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Edwin Asturias, director de la Comisión presidencial de atención al COVID19.

Asturias: «La estrategia no pasa por la ampliación hospitalaria, sino por la atención primaria»

«No estoy a favor de disparar una epidemia para lograr la inmunidad de rebaño».
«Hay una necesidad económica de esa apertura, pero también hay razones sociales».
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Asturias: «La estrategia no pasa por la ampliación hospitalaria, sino por la atención primaria»

Historia completa Temas clave

El líder de la estrategia para «pilotear» la pandemia ofrece aquí sus impresiones estratégicas, valora (a veces con autocrítica y a veces no) algunas medidas del Ejecutivo, alaba a la nueva cúpula de Salud, desconfía del censo 2018, y se muestra preocupado por la «división» que ha encontrado en el país.

¿Qué ha mejorado en la estrategia o la ejecución para que las proyecciones de la Universidad de Washington -modelo que ustedes utilizan en sus informes- hayan cambiado tanto en dos semanas y diferido el pico hasta octubre?

Hay un momento inicial y un momento que la epidemia está consolidada. Todas las epidemias de infecciones en el mundo han sido inicialmente movidas por los superspreaders: contagiadores rápidos y eficientes. Ha pasado en las epidemias de VIH, de otras enfermedades infecciosas, y en el caso de coronavirus no es muy diferente.

¿Quién es el supercontagiador acá? Es el que se mueve más, el que tiene más contactos, el que desafía las reglas del juego. Lo que pasa mucho en una epidemia -y por eso análisis lineales no pegan- es que ese es el contagiador y hace que haya muchos casos al inicio. En España sabemos que solo se infectaron un 5 %, en la ciudad de Nueva York, 20 %. Esa primera onda que vimos es de susceptibles que se mueven más. Pero esos susceptibles comienzan a agotarse y las personas toman conciencia de que hay una gran probabilidad de infectarse, toman medidas, se restringen, se educan. Y eso hemos visto en Guatemala.

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Desde hace seis o siete semanas he visto un cambio muy importante en la gente: cada vez veo más mascarillas, la están usando bien, se la quitan menos. Entonces la curva ahora se aplana. El crecimiento de la epidemia es más lento. Vemos este mismo efecto en la predicción del uso de camas. Es muy bueno porque esperábamos un pico muy, muy grande. Pero bajamos, y ahora van disminuyendo la transmisión y el contagio. Es una gran ventaja. No quita que va a haber muchos infectados. Pero permite que el sistema de salud no se sobrecargue tanto.

¿Eso significa que ha habido un aprendizaje natural de la población, no un cambio en la estrategia o la ejecución?

El cambio en la estrategia ha sido tener mejores datos, una respuesta ordenada, haber abandonado estas encerronas que teníamos de dos días o cuatro días. Nos confinábamos un rato, y después abríamos. Cada vez que nos encerrábamos, lográbamos 90 % de disminución de la movilidad, pero inmediatamente veíamos un pico enorme. Si esta reducción hubiera sido sostenida, habríamos aplanado la curva. Tenemos menos de esas encerronas, que no nos ayudan mucho, y vamos mostrando detalles de largo plazo: vamos a tener menos movilidad en los vehículos, vamos todos a comprender que el aforo debe ser menor, que usted tiene que medir su oficina y decidir cuántas personas pueden estar en esa oficina. Lo que nos va a ayudar es tener claras las reglas de cómo debemos manejarnos en nuestra comunidad y nuestro trabajo y en contacto con otras personas.

Se está hablando del semáforo, pero también de todo lo que falta para poder medir sus indicadores básicos en todo el país. ¿A qué plazo funcionará?

El semáforo comenzará a funcionar el 27 de julio. Lo necesitamos para aprender a manejarlo en el proceso. Alguien me puede decir: «Pero no están todas las pruebas que necesitamos». Así es. Tal vez tampoco están todos los rastreadores que necesitamos, ni el sistema de salud está preparado en todas partes. Pero tenemos que comenzar a entender el proceso en el que nos metemos. Ahora hay alguna ventaja en el hecho de que muchos municipios tal vez queden en amarillo, y que puedan moverse mientras levantamos el sistema. Por ahorita las pruebas se han concentrado en la región central. Se está moviendo rápidamente a Escuintla, hacia algunas zonas de Quetzaltenango y de los puertos. Por supuesto que tenemos problemas ahí, pero vamos aumentando las pruebas. Los test casi siguen la necesidad, tenemos cantidades limitadas.

