En ocasiones, esa misma interrogante me la hacen en partidos locales, sobre todo cuando un equipo grande pierde una final.
Mucha gente culpa a los jugadores, con lo cual no siempre coincido. Es más, algunos medios temerariamente califican la actuación de cada futbolista en los partidos, pero nunca he visto que pongan una calificación numérica a los entrenadores. Incluso, pocas veces me he topado con gente que en realidad vea mas allá y más a fondo y que culpe a los que en un principio planificaron, ejecutaron y controlaron un proyecto llamado equipo de futbol en una temporada regular o una selección de futbol en alguna copa o en eliminatoria mundialista. Desde mi punto de vista, ser entrenador no es lo mismo que ser un director técnico.
Entrenador es alguien que entrena bien a sus jugadores en la semana y un director técnico es alguien que puede dirigir bien a las piezas con que cuenta en cada partido. Por lo tanto, no necesariamente un entrenador es un buen director técnico o viceversa. Es más, en Europa hay un encargado de entrenador a los jugadores y el director técnico. En nuestros países, la misma persona es requerida para ser entrenador y director técnico a la vez.
Hay muchos ejemplos positivos de directores técnicos en Europa. Podría mencionar el caso de Josep Guardiola, pero siendo lo más objetivo posible el ahora entrenador del Barcelona lleva tres años en dicho puesto. Me inclinaría más por mencionar a alguien que sea conocido por llevar proyectos en largos períodos y que sean exitosos. Menciono a Alex Ferguson, del Manchester United, o al mismo Arsene Wenger, del Arsenal ingles. Son directores técnicos que llevan más de 10 años en dichos puestos y que han planificado un sinfín de proyectos exitosos en sus respectivos equipos, con numerosos títulos a nivel local e internacional.
Si tomo el caso de Ferguson en particular, me llama poderosamente la atención la habilidad de este director técnico de ensamblar un equipo tan exitoso con jugadores que nunca imaginé que podrían ejecutar a un alto nivel, como lo es hacerlo en el ManU, en la liga inglesa y en la Champions League. Entre esos jugadores están el ecuatoriano Valencia, el coreano Park, el búlgaro Berbatov o el mexicano Chicharito Hernández, que a simple vista uno no apostaría que podrían estar en un equipo tan laureado. No así el caso de Guardiola, quien tiene a los jugadores a la mano (tomando en cuenta el potencial de sus divisiones menores) y que es más fácil escogerlos para llevarlos al primer equipo del Barcelona comparado al tan difícil trabajo de llevar a un equipo jugadores ya hechos y adaptarlos a la cultura inglesa y a la cultura ManU.
Ferguson es un maestro en la planificación de proyectos, el control, la ejecución y monitoreo de los mismos.
El ManU es el vivo ejemplo de una directiva con visión que contrató a un director capaz de armar proyectos exitosos y por eso se ha mantenido tantos años en su puesto. Sí, es cierto, todo sonríe una vez los títulos aparecen, pero hay que tener esa habilidad innata de llevar a la realidad ideas, conceptos y todo lo que un equipo grande y una afición exigente pide.
Por otro lado, tenemos ejemplos de directores técnicos que en momentos claves han mostrado deficiencia en dirigir un proyecto y llevarlo a buen puerto. El caso más famoso en Guatemala podría decir que fue la selección nacional que compitió en las eliminatorias para el Mundial Alemania 2006. El Primitivo Maradiaga empezó un proyecto de cero llevándolo a un éxito rotundo durante la cuadrangular generando un identidad afición-equipo-técnico. Se clasifica a la hexagonal final y empiezan las dudas de su capacidad como director técnico.
Dejando a un lado los dos momentos claves de la eliminatoria —el partido que se pierde a último minuto contra Costa Rica y el que se pierde en Trinidad y Tobago, en donde se da la polémica de por qué no hizo el cambio a tiempo cuando a un jugador no le era permitido el reingreso al encuentro—, yo más me centro en el hecho de que prácticamente cambió en un 60% el equipo que ganó la clasificación a la hexagonal final. Es demasiado, tomando en cuenta el background que la misma selección y sus jugadores construyeron al ingresar a la última ronda de eliminatoria. Jugadores incapaces de competir a nivel internacional y actitudes del director técnico empezaron a fisurar el excelente ambiente que se vivía dentro y alrededor de la selección. Resultado: nos quedamos a la orilla y sufrimos un fracaso más.
Otro caso —y tal vez el más acertado para usar como ejemplo de un mal director técnico— es el del ex director técnico de Municipal en la temporada 2010-2011. Hablo del caso de Fariña, quien toma el mando del mejor equipo de Guatemala con los mejores jugadores en el medio y que fue incapaz de ganar un título de los tres torneos que su equipo disputó (liga, copa y Concachampions). Fue un desastre para la obtención de títulos, así como para el acercamiento afición-equipo y no hablemos de la relación jugadores-técnico. No impulsó un solo jugador juvenil al equipo grande ni mucho menos dejo algún otro trabajo siquiera encaminado por el cual podamos decir que queda en la historia de Municipal como un buen técnico.
Momentos claves, decisiones erróneas, comportamientos desacertados, todo sumado genera fracasos en proyectos que empiezan bien y luego se pierden o que, simplemente, desde su inicio se podía predecir un fracaso total.
Es cierto: los jugadores son los que ejecutan, pero son los directores técnicos los que escogen a los jugadores llamados a ejecutar. Y más todavía: son los directivos quienes contratan a los encargados de llevar las riendas de un proyecto.
Es imperativo llevar a cabo acciones que nos conduzcan a producir entrenadores capaces de preparar jugadores juveniles, contratar directores técnicos que tengan la habilidad de dar resultados y capacitar a nuestros directivos para tomar las mejores decisiones en cuestión de escoger quiènes serán los responsables de hacer realidad lo que empieza en la mente.
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