Esta es, no obstante, la realidad de miles de guatemaltecos que debemos no solo pagar las cuentas mes a mes, sino también renovar ciertos documentos en época de pandemia.
Este año, para mi suerte (no diré que mala porque sería predestinarme), se vencieron varios de mis documentos de identificación: el pasaporte, la licencia de conducir y, a finales de año, el DPI.
Como tuve conocimiento de las dificultades para la renovación del pasaporte, hice una cita a inicios de julio pasado...
Esta es, no obstante, la realidad de miles de guatemaltecos que debemos no solo pagar las cuentas mes a mes, sino también renovar ciertos documentos en época de pandemia.
Este año, para mi suerte (no diré que mala porque sería predestinarme), se vencieron varios de mis documentos de identificación: el pasaporte, la licencia de conducir y, a finales de año, el DPI.
Como tuve conocimiento de las dificultades para la renovación del pasaporte, hice una cita a inicios de julio pasado. No obstante, la primera fecha disponible que me apareció en el sistema es para mediados de febrero de 2022. Dadas esas circunstancias, decidí no viajar porque no iría a realizar los trámites para obtener el sello de extensión ni someterme a las grandes filas y aglomeraciones que, según supe por algunas fuentes fidedignas, se hicieron en esos primeros días de incertidumbre.
Cambiaron las cosas y de pronto es necesario salir del país. Así, solicité la cita para que se extienda la validez temporal de mi pasaporte, y ello solo me abrió las opciones a una semana por demás complicada. Fui el día elegido una hora antes de lo previsto y, cuando finalmente logré entrar al parqueo donde extienden los pasaportes, la única información que recibí fue que me dirigiera a hacer la fila adonde estaba el cajero 5B. Lo que me encontré al acercarme solo puede definirse, de manera elegante, con una palabra: había, básicamente, una molotera. Nadie sabía nada ni pudo informarme sobre mi trámite. Era un total y completo relajo. Me mandaron a una fila que le daba vuelta al edificio y ahí esperé casi una hora sin saber qué más hacer. De pronto, para mi buena suerte, coincidieron un adulto mayor que dijo tener una cita y un empleado que recién se acercaba. Este envió a aquel al inicio de la fila, cerca del cajero 5B, y yo lo seguí. En menos de diez minutos ya tenía el documento y la información para que me presentara el día que me asignaron la cita para la renovación.
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Este jueves pasado, por otra parte, fui al trámite de la renovación de la licencia. La última vez, hace cinco años, todo transcurrió en unos tranquilos 15 minutos. Ahora, porque me dijeron que en la Roosevelt era un total descontrol, decidí ir a la agencia de Maycom de la zona 9. Intenté cambiar la cita, pero no se puede a través del sistema. Llegué una hora y media antes, con todos los papeles en mano, y todo fluyó con cierta normalidad para las condiciones de la pandemia. No obstante, cuando ya estaba frente al lugar donde entregaban las licencias, se observó que algo raro estaba pasando, pero no dieron ninguna información. Casi tres horas después, luego de ver que estaban entregando las licencias a personas que habían llegado mucho después que los que estábamos allí, empezamos a inquietarnos, a acercarnos (cero distanciamientos) y a indagar. Ninguna respuesta de los encargados. Parece que se había arruinado una máquina y, según dijeron el día anterior, se había ido el sistema. Protesté y algunos me hicieron eco. Nos preguntaron nuestros nombres y al cabo de un rato nos dieron el documento respectivo.
Llegué al parqueo, donde un señor me comentó que tuve suerte. Que es indignante lo que hacen con las personas teniéndolas allí hasta las ocho de la noche, me dijo. Deberían venir de los medios a cubrir lo que está pasando, le dije. Sí, me respondió. Es indignante, repitió. Usted tuvo suerte.
Por otro lado, me contestaron del Renap que debo presentarme a realizar el trámite respectivo a una agencia. Ya que como ciudadanos hemos permitido que instituciones tanto públicas como privadas violen nuestros derechos, comprendo que la única alternativa individual que me queda para el próximo trámite es encomendarme a Dios y a los arcángeles. Esto no es, por supuesto, ningún sarcasmo.
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