¿Qué problemas trae instalar el semáforo en municipios en los que todavía se carece de la capacidad de medir?

Puede que lo pongamos en amarillo cuando debiera ser naranja, pero tenemos otras maneras de medir qué está pasando. El coronavirus es silencioso en el sentido de que mucha gente se puede contagiar y no tener síntomas, pero hay una parte de él que se expresa y vamos a poder detectar si hay brotes. Y por eso es que la prueba de antígeno es vital. Quizá dé un falso negativo, pero detectó tres verdaderos. Tener un antígeno en el centro de salud de esa comunidad lejana va a ser más importante que una prueba molecular en el hospital.

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Hay algunos especialistas que están planteándose si el municipio es la unidad geográfica que debería tomarse, porque hay regiones que funcionan como un solo municipio en cuestión de flujo de personas. ¿Por qué escogen el municipio?

Porque toda la organización del sistema funciona a nivel municipal.

¿Se puede hacer de otra manera más apta?

No es que no se pueda hacer de otra manera, pero tenemos que planear aquí para los siguientes 12, 18 meses. No vamos a estar en estado de calamidad toda la vida. Tenemos que volver a nuestro orden jurídico regular en el que es muy importante el municipio porque ahí hay una autoridad local que puede regular el proceso. Va a ser muy difícil que un alcalde como el de Mixco le dé instrucciones al de la Ciudad de Guatemala, a pesar de que todo el contexto de la zona metropolitana funcione como una sola. Pero el alcalde de Mixco debiera tener la posibilidad de proteger a su población si necesita protegerla.

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¿Es posible que haya municipios vecinos en el que uno esté muy mal y cerrado y perjudique al otro, que esté abierto...?

Sí.

…O, por ser una suerte de ecosistema, ¿van a estar parecidos, como vasos comunicantes?

Va a haber mucho de esta interrelación, de interdependencia. Un ejemplo: Quetzaltenango quería restringir la entrada, pero resulta que los municipios con más infección (Almolonga y Zunil) son los que proveen más a su mercado. ¿Cómo decide Quetzaltenango si cierra la entrada de otros municipios cuando depende de ellos para el día a día? ¿a qué ha llevado esto? A pedirles que mejoren en Almolonga y Zunil, y al mismo tiempo que no cierren del todo, sino que solo vean las regulaciones para evitar el contagio. Esas interrelaciones son muy importantes y tienen que partir de los alcaldes y los distritos de salud. Los jefes de distrito y de área de salud son los que tienen la investidura de parte del Ministerio de Salud.

Ustedes han dicho que aún están conversando con las municipalidades sobre las restricciones y los indicadores. ¿Cuáles son los principales acuerdos y desacuerdos?

Hay varias cosas importantes. Siempre que queremos usar un indicador tenemos que saber qué población usamos. Tenemos el problema de que el censo del 2018 no es muy confiable. Se está haciendo todo un trabajo para determinar cuál es la población. El Ministerio usa las proyecciones del Censo 2002, pero hay partes que no están optimizadas. Hay que llegar a esos puntos de acuerdo.

¿Es mejor la proyección de hace 16 años que en el censo de 2018?

Para algunas ciudades, sí.

¿Para cuáles?

Para las ciudades más grandes, como la Ciudad de Guatemala. No es que sea mejor, pero pareciera que hubiéramos podido proyectar el de 2002 y hubiera sido lo mismo. Y eso nos dice que ese censo 2018 tiene problemas muy serios en las ciudades grandes. Hay reportes de que hasta el 20, 30 % de la población no se no se dejó censar.

¿Cómo va a ser el plan de rastreo? Sobre todo, en esas nuevas áreas.

Tiene que partir de la estructura de atención primaria, es una estructura débil. Sabemos que la cantidad de gente actual no es suficiente y ahí los rastreadores se tornan en una parte importante, porque son la amplificación de ese sistema. Para esta función en muchos países se han usado estudiantes que han terminado la secundaria. Aquí pueden ser bachilleres en salud, gente entrenada. El Ministerio está tratando de definir los criterios.

¿Cuántos aspiran a contratar?

Un rastreador por cada 5,000 habitantes. Por lo menos necesitamos entre 5 y 7,000 rastreadores.

¿Van a priorizar zonas?

