondicional que tendría que proveerle el Estado; el acatamiento de las disposiciones por parte del Gobierno central, de los Gobiernos locales y de la población, y la no injerencia de personas que pontifican por todo y en todo teniendo pies de barro (es decir, sin conocimientos ni experiencia).
La misión de esta comisión no habrá de ser una mera bisagra para articular los esfuerzos del sector público y del sector privado a fin de paliar la epidemia. Tendrá que constituirse como una entidad científica, rectora, con mando y comando so pena de fracasar si no lo hiciere así. La razón es más que obvia: desde hace mucho tiempo la política partidista apagó en Guatemala la luz del intelecto. De esa cuenta, en la llamada Guatemala profunda las poblaciones, a causa de la ausencia del Estado, han generado hasta una especie de fuero propio para sobrevivir.
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La misión de esta comisión habrá de contemplar un inmediato, certero y efectivo sistema de información para la población urbana y rural. La enorme desinformación (provocada por torpezas o por intenciones aviesas) ha provocado que la gente buena sea insegura ante tantas fake news y tanto bulo. Da pena cómo en las redes sociales sobreabundan personas (muchas anónimas y otras demasiado conocidas por su capacidad de confundir) parloteando cómo tratar el coronavirus o adjetivando de izquierdistas a científicos como el doctor Asturias. ¡Vaya, pues! Pareciera (según esas personas perversas) que la Universidad de Colorado, la Johns Hopkins, la cátedra Jules Amer en Pediatría Comunitaria del Children’s Hospital Colorado y el capítulo Alpha Upsilon de la sociedad Delta Omega (Asturias es miembro electo de la facultad) —instituciones científicas a las que él pertenece o ha pertenecido— fueran un nido de políticos marrulleros como solo en Guatemala existen.
Esta comisión habrá de convocar (como ya lo está haciendo el vicepresidente César Guillermo Castillo Reyes) a científicos que puedan, bajo un sano ejercicio, sacarnos del atolladero en el cual estamos. Economistas capaces, por ejemplo (que puedan prever con equidad y justicia el futuro económico de Guatemala). Y no deberá permitir la injerencia de muñecos de ventrílocuo que solo responden a oscuros intereses que medran a costa del bien común o del bien ajeno y a los cuales la vida humana les vale un comino.
A Dios gracias, hay suficientes académicos capaces en Guatemala que pueden hacer cuerpo en dicha comisión. Los miembros de la Asociación Guatemalteca de Enfermedades Infecciosas lo han demostrado con creces.
Así las cosas, bienvenido sea el doctor Asturias y bienvenidos sean los científicos. Guatemala los necesita.
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