Los he visto llegar a extremos extraños en los que afirman que, por ejemplo, el comunismo de los países nórdicos es insostenible porque se «roba a quien sí produce» (me remito a esos simpáticos y propagandísticos términos de los que gustan tanto).
El supuesto argumento que defienden consiste en considerar que los servicios sociales (educación, salud, infraestructura) son encarecidos por la naturaleza burocrática del Estado, que además expropia a los individuos libres de su propiedad privada (la reificación de los conceptos es de ellos, no mía). En otras palabras, con base en una generalización falaz cuestionan a sociedades concretas que ofrecen bienestar prácticamente a la totalidad de sus ciudadanos arguyendo que, por ejemplo, un médico sale más caro allá que en Guatemala (donde todos sabemos, por cierto, que la salud o la educación son privilegios exclusivos de una reducida élite).
De ahí que no se cansen de repetir la formulilla de siempre: hay que terminar con las políticas sociales, privatizar los servicios y permitir que el dios de la oferta y la demanda acerque los precios al (cínicamente inalcanzable) equilibrio.
Lo que regularmente suele olvidar la neoliberalada es que, en términos sociales, la relación costo-beneficio (en países con Estados que sí se preocupan por el bienestar de sus ciudadanos) adquiere un balance positivo imposible de cuantificar en términos monetarios. Incluso siguiendo los manuales de catequesis ayauista o los libros randianos de superación de la baja autoestima veríamos que en esos países los ciudadanos se encuentran en mejor posición de competir en igualdad de condiciones. Es decir, la carrera es más igual si todos arrancamos desde la misma línea de salida. Esto se hace posible únicamente en la medida en que hayamos accedido a la misma educación (primaria y secundaria), salud, alimentación. ¿O no? El cálculo entonces no es tan sencillo como decir que en Noruega un maestro es cinco o diez veces más caro que en Guatemala. La relación costo-beneficio, en estos casos, es imposible de medir con el parámetro exclusivo del dinero.
Pero mi punto hoy no es contradecir del todo a los neoliberales. Detengámonos para beber otro poco del manantial filosofal que irriga su (supuestamente) infalible razón y preguntémonos qué institución del Estado no contribuye productivamente y consume una gran cantidad de recursos. Yendo más allá, ¿qué institución estatal ha atentado contra la ciudadanía sistemáticamente causando violencia, dolor y sufrimiento a un costo monetario altísimo (esto último de la monetización del sufrimiento es pura retórica; no quiero ofender a nadie que haya padecido de la violencia de Estado)? ¿Acaso el Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Cultura?
No, ninguno de esos ministerios que la neoliberalada desprecia ha causado tanto sufrimiento y asesinado de forma planificada a la población que supuestamente debería haber protegido. La única institución que ha cumplido con una tarea de ese tipo ha sido el Ejército de Guatemala.
Hagamos un breve repaso de historia: el Ejército apoyó la intervención extranjera en 1954 para proteger los intereses de la United Fruit Company y promovió el derrocamiento de un gobierno elegido democráticamente por los guatemaltecos. Desde los años cincuenta hasta los ochenta del siglo XX fueron fraguados, por altos oficiales del Ejército, golpes de Estado y fraudes electorales. El Ejército de Guatemala también desapareció a decenas de miles de guatemaltecos y asesinó a otros cientos de miles. Del Ejército de Guatemala han salido prominentes mafiosos, narcos y kaibiles que apoyan a organizaciones criminales internacionales como Los Zetas, entre otras bellezas.
Entonces, ¿dónde está el papel económicamente y/o socialmente productivo del Ejército? ¿Qué pasaría si nos deshiciéramos de ese lastre? ¿Nos invadirían los comunistas, Cuba, Chávez, Bin Laden, el Guasón o Lex Luthor? Desde la perspectiva que se vea, el resultado de la relación costo-beneficio que ofrece el Ejército de Guatemala es negativo. ¿Para qué sirve esta institución entonces? ¿Para mantener tranquilas las mentes de empresarios ansiosos? Más de alguien podría decir que sirve para apoyar a la Policía y la seguridad ciudadana, pero ¿qué tan significativo ha sido para la reducción de la delincuencia el aparecimiento de fuerzas militares en las calles de Guatemala?
Si vemos qué pasa en términos meramente monetarios, el panorama no se aclara tampoco. Según los datos oficiales correspondientes al presupuesto multianual 2012-2014, al Ministerio de la Defensa Nacional (MDN) le fueron aprobados este año 1 654.9 millones de quetzales. Para el año entrante se tiene proyectada una asignación de 2 394.5 millones. Es decir, en 2013 el presupuesto del MDN se incrementará un 44.7%. Por su parte, ministerios como Salud o Educación se mantendrán prácticamente iguales, mientras que a Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda le quitarán el 21.5%.
Entonces, considerando que el año entrante el presupuesto general crecerá únicamente un 3.3% (1 980.2 millones de quetzales), me pregunto: ¿a qué se debe este aumento desproporcionado para los militares? ¿Qué de bueno han hecho para ser premiados? ¿Y por qué nos castiga el Gobierno a los civiles de esa forma? ¿No es más importante invertir en educación, vivienda y salud en estos momentos tan difíciles? En suma, ¿para qué seguir gastando esa cantidad tan grande de dinero en una institución que no solo no sirve de nada, sino que tiene un déficit de costos (económicos y sociales) espeluznante en detrimento de la sociedad guatemalteca en general?
Tal vez sea hora de hacer finalmente caso a los neoliberales y eliminar rubros innecesarios. O mejor dicho, ya que no quieren pagar impuestos (incluida la neoliberalada), usemos el pisto de los chafas para cubrir los rubros sociales y contribuir a superar el déficit fiscal. ¿Ustedes qué piensan?
Más de este autor