Otro cerco de impunidad

Nahomy Lara, Juan Carlos Velásquez y Ángel Rodolfo de León, formaban parte de un grupo de 17 estudiantes que acudieron a las instalaciones de la Compañía Guatemalteca de Níquel (CGN), con la cual la UVG tenía convenio de cooperación.

De acuerdo con las narraciones de una de las integrantes del grupo, les dividieron en pequeños subgrupos, uno de los cuales quedó integrado por Nahomy, Juan Carlos y Ángel, bajo la responsabilidad del biólogo  Lemuel Valle, empleado de la CGN, quien los guiaría en un monitoreo de cocodrilos. Según el testimonio de María Chavarría, integrante del grupo, “la actividad se iba a realizar en un pequeño canal pantanoso y sin corriente, conectado con el Lago pero dentro de las instalaciones de la mina”.

Chavarría refiere que estuvo con Ángel hasta las seis treinta de la tarde cuando el grupo salió del campamento. Indica que a las 10 de la noche, Lemuel Valle llegó junto con otro empleado de la mina a comunicarles que la lancha en que iban había volcado a unos diez metros de la orilla y que los estudiantes estaban desaparecidos. No indicó ni hora del suceso ni punto exacto en el que aconteció. Valle afirmó que los tres jóvenes llevaban chaleco salvavidas. Con una actuación que denota falta de preocupación por la búsqueda de personas en peligro, las autoridades de la CGN y de la UVG, perdieron horas valiosas en la búsqueda, dejando a las y los estudiantes solitarios en el afán por encontrar a sus compañeros y compañera.

Mientras el cuerpo de Nahomy apareció a la media noche, los de Juan Carlos y Ángel aparecieron hasta la tarde del día siguiente. Ninguno llevaba puesto el chaleco, el botiquín de Ángel apareció entre la vegetación y dentro, indica Chavarría,  había  “facturas, cheques y otros documentos de personas desconocidas, con direcciones de El Estor. Su cuchillo –el de Ángel–, y su mochilita también los hallaron en otras partes de la orilla. La mochila con las cosas de J.C. –Juan Carlos–, nunca apareció”.

Hay muchas interrogantes e incongruencias en las versiones oficiales de la CGN, del biólogo Valle y  de la UVG. El MP, indican, establece las ocho de la noche como la hora de los hechos por lo que es extraño que Valle haya dejado transcurrir dos horas antes de informar a los estudiantes. Hay certeza de que usaban chaleco pero los cuerpos fueron encontrados sin estos y es inexplicable que, teniendo chaleco  y sabiendo nadar, no hubiesen logrado retornar a la orilla, desde un canal sin corriente.

Toda vida es valiosa y ninguna muerte ha de quedar en la impunidad. Menos cuando se produce en las instalaciones de una empresa como la CGN, que ya se vio involucrada en varios ataques a defensores de derechos humanos que protegen el ambiente en El Estor, Izabal. Nahomy, la joven que trabajaba hasta dos turnos para pagar la universidad, Juan Carlos el incansable voluntario y colaborador y Ángel, el rescatador de perros y alma de trotamundos, merecen justicia. Ellos, sus familias y  nosotros como sociedad, merecemos que la verdad se sepa y que tanto la CGN como la UVG rindan cuentas para impedir otro cerco de impunidad.