Ha de recordarse que la mayoría provienen de Asia, un enorme continente en el que se asientan culturas tan antiguas como la china (1800 a. C.) y la japonesa (660 a. C.). Y el espectro de sus escuelas filosóficas abarca desde las más ortodoxas, como el sistema filosófico sankhya (una de las doctrinas clásicas del hinduismo y que se estudia en sánscrito), hasta el neoconfucianismo, que es una filosofía moral, ética y metafísica que incorpora ideas budistas y taoístas.
Cada región de Asia tiene una historia en relación con los orígenes de las artes marciales que allí se practican, pero todas coinciden en que fueron creadas bajo la salvaguardia de dos contextos: uno espiritual y otro técnico. Y el contexto espiritual es muy claro en cuanto a que su práctica ha de ser para defenderse procurando el menor daño posible a quien ataca.
En la actualidad hay cerca de 12 tipos de artes marciales, incluyendo el capoeira, que es de origen afrobrasileño, y el muay thai (boxeo tailandés), considerado deporte extremo.
Todas tienen un estilo y sus propios códigos de ética y estética. Y por ello preguntas como «¿es compatible la práctica de un arte marcial con el ejercicio de la medicina?» o «¿es posible practicar un arte marcial y a la vez profesar una religión?» tienen una respuesta afirmativa. Porque el enfoque filosófico del arte va en absoluta armonía con la vida. Por ejemplo, ¿habrá alguna frase más tierna y sensible que, «si no puedes ser poeta, sé poema»? Me imagino que en la poesía lírica sí se encontrará, pero, proviniendo del kung-fu, su esencia filosófica va más allá del sentimiento intenso y se acrisola en la reflexión y el acierto.
Las artes marciales no son solo golpes y puñetazos. Son artes rituales que implican la incorporación de valores morales como la humildad, la cortesía, la verdad, la solidaridad y el respeto de la dignidad humana, entre muchos otros.
[frasepzp1]
Algunas han adoptado pensamientos filosóficos occidentales. Axiomas atribuidos a Leonardo da Vinci se escuchan en algunas escuelas. Hay dos muy particulares. Uno dice: «Fija tu rumbo a una estrella y podrás navegar a través de cualquier tormenta». Otro reza: «El que ama la práctica sin la teoría es como el marinero que sube a bordo sin timón ni brújula y nunca sabe dónde acabará». Es decir, las artes marciales también son eclécticas. Hacen acopio de conocimientos y valores de diverso origen.
Puedo decir que, gracias a la práctica de estas disciplinas (karate-do en mi adolescencia y kenpo karate hawaiano en mi tercera edad), se forjó en mí un carácter que me ha permitido reaccionar asertivamente frente a situaciones difíciles. Me han proveído equilibro físico, paz interior y capacidad de discernimiento. Y quienes me conocen personalmente saben que jamás he dado un golpe a un ser humano como no sea la percusión que todo médico debe realizar en el tórax o en el abdomen de un paciente cuando lo está examinando. Conste que son golpecitos finos, anteponiendo el dedo medio de la mano izquierda si el clínico no es zurdo.
Para finalizar, comparto dos enseñanzas de la filosofía Shaolin para que la mediten aquellos padres de familia que dudan con relación a si sus hijos deben o no practicar artes marciales. La primera alecciona así: «En un corazón que es uno con la naturaleza, aunque el cuerpo luche, no habrá violencia. Y en aquel que no es uno con la naturaleza, aunque el cuerpo repose, siempre habrá violencia». La segunda viene en consecuencia: «Por lo tanto, debes ser como la proa de un barco, que surca las olas y sin embargo la estela que deja no rompe el agua».
¿Acaso no les gustaría que sus hijos e hijas encarnaran estos principios y a la vez supieran defenderse de la mejor manera posible?
Hasta la próxima semana si Dios nos lo permite.
Más de este autor