Sí, hay un análisis de la cantidad de personal de salud que tenemos en los diferentes lugares. Las áreas del país y municipios del país donde haya menos personal de salud, probablemente necesitarán más rastreadores para complementar lo que el personal puede hacer en esa zona.

¿Y ese plan de rastreo va de la mano con el de descentralización de pruebas o son independientes?

Son al mismo tiempo. La función de los rastreadores es ir a detectar los contactos y, parte de su capacidad, debiera ser tomar un hisopado y regresarlo a un centro de pruebas para que podamos tener el diagnóstico.

Algunos han manifestado inquietud acerca del incentivo perverso que puede ser para las municipalidades el semáforo, en el sentido de que, para no pasar a un grado de cierre mayor, se manipulen los datos. Entiendo que podría pasar si quedara en la mano de las municipalidades.

Pero va a ser función de Salud.

¿Cuál va a ser la función de las municipalidades?

El semáforo implica ciertas capacidades de restricción. Por ejemplo, las municipalidades en la mayoría de lugares están encargadas de dejar operar el transporte público. Entonces, si mi municipio está entrando a una zona de contagio alta, es la municipalidad la que puede decir si deja que su transporte urbano público se movilice o no.

¿Cuándo vamos a tener acceso a los datos abiertos de la epidemia?

Yo espero que no pase el fin de semana sin que tengamos esos datos abiertos.

[El sábado, un día después de esta entrevista, el Ministerio de Salud publicó el nuevo tablero. En sus primeras horas experimentó constantes problemas y fue objeto de múltiples críticas de toda índole. La más articulada, la de Lab de Datos. Además, un cambio de miles en las cifras de casos totales y sobre todo de recuperados sembró más dudas acerca de la validez de los datos. El Ministerio de Salud lo explica aquí.]

Hace un par de días usted lanzó una crítica a los datos presentados por Cacif sobre el impacto económico. ¿Podría explicarla?

Mi crítica era eminentemente técnica. Sé que el impacto económico que esta pandemia ha tenido sobre los negocios, las empresas y la sociedad entera es enorme. No tengo la menor duda. Pero como una persona que maneja datos, también puedo analizar cuándo un estudio está tratando de ver dos curvas y asociarlas en una relación de causa-efecto. Y eso es lo que en epidemiología llamamos «falacia ecológica».

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Una falacia ecológica significa que yo, por ver una curva que parece estar pegada a la otra, asumo que A causa de B, cuando no hay necesariamente una asociación. Mi crítica al estudio se basaba en el hecho de que se usaba la movilidad como una manera de saber si eso estaba impactando los negocios. Y por supuesto que uno puede decir que la movilidad está asociada con lo otro. Pero si uno quisiera hacer realmente el estudio profundo, debería saber cuánto ha dejado de contribuir cada individuo y tener una muestra y proyectar basado en esta muestra.

¿De qué sectores están viniendo las inversiones más fuertes?

De toda la población. Después de cuatro meses todo el mundo siente la necesidad de tener por lo menos una idea de cómo vamos a comenzar a reabrir. Lo bueno es que la población está tomando conciencia de cuáles son aquellas cosas que están basadas en evidencia y que nos dictan cómo nos debemos comportar. Por supuesto, no todos hemos tomado conciencia. Siempre habrá personas que fallen y eso va a ser lo que dicte o no que la epidemia continúe.

Y por supuesto no toda la población tiene el acceso a las altas esferas para pedir la reapertura.

Por supuesto, claro.

¿Quiénes son los que más están empujando en esa dirección?

Hay una necesidad económica de esa apertura, pero también hay razones sociales. Las iglesias tienen ya esa necesidad de convivir con sus feligreses. La gente siente la necesidad de esa espiritualidad tan importante para ellos. Y esa no es una presión de componente económico: tiene un componente social muy grande.

Pero, por ejemplo, en la Alianza Evangélica rechazaron la solicitud de una diputada de reabrir las iglesias.

Completamente de acuerdo con ellos. Es un sector que se analiza a sí mismo y sabe cuál es su papel en la reapertura. Saben que a ellos no les toca el turno inicial. Dado que el contagio se produce en la congregación de personas, esa aglomeración va a tener que volver de una manera más lenta.

