Nos unimos para detener a la alianza criminal

La estrategia del desgaste (…) se trata del gota a gota y el golpeo blando, pero persistente, en busca del desistimiento del adversario, cita José María Brunet.

Lo que está en juego no es la personería jurídica de un partido político, ni siquiera la certeza de que exista segunda vuelta electoral: de lo que se trata es del intento por detener la posibilidad de una primavera democrática que nos devuelva la posibilidad de soñar con un futuro mejor.  El Movimiento Semilla era la mejor opción por calidad de su propuesta política, por el profesionalismo del equipo que conforma el partido, por los valores que encarna el colectivo y por la voluntad política de hacer las cosas de forma diferente a la que siempre se han hecho: en Semilla existe una verdadera intención de cambio.

Justo por estas características sobresalientes, los sectores de poder han entrado en pánico, debido a que, por primera vez en cuarenta años, ha pasado a segunda vuelta una opción que no pueden controlar. El discurso de cambio los marea, los asusta, los enerva. No conciben cómo este grupo de entusiastas ciudadanos lograron lo que nadie más ha hecho: conformar un grupo creciente de ciudadanos y actores que ven con buenos ojos la posibilidad de emprender las acciones que permitan cambiar la matriz excluyente y antidemocrática que caracteriza a Guatemala.

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La amenaza a esta posibilidad de cambio es múltiple: se han empoderado a los perros de caza para que comanden el ataque legal y mediático, y aunque la Corte de Constitucionalidad parece jugar a la política de la ambigüedad —debido a que formalmente garantiza la segunda vuelta electoral—, no detiene el proceso penal, con lo que ha dado luz verde para que el juez Orellana y el fiscal Curruchiche sigan intimidando y generando zozobra no solo al partido, sino al Tribunal Supremo Electoral.

Lo más sorprendente es que tanto el juez como el fiscal ya hubieran sido destituidos en una democracia funcional, debido a que hace rato han cometido prevaricato con medidas legales notoriamente improcedentes y de mala fe, empezando por el nombre que escogen para darle al supuesto caso: “Corrupción Semilla”, un nombre que de entrada viola el principio constitucional que presume la inocencia, hasta que se demuestre lo contrario.

En el fondo, muchos analistas coinciden que el interés real no es obstruir la segunda vuelta electoral: es producir una situación de permanente zozobra que incida negativamente en los votantes y en los miembros del partido político afectado, además de reducirles considerablemente su margen de maniobra.

La estrategia paralela es una feroz campaña de desinformación para pintar a Semilla como el candidato y la opción más nefasta para el país: lo paradójico es que esa amenaza terrible era Sandra Torres hace cuatro años, y ahora, como por arte de magia, Torres es la opción más fiable.

Los ciudadanos y los actores conscientes saben que solo hay una opción viable y valedera en el actual proceso electoral: rechazar el burdo intento por detener la primavera democrática y apoyar decididamente a Bernardo Arévalo y al Partido Semilla en segunda vuelta.