Once millones que ejemplifican, en su gran mayoría, los preceptos sobre los cuales se supone que los Estados Unidos se fundaron: ardua labor, valores familiares, emprendurismo y la búsqueda de oportunidades. Once millones en el limbo este otoño, a pesar que repetidamente líderes de ambos partidos les vienen prometiendo que se necesita una reforma integral que les proporcione estabilidad. Once millones de los cuales varios millares deben ahora estar preguntándose qué sucederá el próximo año cuando en principio se retomen conversaciones sobre el tema, esperando una señal de sus propios líderes para evaluar y readecuar las estrategias de cara a 2014.
A pesar de tanta evidencia contundente a favor de la reforma, era de contemplarse que el tema se politizaría y que esto sucedería. De hecho este es uno de los tres escenarios que analizaba en julio pasado desde este espacio y que titulaba auto-derrotista para los republicanos. Pese a toda la crítica que se puedan llevar el presidente Obama y el partido demócrata, en realidad, son los republicanos y una facción minoritaria, los Tea Party, quienes siguen en el ojo del huracán con esta nueva postergación, dada la falta de clara voluntad política desde la Cámara de Representantes bajo el mando de John Boehner. Once millones que no votan, no deben quitarle mucho el sueño al portavoz.
Del lado de los gobiernos de origen de estos inmigrantes, es difícil saber su alcance y el papel que pueden desempeñar en la política doméstica estadounidense, pero me parece que todavía es muy limitado. A países como Guatemala, por el momento, sólo les queda cruzar los dedos y esperar que no sigan deportando más connacionales para reintegrarse a sociedades con pocas opciones; ante todo ahora que las remesas parecen gozar de muy buena salud, representando 10 por ciento del PIB guatemalteco, uno de los tres más altos en América Latina, después del de El Salvador (16 por ciento) y Honduras (15.7 por ciento).
Entre tanto aquí, en este codiciado destino que ya no es lo que era pues cada vez más revela tener un Congreso paralizado, una administración que no logra poner orden en casa, y una cultura política tan disfuncional con efectos contraproducentes para la población (como en cualquier país al sur del Rio Grande), los siguientes son algunos recordatorios una vez pasen los distractores festivos de fin de año:
Celebrar los éxitos y perseverar. Primero que nada, a pesar de que no se obtuvo la presea esperada y merecida, es de saludar el esfuerzo tenaz de las organizaciones pro-inmigrantes y sus aliados. Destaca en especial la coalición edificada desde hace varios años con el sector empresarial, algunos sindicatos, y la siempre oportuna presencia de las congregaciones religiosas que, cuando no se ocupan de temas privados que no les competen, logran su cometido de proveer apoyo, protección y sostén logístico a los inmigrantes. Es válido pues que las organizaciones sigan presionando a sus congresistas día y noche sin descanso.
Amenazas externas. Es necesario adelantarse a todos los posibles escenarios de política doméstica e internacional. En el 2013, dos temas desviaron la atención y la prioridad de los políticos y la población, si bien ésta siempre mantuvo su apoyo constante a la reforma migratoria con una vía hacia la ciudadanía: el conato de ataque a Siria (sin olvidar los escándalos de espionaje de la NSA) y el desastroso debut del plan de cobertura de salud del presidente Obama, reforma en la cual ya invirtió casi todo su capital político, poniendo en aprietos no sólo su segundo mandato, sino los pronósticos de una victoria demócrata masiva en las elecciones legislativas de medio año en el Congreso. No hay que olvidar que los presidentes en su segundo mandato tratan de restablecer su credibilidad poniendo el acento en la política exterior, por lo que no debe desestimarse que la escena internacional prime en el 2014 antes de las elecciones de medio período. De ser así, la reforma se rezagaría, con suerte hasta el 2015.
Pero esos once millones, están para quedarse.
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