También está el sector educativo: todos queremos regresar a las universidades y los niños deben regresar a las escuelas. Tenemos la presión de los mismos programas de salud pública: debemos seguir inmunizando a los niños, ir a ver dónde están los desnutridos, atender al diabético que no ha podido llegar a sus citas, atender al paciente renal que ahora le cuesta llegar a sus diálisis. En fin, yo no creo que la presión solo sea económica. Hay una presión social importante.

Ha recibido múltiples análisis sobre la economía guatemalteca para valorar qué sectores abrir antes y después. ¿Qué sabe hoy que no supiera cuando vino, y qué le sorprendió más?

Lo que me ha sorprendido más es que realmente hemos estado al frente de un cierre parcial. Guatemala nunca se cerró por completo, salvo algunos días. Y hay sectores que han podido sostenerse con menos ingresos sin una caída drástica. Hay otros que han sufrido muchísimo.

No puedo dejar de ver que los restaurantes, aunque se hayan reinventado, han sufrido una buena caída. Algunos centros comerciales han sufrido también. Pero que a veces veo que a pesar de ese cierre parcial hemos logrado mantenernos a niveles de la curva que no se comparan a lo que pasó con Honduras o México o Brasil. Y eso es interesante. Espero que de aquí a unos meses el análisis de nuestra estrategia va a ser interesante. ¿Qué dictó que este país se comportara como se comportó y pudo pilotear esa epidemia?

¿Y cuál es su hipótesis?

A pesar de que decimos que somos una población no educada, yo creo que somos un grupo humano muy interesante en términos de su disciplina. A veces nos cuesta aceptar la disciplina, pero cuando la hacemos nuestra, la seguimos. Y lo puedo ver en la movilidad de los de las zonas indígenas del país. Cuando uno analiza la movilidad de los departamentos indígenas del país, se han encerrado más y se han movido menos que las ciudades, o los centros más urbanos.

Hay ciudades que mostraban menor movilidad antes de la restricción por placa que después. Con la prohibición incrementó el número de personas que se mueven, de ahí se derivan dos preguntas. La primera es por qué cree que, en ciertas ciudades, como Quetzaltenango, se ha disparado la movilidad.

El pico y placa no es una herramienta perfecta para disminuir la movilidad. A veces puede concentrar más personas. Pero permite una cosa en ciudades grandes: movilidad más rápida. Estar en pico y placa en lo que nos ha ayudado es que ahora uno tarda 30 minutos cuando antes tardaba una hora y media o dos horas en transportarse. Y esa es una gran diferencia, porque a pesar de que puede que vayamos más en el carro, el hecho de que estemos en el espacio encerrados menos tiempo hace más bajo el contagio.

Por supuesto que yo mismo no puedo comprobarlo, pero puedo argumentar. Sí, tal vez hay más personas por vehículo, pero hay menos probabilidad de que ese contagio ocurra porque dura menos tiempo. Y segundo, hay una buena cantidad de personas que deciden que ese día van a trabajar desde casa. Produce un efecto positivo sobre la movilidad de la mayoría de personas y nos ha ayudado también acostumbrarnos a un tráfico mucho más fluido que nos permite que las cosas operen de una manera más regular.

Usted me ha contestado la pregunta que le iba a hacer después, no la que le hice. ¿Por qué cree que unas ciudades han reaccionado de esa manera mientras que otras no?

Creo que algunas tienen más necesidad de movilidad. Otra cosa interesante es que pareciera haber más placas impares que pares. Es una cuestión fascinante. Usted puede salir los días impares y está mucho más lleno que el día par. No me pregunte cómo es que hay más placas impares que pares, pero esa es la realidad.

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Sabemos que al principio se redujo la movilidad de personas entre 3 y un 5 %. Ahora he visto lugares en los que incluso se ha incrementado en las dos últimas semanas. En los primeros días la empresa Social Analytics mandó investigadores a los semáforos a contar cuánta gente venía en los vehículos no polarizados y el promedio era de cuatro personas, incluyendo furgonetas. Todo parece apuntar a que se incrementó la cantidad de personas por vehículo. ¿Su argumento es que ese riesgo lo contrarresta la duración menor del traslado?

Y, además, a pesar de que vayan más personas en el mismo vehículo van personas que se conocen. Eso es una gran ventaja. Si te mantienes dentro de tus círculos, es menos probable que tengas una infección de afuera. La solución a esa aglomeración en pico y placa no depende del pico y placa, sino del transporte público, una forma esencial de una movilidad que en Guatemala decidimos interrumpir.

