Las denuncias y las críticas surtieron su efecto y el evento fue cancelado, pero desde esa fecha se exacerbó aún más un debate en torno a las élites del país y a su, por lo general, desconocimiento/desprecio por las vidas —y también por las muertes— de todos aquellos fuera de su círculo, situación que, según se decía, se reflejaba precisamente en el evento mencionado, en sus invitaciones y en el objetivo de este.
El cuestionamiento a las élites se combinó con el uso de términos específ...
Las denuncias y las críticas surtieron su efecto y el evento fue cancelado, pero desde esa fecha se exacerbó aún más un debate en torno a las élites del país y a su, por lo general, desconocimiento/desprecio por las vidas —y también por las muertes— de todos aquellos fuera de su círculo, situación que, según se decía, se reflejaba precisamente en el evento mencionado, en sus invitaciones y en el objetivo de este.
El cuestionamiento a las élites se combinó con el uso de términos específicos para referirse a ellas y a sus defensores fuera de ellas, los cuales se combinaban con los cotidianos estereotipos y prejuicios hacia ese grupo de parte de los sectores subalternos, pero actualizados. Tanto los críticos como los defensores de este grupo social afirmaban que su contrario estaba buscando «dividir a Guatemala» y que ya suficiente se tenía con toda la situación actual como para ahondar aún más las divisiones internas de la sociedad. Esto iba acompañado del más popular «cangrejos», así como de una especie de lamentación colectiva que retomaba el tema del «racismo inverso» y de cómo este era sufrido por las élites en sus interacciones con otros grupos, principalmente los pueblos indígenas. Se polarizó el debate y se ahondó en la mofa y en los estereotipos lúdicos hacia todos los bandos involucrados como explicación y reproducción de los argumentos.
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Es allí donde la investigación histórica tiene su papel clave. A pesar de que es vista como algo que redunda en lo que ya se sabe, en realidad la investigación histórica tiene un peso central en cómo el Estado y también muchas personas comprenden su paso y lo entrelazan con las narrativas más íntimas, sobre todo familiares. La investigación histórica especializada —y no solo la ya digerida en textos escolares, en medios de comunicación o en redes sociales— es la que permite comprender por qué estamos como estamos, nombre de la célebre exposición permanente del Instituto Internacional de Aprendizaje para la Reconciliación Social (IIARS) en el Museo del Ferrocarril, 18 calle y 9a. avenida de la zona 1 de la ciudad de Guatemala. Esa comprensión no solo es desde el presente, sino a través de los procesos desde el pasado cercano y lejano.
Precisamente dicha exposición está relacionada con el tema que inició esta columna: pretende explicar cómo las relaciones sociales, principalmente las mediadas por las diferencias étnicas y culturales, han configurado este país. De tal manera, gracias a la investigación histórica es posible explicar, con datos en la mano, por qué no existe tal cosa como racismo inverso, por qué los prejuicios de los subalternos hacia las élites no han minado ni limitado el poder y la hegemonía de estas y por qué el racismo ha sido unidireccional hacia los pueblos indígenas (y en menor medida hacia los ladinos más oscuros) durante al menos los últimos dos siglos (y no durante los cinco que generalmente se suponen). Es posible notar precisamente estas diferencias gracias a la investigación de autores como Arturo Taracena y su equipo (2002, 2004), Santiago Bastos y Richard Adams (2003), entre otros que ayudaron a sentar las bases de la exposición.
Los lamentos en torno al agravamiento de la falta de unidad nacional son, por lo tanto, históricamente incorrectos. No hay evidencias de ningún tipo que demuestren una supuesta unidad nacional prístina originaria ni tampoco que grupos específicos —como los sectores progresistas, intelectuales o de plano de izquierda— hayan complotado en contra de ello. Ese discurso es, sobre todo, fundamentado por las élites tradicionales y busca legitimar discursivamente su propio proyecto de nación. Proyecto que, como he explicado en columnas anteriores, es solo uno entre muchos que han existido y que incluso conviven parcialmente hoy. No se trata de solo conocer la historia para no repetirla, sino de conocerla para explicarnos a nosotros mismos reflexivamente.
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