Le doy un sorbo a mi primer café del día. Las noticias que vienen del Ecuador dan cuenta de un cisma en el gobierno de la Revolución Ciudadana. El presidente emitió un decreto en el que dejó sin sus funciones al vicepresidente de la república. Y es que las sombras del escándalo Odebrecht alcanzan y envuelven al vicepresidente Glas. Uno de los colaboradores eficaces en este caso señala (y tiene grabaciones que lo respaldan) que el vicepresidente cobraba comisiones a través de su tío en complicidad con el contralor ecuatoriano, ese señor que consiguió que un juez condenara a la Comisión Anticorrupción al haber mancillado su honor señalando su implicación en corrupción y que luego, en un acto de magnanimidad, renunció a la acción penal.
Así las cosas, el vicepresidente Glas, quien pese a las grabaciones jura estar bendecido por la sangre de Cristo y no saber nada sobre corrupción, desde el fin de semana pasado es el nuevo campeón de la oposición contra el gobierno del que aún forma parte, mientras el expresidente Correa le muestra su apoyo desde Bélgica y acusa a Lenín Moreno de traición.
Y las redes sociales cercanas al socialismo del siglo XXI se llenan del epíteto «traidor». Moreno resulta ser un judas al legado de Correa. Algo así como lo que Uribe decía sobre Santos al comprobar que quien pensaba que sería su delfín y continuaría su política tenía ideas propias. No puedo evitar sonreír al recordar las imágenes del encuentro de la Organización de Estados Americanos en que se saldaron las cuentas luego del ataque colombiano al campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en territorio ecuatoriano allá por el 2008: dos presidentes machos alfa en actitud de combate, con los brazos extendidos y tensos, la mirada fija en el otro, en una actitud agresiva con la cual terminaba una crisis diplomática en la que se explicó todo, excepto por qué una base militar de las FARC estaba en territorio ecuatoriano.
En este drama a la ecuatoriana, un mismo partido político resulta ser gobierno, oposición, fiscal anticorrupción e imputado en el caso Odebrecht. ¡Nada mal! Todo un nuevo récord para ese socialismo acostumbrado a culpar de todos sus males a la larga noche neoliberal y a las conspiraciones de la CIA y que ahora tiene que dirigir su mirada casa adentro y decidir dónde comienza la cacería de brujas mientras los políticos hacen sus apuestas y deciden de qué lado del ring quieren quedar.
El socialismo ecuatoriano, ese de las grandes conquistas sociales, de los indicadores impresionantes de crecimiento y desarrollo humano, está mostrando una faceta más auténtica y pragmática: la de usar la contratación pública para saquear los fondos del Estado, a imagen y semejanza de los gobiernos de corte neoliberal (llenando bolsillos de particulares), mientras en el discurso se nutre de imágenes de justicia social. Tal vez por eso los delegados del Gobierno ecuatoriano en el Foro de São Paulo se pronunciaron, junto con algunos excomandantes centroamericanos, en contra de intervencionismos como las comisiones anticorrupción con los mismos argumentos que usan los radicales de derecha.
Regreso a escuchar a los Picturebooks, que con Your Kisses Burn like Fire me ayudan a cambiar un poco el tema y a digerir que hay quien compra las mentiras de esa clase política, que solo sabe que el poder lo justifica todo.
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