Decía Fernando que en el mundo se está configurando un nuevo sistema de poder mundial definido por el control de cuatro recursos estratégicos: combustibles fósiles, materias primas, alimentos y agua. Quien tenga control de estos recursos tendrá poder hegemónico. Esta es la batalla que estamos presenciando en este siglo.
En el 2004 mi familia se mudó a vivir a Cabo Verde, un archipiélago de islas de origen volcánico ubicado frente a las costas de Senegal. El clima es seco y caluroso, por lo que desde hace más de 30 años su población sufre sequías. A pesar de que vivíamos en una zona residencial de la capital, no teníamos servicio público de agua entubada. Cada ocho días pagábamos para que un camión nos llenara la enorme cisterna con agua desalinizada. Esa cantidad, sin embargo, se hacía nada en una semana, de modo que teníamos que racionarla. Aprendimos a lavarnos los dientes con un vaso de agua y a bañarnos en dos minutos. Esto, no obstante, era un verdadero lujo, pues muchos caboverdianos se bañaban poniendo sobre su cabeza una pequeña lata de agua y dejando que hilos del preciado líquido corrieran sigilosos sobre su cuerpo: un arte que jamás aprendimos. Los pocos aguaceros eran celebrados con alegría y la gente salía de todas partes a mojarse. Era un renacer de la esperanza, un acontecimiento único. Sentir las gotas de lluvia rodar por la cara era un milagro.
En Guatemala, por el contrario, abunda el agua, y quizá por eso no sabemos apreciarla. El país cuenta con 38 cuencas hidrográficas, 22 de las cuales se comparten con países vecinos. Sin embargo, en la mayor parte de estas cuencas transfronterizas la parte alta se encuentra en Guatemala, lo cual representa una gran oportunidad y un compromiso con los países vecinos.
Además, gran parte del territorio de Guatemala está atravesado por grandes barrancos que son captores de agua y contenedores de un gran capital ecológico. Pero, indiferentes a esta riqueza, los estamos convirtiendo en basureros por donde pasan riachuelos de aguas negras y contaminadas. La falta de infraestructura de tratamiento de desechos ha provocado contaminación y destrucción de los barrancos y de las fuentes de agua.
La Mesa de Barranqueros está integrada por distintas organizaciones sociales que trabajan por el resguardo, la prevención y la recuperación de los barrancos. Conscientes del valor del agua para el desarrollo humano, sus integrantes están haciendo un llamado a que se cumpla el acuerdo gubernativo 236-2006, que dispone la creación del «reglamento de las descargas y el reúso de aguas residuales y de la disposición de lodos». Dicha normativa, aprobada en el 2006, establece los criterios que deben cumplirse para la descarga y el reúso de las aguas residuales y para la disposición de lodos a fin de proteger los cuerpos receptores de agua de los impactos provenientes de la actividad humana. Sin embargo, hasta el día de hoy se sigue incumpliendo este mandato. La Municipalidad de Guatemala continúa postergando la creación de infraestructura necesaria, y el Ministerio de Medio Ambiente sigue concediéndole prórrogas cada año.
Como bien decía Fernando Carrera al cierre de su presentación, «es esencial que Guatemala deje de ser un espectador del mundo y se convierta en protagonista». Una de las batallas del futuro será por el agua, y nosotros la tenemos en abundancia. Tenemos que asumir control de nuestro destino, de nuestros recursos, de nuestras ventajas en el nuevo orden mundial. No podemos seguir evadiendo nuestro futuro.
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