Aunque les duela a muchos racistas y a gente que niega la relación de los antiguos mayas con los pueblos indígenas actuales, la arqueología mayista siempre utiliza información etnográfica de pueblos mayas actuales para poder comprender las dinámicas más antiguas como parte de los «estudios conjuntivos», como le llamó Oliver La Farge (Universidad Tulane) al estudio combinado de arqueología, antropología e historia o etnohistoria. Esos estudios incluyeron, por supuesto, el análisis de los sistemas calendáricos antiguos, todavía en uso en comunidades mayas, particularmente en aquellas ubicadas en el altiplano occidental de Guatemala.
Con los estudios se hizo evidente que el sistema más complejo de cuenta calendárica que aparecía en los monumentos de hace más de un milenio —con los mayas clásicos—, llamado la cuenta larga, no aparecía en los estudios etnográficos de comunidades indígenas del presente, pero partes clave de este (como el calendario ritual de 260 días y el agrícola-solar de 360 + 5) sí estaban vigentes. ¿Por qué la cuenta larga, ese magnífico sistema de conteo de ciclos de 400 años —b’aqtun— que alargaba el inicio del tiempo maya hasta más allá del siglo 30 antes de nuestra era, había dejado de usarse? Hubo diferentes hipótesis, pero, como todo trabajo científico, nueva evidencia cambiaba las lecturas.
Dentro de estas lecturas surgió una que fue retomada más adelante por la expresión más esencialista del denominado movimiento maya. Este movimiento, profundamente valioso en cuanto a sus procesos de reivindicación étnica y política (y todavía vigente), tenía una versión de «esencialismo estratégico» —oportuno para el momento en que se planteó— que buscaba reivindicar la grandeza de las sociedades mayas del pasado y su conexión inherente con los mayas del presente. La corriente arqueológica que se retomó fue aquella planteada por Eric Thompson que abogaba por sociedades de políticos-sacerdotes-sabios que regían sociedades mayas pacíficas y que fueron sometidas por grupos violentos provenientes del centro de México, lo cual habría terminado con su «antiguo imperio». Algunas propuestas del movimiento maya han ayudado a reinterpretar el pasado arqueológico, pero no todas tienen sustento en la evidencia. Aclaro que la lectura de Thompson de las sociedades mayas prehispánicas se encuentra en desuso.
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Desde esa postura se llegó a afirmar que la cuenta larga, así como la escritura glífica, habían sido destruidas por los invasores europeos. En realidad no: la escritura glífica continuó varias décadas después de la invasión, y los escribanos mayas aprovecharon la nueva escritura para trasladar sus textos y plasmar otros relatos que solo eran orales. Respecto a los calendarios, ya indiqué que al menos el de 260 días se encuentra vigente y fuerte en cientos de comunidades mayas hasta el día de hoy, mientras el de 360 + 5 se mantuvo hasta mediados del siglo XX y ha sido retomado progresivamente. La cuenta larga, por el contrario, tuvo otro destino: el sistema de los b’aqtun —ciclos de 400 años de 360 días— desapareció hacia el siglo X. ¿Por qué?
Mi lectura (compartida por otros) es que la cuenta larga estuvo asociada a un sistema de gobernantes dinásticos denominado k’ujul ajaw. Este sistema calendárico insertaba las dinastías gobernantes dentro de ciclos de tiempo largos para reafirmar su poder y legitimidad. Al entrar el sistema en crisis, desde el siglo VIII, se fue abandonando progresivamente dicha cuenta, símbolo de un poder oneroso, autoritario e ilegítimo a ojos de los mismos mayas clásicos. Y por eso, al parecer, terminaron con él. El conteo del tiempo como poder terminó con ese poder que ayudaba a reproducir. Algunas de las reflexiones que expongo acá están basadas en una conferencia que di en el Congreso de Estudios Mayas del año 2011, cuya XIII edición recién finalizó la semana pasada.
Proponer esta lectura hizo que se me tildara de racista para arriba. No dudo que suceda de nuevo. Invito a analizar críticamente la historia maya prehispánica. La arqueología, al final, propone lecturas (con datos, claro), no fija el pasado, que siempre está abierto.
Feliz 5 Aj en el calendario ritual de 260 días, fecha k’iche’ para el jueves 11 de julio de 2019.
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