Hay mucha preocupación científica con respecto a cómo el transporte público puede contribuir al contagio. En estudios hechos en Asia durante las epidemias de influenza, el transporte público contribuía a veces 10 %, a veces 30 %. Pero tenemos muchos de estos estudios se hicieron cuando no teníamos restricciones en el transporte público. Cuando no disminuíamos el aforo en el transporte público y cuando no usábamos mascarillas. Las pruebas de Transurbano y del Transmetro nos han llevado a ver que hay una intención de que esos transportes puedan operar de una manera correcta.

Hay un movimiento incipiente que propone una nueva movilidad, sobre todo con ciclovías. ¿Lo están considerando como política pública inmediata?

Tengo la impresión, por mis conversaciones con el alcalde Quiñones, de que hay un interés muy grande en promocionar esas ciclovías y, de hecho, creo que ya han comenzado con varias importantes. Pareciera ser que este es el momento ideal para hacer ciclovías.

Miguel Hernán, un epidemiólogo español que trabaja en la Universidad de Harvard, dijo allá por marzo que ya no tenía sentido mantener cerrados los aeropuertos, dado que la transmisión de país a país ya había ocurrido. ¿Tiene sentido mantener cerrado La Aurora?

Probablemente es necesario que lo abramos pronto.

 

¿Antes del 15 de agosto?

Tiene que ser ordenado.  Guatemala recibió sus casos iniciales por el tráfico internacional y quisiéramos hacerlo de una manera que pudiéramos estar preparados para evitar que ese contagio se vuelva a dar.

¿Qué diferencia hay entre la cúpula de Salud de ahora y la anterior?

La ventaja de tener un grupo de salubristas expertos que han trabajado en Ministerio de Salud antes y que tienen mucha experiencia en gestión, que han estado 25 años en las trincheras de salud pública. Aquí no hay improvisación, hay gente muy capaz que sabe trabajar hombro a hombro con los salubristas. Han estado en esas trincheras antes y se sienten muy comprometidos con los que están aquí.

¿En qué se ha notado en concreto ese cambio?

En todo. La rapidez con que han comenzado a hacer cambios importantes, desde el Sistema de Información Epidemiológica, el sistema de compras, la habilidad para planificar, para gestionar la salud pública con resultados, el ordenamiento que le están dando a la rectoría del Ministerio de Salud y la facilitación rápida de muchos procesos. Y más importante, dignificar lo que el salubrista tiene que estar haciendo y apreciar el trabajo que están haciendo.

¿Usted tuvo algo que ver con el nombramiento de esta cúpula?

El Presidente es quien nombra a la cúpula del Ministerio y tuvimos la oportunidad de platicar con él y discutir las posibilidades que él tenía en mente. A mí me pareció que la decisión del presidente fue una decisión muy acertada.

Lo pregunto de otra manera: ¿Usted sugirió el nombre de la ministra o de alguno de sus viceministros?

Fue una decisión que el Presidente tomó con ayuda de la Coprecovid y parte de otras personas del Gobierno que conocían gente experimentada.

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En Fíjese Que hablamos con un doctor del Parque de la Industria que decía que todavía no había cobrado, nos queda la duda de si son casos aislados o es sistemático. ¿Qué porcentaje del personal que está atendiendo la crisis tiene problemas contractuales?

Según lo que ha reportado la ministra, mi entendimiento es que el 98 % de los médicos han recibido su pago. Existían por lo menos tres o cuatro médicos. Un médico estaba en Cobán, Alta Verapaz, y no podía terminar de firmar su contrato. Otros médicos para los que faltaba terminar procesos administrativos. Creo que 96 o 97 % de las enfermeras también están pagadas. El proceso de contratación de personal en Guatemala es lento y lleno de requisitos. Es un país que llena de requisitos y papeles. Pudiera ser un proceso más eficiente. Pero en el afán de evitar la corrupción hemos creado una serie de pasos muy difíciles. A pesar de eso, creo que la cúpula del ministerio actual redujo los procedimientos, algo así como de 18 a cinco procedimientos para el contrato de personas.

Al principio ustedes dijeron que se habían manipulado datos del Ministerio de Salud. Luego recularon un poco y dijeron no, que fueron errores de recolección. ¿Por qué ese cambio?

