En esta sufrida región, para ambientar un programa cultural, en principio a cualquiera se le podría ocurrir usar música llamada clásica (música académica europea de los siglos XVII, XVIII o XIX), y seguramente no cumbia ni ranchera. Y si se trata de organizar una cena de lujo, muy probablemente cualquier latinoamericano pensaría en ofrecer langosta, algún plato con un complicado nombre en francés, lasaña quizá, pero seguro que no arepa, humita ni indio viejo. Para ir bien vestido, un varón debe llevar saco y corbata y una mujer tacones altos con joyas. Sería de mal gusto presentarse en güipil o con chaqueta de colores típicos, como el actual presidente de Bolivia. Los palacios gubernamentales, aun rodeados de palmeras y bajo abrasadores soles tropicales, deben tener muchas columnas griegas y amplias escalinatas de mármol como los de los hombres blancos del Norte. Y la juventud in canta en inglés. ¡Cómo habría de tararear una canción en guaraní o en mapuche! Y en diciembre, por supuesto, los malls (también se puede decir shopping centers) se llenan de pinos plásticos y nieve artificial con un viejo barbudo vestido con trajes de piel. Si pensamos en pirámides fabulosas, pensamos en las de Egipto y olvidamos que en Mesoamérica hay otras tan fantásticas como aquellas. Dato marginal: la civilización maya llegó al concepto del cero hace más de 1 000 años, cuando en Europa se cazaban brujas.
¿Por qué lo latinoamericano no es civilizado? ¿Maldición de Malinche?
Pero ¿quién dice que no somos civilizados? ¿Cuál es el ícono representativo de nuestros países? Hombres borrachos y mujeriegos, en general flojos para el trabajo. Mujeres provocativas con sensuales caderas y pechos semidesnudos. Sucias y caóticas ciudades desorganizadas y atestadas de vendedores ambulantes y de niños de la calle. Uniformados impunes que ejercen un poder dictatorial. Un agro semifeudal con campesinos famélicos usando bueyes y machete para sus faenas diarias. En general, no se relaciona Latinoamérica con ciencia, tecnología, arte ni filosofía, pero sí con atraso, primitivismo y sociedades detenidas en los siglos de la Colonia española, profundamente católicas y llenas de prejuicios. Ahora bien, ¿de dónde sale esta cosmovisión? ¿Somos así los latinoamericanos? ¿O es la lectura que sobre nosotros produce el discurso imperial que nos condena a ser indios y negros atrasados, proveedores de materias primas baratas?
La dominación se asegura militarmente y por la cultura. E incluso esta última termina siendo, a largo plazo, más efectiva que las armas. Desde que hay sociedades de clases, siempre hay una cultura dominante que se impone y marca el ritmo a los dominados. El conquistado se resiste, pero también se pliega al conquistador. Seguramente como mecanismo de sobrevivencia, la dinámica de esta relación amo-esclavo está marcada por esta compleja dialéctica: el esclavo, por lo común, termina pensando con la cabeza del amo. De ahí que la maldición de Malinche puede establecerse y ser efectiva. ¿Por qué, si no, un indígena latinoamericano querría pintarse el pelo del color de quien lo conquistó?
Una supuesta cultura superior a otra no es más que patraña. ¿Son mejores los que tienen el buen gusto de comer pasta con vino tinto en vez de anticucho o de usar ropa con apagados colores pastel en lugar de esos primitivos tonos vivaces de las guayaberas tropicales? Si alguien creyera que sí, verdaderamente es un primitivo. Lo curioso, no obstante, es que el mundo está basado en esa idea. Y sin saberlo, sintiéndose superiores algunos e inferiores otros, seguimos repitiendo la estructura. ¿Nos irá mejor en la vida si nos teñimos el cabello de rubio y copiamos las modas de los anglosajones dominantes?
Producto de más de cinco siglos de imposición cultural, en Latinoamérica estamos adormecidos y en muy buena medida seguimos creyendo, como la Malinche, que lo que viene de afuera es necesariamente mejor. El made in… es ya una garantía de calidad. Pero ¿hasta cuándo vamos a seguir con ese complejo de inferioridad? ¿Acaso si no somos rubios no podemos hacer nada importante? ¿Estamos condenados a proveer al Norte (a precio de remate) solo productos primarios y jugadores de futbol?
Si hay algo primitivo, bárbaro y salvaje entre los seres humanos, es justamente creerse superior a otro.
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