¿Acaso la anticipación de una terrible semiosis cargada de odio, desprecio, ignorancia, colonialidad, intereses espurios y cinismo?
Por ejemplo, Pedro Trujillo o Sylvia Gereda seguro podrán decir “yo no soy racista, pero (…puntos suspensivos…) voy a crear opinión pública acusándolos a ellos de terroristas”. Y claro que es muy fácil decir yo no soy racista y repetirlo hasta que la mentira aparentemente se convierta en verdad. Y claro que hay que usar siempre el condicionante “pero” antes de limpiarse la cara. Porque decir yo no soy racista a secas no es tan fácil. Los supuestos periodistas de este ejemplo pueden decir a gritos “NUNCA DIJIMOS QUE LOS INDIOS SON TERRORISTAS, HUEVONES, O SUCIOS; NUNCA DIJIMOS QUE LOS MAYAS SON INDIOS O INDITOS, pero (…puntos suspensivos…) es que ellos sí son terroristas (porque nos inventamos estas pruebas)”.
Otro ejemplo que ilustra muy bien el punto es el del presidente del CACIF, Andrés Castillo. Es muy probable que el señor Castillo diga no ser racista (como también es probable que no lo diga). Pero si asumiéramos que sí lo dice, especialmente cuando se opone a la consolidación de un marco jurídico pluricultural, seguramente la frase que usaría sería la siguiente: “yo no soy racista, pero (…puntos suspensivos…) desde la Constitución no se dice también que este es el País de la Eterna Primavera y que llueve de mayo a septiembre; además ellos lo que quieren es trabajar (mejor si es para mí)”. Más adelante, Castillo podría decir “yo no soy racista porque todos somos iguales, pero (…puntos suspensivos…) nosotros los del CACIF somos más iguales que ellos. Es decir, apoyando a Trujillo y a Gereda, Castillo diría: “cuando yo protesto soy ciudadano igual a otros. Además, como somos iguales no soy racista, pero si ellos protestan son terroristas”. No hay que olvidar entonces a Orwel: All animals are equal, but some animals are more equal than others.
Eso lo demuestra Mónica Mazariegos en su columna de la semana pasada, cuando deconstruye un viciado editorial de elPeriódico, en el que se objeta la validez del uso de un recurso legal contra la ley de minería planteado por pueblos indígenas y sectores afines.
Yendo más allá, en Guatemala encontramos a aquellos que ni siquiera se preocupan por el pudor políticamente correcto. Por ejemplo, cuestionando algo parecido Llorca decía esta semana que “el atleta se convierte en un Talismán. Se busca el común denominador con el atleta, los detalles que le hacen similar al que postea ‘Orgullo Nacional en Facebook’”. Y Llorca tiene absoluta razón cuando afirma que el único común denominador es haber nacido en las mismas fronteras. Ya que la vuelta de la esquina de los nacionalistas circulaba en la red un oscuro mensaje escrito por Joel Oliva, que al hacer referencia al atleta decía: “a mi berguenza (sic) me da ver a ese indito, jejeje”. Ante lo cual, algunos nacionalistas respondían cosas como: “y vos no te has visto la cara de maxcuil de mierda” o “este hijo de puta se cree gringo”.
Y pareciera que la diferencia entre estos ejemplos es muy grande, pero en el fondo no lo es. Trujillo, Gereda o Castillo nunca van a decir en público cosas como las que dicen Oliva y sus haters nacionalistas. Ellos siempre van a negar que son racistas y van a agregar inmediatamente después a su afirmación un “pero” acompañado de unos “…puntos suspensivos…”. En última instancia podríamos incluso reconocerle a Oliva que es menos hipócrita que los otros porque dice lo que piensa sin intermediaciones, “peros” o “…puntos suspensivos…”. Pero el problema no es la sinceridad del racista, sino su racismo.
En otras palabras, la frontera entre una sociedad abiertamente racista y una sociedad con un racismo solapado es muy tenue. Mejor ejemplo que Guatemala posiblemente no hay. Porque en este país nunca vemos las efusivas reacciones de muchos de los que se encienden en patrio ardimiento por la música o el deporte ante las atrocidades que comenten ciertas personalidades de la élite económica o mediática contra guatemaltecos que desde siempre han sido vilificados por cuestiones de raza, sexo o clase. Nunca vemos una colecta para promover una idea como que el racismo debe de eliminarse desde la raíz y para siempre de este país. “Eso es de intelectuales resentidos”. Al contrario, lo que vemos es a políticos o empresarios pilas aprovechando el momento para posicionarse mediante la usurpación de glorias ajenas. Empresarios y políticos que en algunos espacios y ocasiones son abiertamente racistas, mientras en otros lo son de forma solapada.
Difícilmente vamos a llegar a algún lado diferente si este país continúa reproduciendo esa estructura urbano-céntrica, excluyente y racista, sea de forma disfrazada o sin tapujos. Porque muchos de los que hoy viven la gloria nacional, ayer le pudieron haber dicho al atleta “indio cerote, quítate de ahí porque estorbás”.
Mi propuesta es entonces que aprovechemos esta coyuntura de reflexividad colectiva para evitar que el Talismán siga siendo pasivo y no pase nada, parafraseando nuevamente a Llorca. Si leemos o escuchamos a un Trujillo, una Gereda, un Castillo o un Oliva deberíamos ponernos al frente y decirles en la cara: “¡señores, aquí ya no queremos más racistas!”. Es decir, de aquí en adelante le quitaremos el pero y los puntos suspensivos al “¡yo no soy racista!”
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