La Coprecovid emitió el informe. Cuando uno veía las curvas reportadas al público versus las curvas que venían del sistema Sigsa, había momentos en que los datos no coincidían. Pocos, pero estaban ahí. Ya en el análisis de la situación vimos que la manera como se daba el sistema de reporte era parte del problema. Había serios problemas, en cómo la ficha epidemiológica fue creada. De hecho, vamos a ver en los próximos días ya la corrección final de esa curva epidemiológica. Hubo casos que estaban ahí, pero que no se miraban porque no aparecían el resultado final alguien no había hecho el clic del resultado final pero había hecho clic de una prueba positiva. Y eso en la formulación y el diseño de la ficha epidemiológica, una ficha de entrada, es un error muy básico.

El jefe de Epidemiología, Sagastume, dijo que el ministro había ocultado datos. ¿Mintió Sagastume?

Es importante preguntarle a Sagastume esto. Si él tiene evidencia que respalde que el Ministerio de Salud falseó los datos o cualquier error, tiene la obligación de denunciarlo.

En un artículo que usted publicó esta semana en Prensa Libre, decía: «Eventualmente, cuando muchos de nosotros estemos infectados (dos de cada tres) este riesgo de otras olas bajará». A mí me pareció que estaba hablando casi de aspirar a la inmunidad de rebaño. Entiendo que no es así. ¿Cómo recontextualiza esa idea?

Yo no estoy a favor de disparar una epidemia para lograr la inmunidad de rebaño. Ha sido una política devastadora para los países que la tomaron: con mucho más muertos de los que se esperaban. Y lo vemos en Brasil. Suecia pudo de alguna manera controlarlo, pero tuvo mucho más muertos que sus vecinos. Inclusive en algunos estados conservadores de Estados Unidos hemos visto que una estrategia disimulada de ese tipo ha rebotado de una manera muy, muy dramática. A lo que yo me refería es al hecho de que es muy claro que las infecciones van a continuar y va a haber repuntes. No podemos confiar en que llegamos a esa primera ola, bajamos la ola y ya todo se acabó.

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Mientras no haya vacuna y exista el 80 %, el 70 % de la población susceptible, vamos a seguir teniendo olas. La clave es el pilotaje de la epidemia: cómo mantener ese nivel de contagios controlado de una manera que la menor cantidad de guatemaltecos sea infectada, y que podamos atenderlos bien en el sistema de salud.

¿Cuántos laboratorios hay en el país y cuántos vamos a tener?

En el sistema de salud pública tenemos probablemente alrededor de unos 12 laboratorios trabajando. Se nos han unido varios laboratorios de universidades académicas. Por lo menos dos o tres. Y sabemos de varios laboratorios privados que ya están levantando su capacidad para hacer una cantidad de pruebas enormes. Este va a ser un esfuerzo público privado clave. En el proceso de descentralización, el Ministerio le apuesta a otros diez laboratorios moleculares con la idea de fortalecer esas áreas que tienen menos pruebas ahora.

¿Los privados también están descentralizados?

Correcto. En la parte más rural, hay capacidades desde el punto de vista de antígeno, uno que otro molecular. La mayoría de la capacidad molecular está la capital.

¿Cuándo podrán hacer las 5,000 pruebas al día?

Ese mágico número está basado en la capacidad mínima que debemos tener. Si pudiéramos el día de hoy traer los termocicladores, haber construido los laboratorios pequeños que necesitamos en las áreas y tener a los químicos biólogos que necesitamos, las tendríamos mañana.

Lo que impide que eso pase es el hecho de que tenemos que competir con una serie de países a nivel internacional para comprar esos termocicladores. El Ministerio ha contactado a los proveedores internacionales. Todo lo que conlleva después no puede pasar de un día a otro. Va a pasar en las próximas semanas porque lo queremos hacer bien.

Usted dijo que el promedio del retorno de las muestras pasó de 15 días a entre 2 y 5. ¿Cómo se logró esa mejora?

Con la descentralización. El hospital de Quetzaltenango ha sido fortalecido. Ahí hay varios laboratorios, inclusive privados. Las áreas de salud comienzan a hacer sus propias pruebas de antígeno. La descentralización ya está ocurriendo. Antes, el laboratorio nacional de referencia era el único en que se permitía que se hicieran las pruebas. Rápidamente se saturó y comenzó a haber un retraso. La solución fue usar el antígeno, que nos llevaba a que los hospitales puedan tener un resultado casi inmediato. Y segundo, a levantar la capacidad de otros hospitales. Por supuesto que no es perfecto. Si uno se va a Huehuetenango, el laboratorio más cercano que tienen es Quetzaltenango y puede que todo el proceso dure cinco o siete días.

