Entre el 26 de noviembre y el siete de diciembre de cada año, en nuestro país se reconoce a quienes se desenvuelven en los ámbitos de la comunicación y sus vertientes: el periodismo, la publicidad y la locución, las cuales figuran en el calendario de festejos.
Dichas conmemoraciones se abrieron con la disposición del Consejo Superior Universitario, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, en honor de la Escuela de Ciencias de la Comunicación, pionera de la formación en la materia. Así, comunicadores y comunicadoras reciben el saludo de quienes valoran tal función social, distinción que empata con el aniversario de la unidad académica.
A la prensa correspondió el 30 de noviembre como resultado de una gestión de la Asociación de Periodistas (APG) planteada en 1948, ratificada y oficializada por el Congreso de la República con el decreto número 47 de 1972 en recuerdo del lanzamiento de La Gaceta, medio que marcó brecha en 1729. Por cierto, en el hemisferio no hay un día común para este gremio.
Quienes destacan por su creatividad serán aplaudidos/das el cuatro de diciembre, resolución que data de un cónclave sobre la enseñanza de la publicidad en Argentina, donde se declaró un día que poco a poco fue tomado en la mayor parte del continente, aunque también se celebra el 25 de enero o el último viernes de ese mes. Para completar el póquer de ases, el 7 de diciembre entre nosotros se abrazará a locutores y locutoras, pues en 1978 se implantó el día, gracias al decreto número 80.
Vale subrayar que la comunicación acompaña al ser humano desde su surgimiento y ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de este, particularmente cuando del lenguaje gestual saltó al incipiente oral, que cubrió etapas hasta consolidarse. En ese contexto, de la expresión verbal se movió a la escrita, hace unos 5 milenios, para entonces ir sentando las bases de un despegue que trajo la invención de instrumentos y medios de comunicación.
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Hablar de comunicación es referir el principal recurso de interacción social. Y es que ni siquiera podemos imaginar un mundo sin ella. Por eso, las distintas aristas que la potencian son esenciales y de ahí el peso que la locución, el periodismo y la publicidad tienen en la estructura de una sociedad cuya coherencia y consistencia requieren de un elemento que funge como eje y pilar de las relaciones.
También es importante anotar que los tiempos modernos han ampliado sensiblemente los efectos de la comunicación, en particular por el auge de la tecnología y de las redes sociales, espacios en los que las distancias desaparecen, las barreras se derriban y, a propósito de las tres especialidades citadas, se registran circunstancias que eventualmente las dañan o desvirtúan.
Como se ha comentado y documentado en diferentes niveles, producto de la distorsión que causan las redes sociales se ha visto que en lugar de informar se desinforma y que el bulo corrompe a la creatividad. Por ello, hay voces que reclaman reglas que ordenen y nos saquen del enredo en que la confusión nos consume. Sin duda, la polémica persistirá y en su momento habrá correcciones.
Mientras se logran las condiciones que garanticen el efectivo ejercicio de los derechos y las responsabilidades de todo ser humano, el camino recorrido estimula y con los vientos de la época es oportuno felicitar a quienes se ocupan de hacer posible el proceso que orienta el flujo emisión, código, canal, recepción y retroalimentación que vemos, leemos o escuchamos en los mensajes periodísticos, publicitarios y radiofónicos. ¡Un brindis por la comunicación y sus tres motores!
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