Mujeres que marcan: Eve y su historia de amor

Eve es una alemana poco común. Físicamente es una versión superior a la mejor que pueda presentar Penélope Cruz, por lo que incluso en Alemania, un país donde nadie mira a nadie en la calle, su belleza despierta el interés de hombres y mujeres que inusualmente vuelven la cabeza al verla pasar.

Pero este atractivo no sería nada si dentro de ella no existiera otra cualidad igualmente importante: Eve es bella por dentro, tanto o más que por fuera. Es generosa, amigable, inteligente, capaz, solidaria.

Aprendió el castellano en España y lo perfeccionó en México. De su visita a este país y sus vivencias en él surgió una mezcla especial entre el típico europeo del norte y el latinoamericano: es racional y espontánea.

La mejor definición de Eve me la dio su novio —también alemán, como ella; también un poco conocedor de Latinoamérica desde sus años en Argentina— cuando le pregunté:

—¿Estás enamorado de Eve?

Él estaba de pie frente a ella, a un metro y medio de distancia, mientras ella permanecía sentada y yo, a un lado, los observaba como si mirara la escena estática de algún cuadro posmoderno. Por un momento hubo una leve tensión en el ambiente.

—Esta respuesta es muy importante —dijo ella casi sin moverse, sosteniendo el aliento, observándolo detenidamente, sin parpadear.

Él se quedó un buen rato en silencio, con la cabeza levemente inclinada, los ojos entrecerrados y la mirada quizá más reconcentrada hacia dentro que hacia fuera. Entonces respondió muy despacio, viéndome y viéndola:

—Te aseguro que todo lo que hice para conquistarla valió más que la pena.

El aire entonces se volvió diáfano y tranquilo: era el viento del amor.