E incluso nos regala un tema inédito, I Promise, que es fiel a la matriz pesimista y brillante de una banda que buscó con desesperación no ser un ícono y fracasó en el intento.
Cuando se escribe sobre el aniversario de un álbum, la primera tentación es decir que el mundo nunca fue el mismo luego de su lanzamiento. Eso puede ser válido para Sgt. Pepper’s, Wish You Were Here y tal vez Nevermind. Este no es el caso de OK Computer, pese a que muchos, como Miguel Ángel Bargueño, lo consideran «el último gran disco de rock» o, como Luis Menéndez, «el disco más relevante de los 90».
Sin embargo, Radiohead afianzó su identidad y su sonido con ese álbum, grabado en 1997, durante seis semanas, entre los baños y los descansos en las escaleras de St. Catherine’ s Court, un antiguo castillo con cuyos fantasmas Thom Yorke (vocalista de Radiohead) aseguró charlar en las noches y también el lugar elegido por The Cure para grabar Wild Mood Swings y Bloodflowers.
Un artículo reciente de Rolling Stone cuenta la creación del disco. Durante 1996, los Radiohead fueron los teloneros en un tour de Alanis Morissette. La banda no guarda buenos recuerdos de esa época, en la cual grupos de chicas adolescentes solo querían verlos bajar del escenario para escuchar Ironic. Sin embargo, los conciertos de esa gira fueron el laboratorio en el cual se empezaron a gestar las canciones del álbum, que le debe su nombre a una escena de The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy, cuya versión original es un programa de radio de finales de los años 70 del siglo pasado en el cual, tratando de defender su nave espacial de un ataque con misiles, uno de los protagonistas ordena: «OK, computer. I want full manual control now».
El álbum experimenta con varios instrumentos, incluyendo teclados y xilófonos, mientras desarrolla una narrativa en la cual se despliegan una angustia, una tristeza y una nostalgia que Yorke y compañía presentían como una invasión de la tecnología tomando el control de la interacción entre los seres humanos. Todo esto, grabando en una casa embrujada y bajo el influjo de un viejo programa de radio que le daría nombre también a una de sus canciones más importantes: Paranoid Android (por Marvin, el robot que sufría un cuadro de depresión severa).
Los 6:23 minutos de Paranoid Android son el corazón de la narrativa de OK Computer para retomar el control manual. La canción puede ser considerada como la más importante de Radiohead y difícilmente puede ser apreciada sin el video con el cómic de Robin, el personaje de Magnus Carlsson que relata una humillante noche en un bar que termina con un paseo en un helicóptero piloteado por un ángel, que además sabe jugar al ping pong.
¿A qué me sabe OK Computer? A una casa de playa en Mount Martha, al sur de Melbourne, que ya no existe ahora. La luz de las últimas horas de sol en el verano austral se colaba entre las hojas de los eucaliptos, y los acordes del piano al inicio de Karma Police y de Electioneering sonaban en mis oídos mientras mis pasos hacían un camino polvoriento de regreso de la playa.
La casa, seguramente construida en los años 70, acumulaba todo aquello que sus propietarios «evacuaban» de su casa en la ciudad y abundaba en memorias cálidas de la infancia y de la adolescencia de unos hijos prontos a abandonar el nido, así como en tecnología que iba quedando atrás, al inicio de la era digital. Una especie de parodia sobre esa intrusiva invasión tecnológica de la cual informaban la angustia y la tristeza de Yorke.
Sí, OK Computer fue un gran álbum. Aunque tiene sus detractores, Subterranean Homesick Alien está también en la playlist de mis jornadas memorables. Sin embargo, si de tristezas se trata, yo me quedo con Ciudad de putas derrotas, de Tanguito. Ese relato todavía duele y merece al menos unas líneas en otra maquila.
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