Dicha referencia, por carecer del conocimiento adecuado de la cultura maya, se caracteriza en muchos casos por diferentes formas de distorsión, de modo que ha sido causa más de confusión que de una correcta comprensión de en qué consiste y cuál es el verdadero significado de este gran acontecimiento para el Pueblo Maya, para Guatemala y para la humanidad.
Por otra parte, no han faltado quienes continúan las prácticas de usurpación de los bienes culturales de los pueblos minorizados o dominados, aprovechando el acontecimiento para seguir medrando con una de las creaciones científicas más sorprendentes del Pueblo Maya, herencia de los mayas actuales. Eso ocurre desde la empresa privada, pero también desde el Estado, mediante una programación que beneficiará a la industria del turismo y otras actividades económicas, pero sin ningún beneficio real para los mayas como Pueblo, excepto el aparecer como mercancía para el consumo de una sociedad decadente que busca novedades para encontrar algún sentido a su existencia.
No desconocemos, por supuesto, que hay instituciones, organizaciones y personas que con mucha seriedad y con mucho respeto de la cosmovisión maya, se preparan para participar junto con las organizaciones mayas en el tránsito hacia el nuevo ciclo, abiertos a una profunda transformación. Porque este es el verdadero sentido del cierre del Oxlajuj B’ak’tun y el inicio de otro gran ciclo de tiempo, es su mensaje: el llamado a la transformación personal, social y planetaria, mediante un auténtico despertar de conciencia.
Efectivamente. Uno de los conocimientos desarrollados por las abuelas y abuelos mayas, asociados al cambio de ciclo de tiempo, se relaciona con la regeneración de toda forma de vida. La vida de nuestra galaxia y la vida de todos los seres existentes en el planeta, grandes y pequeños.
Muchos aspectos de esa regeneración dependen las acciones humanas, individuales y colectivas, y hasta de las estructuras políticas y económicas de los países. Requieren de un auténtico despertar de conciencia que nos permita ver nuestra condición humana de manera distinta, ver nuestras relaciones interpersonales, sociales, interétnicas e interculturales desde una óptica de justicia, y comprender que nuestro destino en el futuro cercano depende de que hagamos un alto en el camino y recuperemos la visión de unidad cósmica.
Transformar nuestra relación con la naturaleza, que frene la carrera destructiva de la misma, por ejemplo, requiere de una radical revisión de muchas de las actividades económicas nacionales y transnacionales. Las hidroeléctricas, las actividades económicas extractivas, son actividades que ponen en riesgo la vida natural y nos acercan peligrosamente a los límites de los recursos con los que cuenta nuestra madre tierra para la continuidad de la vida.
Alcanzar el bien común, en sociedades en las cuales niños y niñas, hombres y mujeres, ancianos y ancianas disfruten de un mínimo de bienestar, exige viarias condiciones. Reafirmar la dignidad de los seres humanos y de los pueblos; superar los egoísmos, los etnocentrismos y todos los factores que permiten la conservación de estados de cosas que benefician a unos pocos y dejan en la desprotección a las grandes mayorías; valorar la diversidad étnica, cultural y lingüística; promover el respeto a la vida… En fin, detener la carrera de muerte y retomar el verdadero destino de la humanidad: trascender a una vida cualitativamente superior…
Este es parte del mensaje del Oxlajuj B’ak’tun, cuyo cierre dará lugar a otro ciclo de tiempo, una oportunidad para construir la nueva humanidad…
* Maya-K’iche’, Ajq’ij, educador y teólogo. Consultor, escritor y conferenciante en temas de educación, interculturalidad y cultura maya.
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