¿Cómo ha evolucionado la forma de muestrear para las pruebas y cómo ha afectado eso los resultados de positividad?

Ante la mayor cantidad de casos, las personas que se están muestreando son más gente sintomática. Al muestrear gente sintomática, el porcentaje de pruebas positivas es más alto. Pero eso ha pasado en todas las partes del mundo. Todos los países nos hemos dado cuenta de que no podemos hacer pruebas a todos. Es un desperdicio de pruebas cuando estamos tratando de ampliar nuestra capacidad municipios que necesitan esas pruebas. Hay que tener una prioridad. Y en esa prioridad tenemos primero a quienes están llegando hospital con necesidad de hospitalizarse, al personal de salud que puede ser infectado con estos virus, a las personas que llegan con riesgo, y de ahí vamos los sintomáticos y, si tuviéramos suficientes pruebas, debiéramos estar haciendo pruebas para algunas personas que probablemente sospecha que estuvieron con un caso. A pesar de eso, hemos hecho pruebas en brotes. Tenemos que comenzar a acostumbrarnos a ese rastreo de los brotes, que va a ser tan importante.

 

Esas dos estrategias han sido bastante consistentes a lo largo de la pandemia. Quizás la que destaca (y no sé si la han descartado) es esa que siguieron en mercados.

 

Respondía en ese momento a la estrategia de contención. Se pretendía identificar a los positivos y llevarlos a algún lado donde pudiéramos aislarlos del resto de la población. Y fue muy lenta la transición hace pensar que esos casos ya eran comunitarios. Puede revisar mi opinión: Yo pensaba que eran transmisiones comunitarias y por tanto no servía de mucho estar tratando de agarrar a un positivo y llevárselo a otro lugar.

¿Y qué tan rastreados tienen ahora los conglomerados de contagios?

Cuando la epidemia llega a este punto tan alto como el que tenemos en los departamentos, la posibilidad de rastreo se vuelve más problemática.

¿Se atrevería a dar un porcentaje?

Rastreamos aquellos brotes que nos reportan. Si hay un brote en una empresa, en una maquila, en un mercado, en el Congreso de la República, entonces vamos a investigar el brote.

Desde el principio de la pandemia el Gobierno se ha desdicho múltiples veces en torno a las capacidades que estaban creando. Por ejemplo, camas. El presidente habló de 3000 en el Parque de la Industria y a duras penas hoy, si no me equivoco, tenemos una décima parte. ¿Cuántas habrá cuando termine todo lo que pretenden construir?

Según tengo entendido, hay programadas otras 300 camas. En este momento tenemos 1800 camas para COVID10 aproximadamente. El Seguro Social tiene 2200 camas para COVID y hay posibilidades de ampliar más. Pero creo que la estrategia no está en la ampliación hospitalaria. La estrategia está en la atención primaria.

Explíquese.

Otros países con sistemas muy robustos de atención primaria de salud, como Costa Rica, Paraguay, Uruguay, nos han mostrado que, si usted puede detectar estos casos tempranamente, si acerca el diagnóstico a las comunidades y si lo acompaña de un manejo temprano en casa, se puede disminuir la posibilidad de que alguien se complique. Y como no se complica su probabilidad de llegar a los hospitales es menor.

Mientras hemos aumentado tremendamente (y nos ha servido mucho) la cantidad de camas que hemos añadido, es tiempo de comenzar a preocuparnos por la otra parte: disminuir el flujo de pacientes severos hacia los hospitales y manejarlos antes, cuando están comenzando de infectarse o cuando tienen los síntomas iniciales. Eso nos ha funcionado siempre para cualquier infección. Si podemos detectar los tempranos y tratarlos temprano, o por lo menos seguirlos tempranamente, evitamos la complicación.

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Hay algunas personas que están sugiriendo la tasa de utilización de camas como uno de los indicadores para el semáforo. ¿Es este el motivo por el que lo descartan?

No es que lo descartemos. Está entre los indicadores de desescalada. La ocupación de camas de intensivo es parte de acuerdo 146-20. Es uno más, pero estamos tratando de utilizar indicadores muy simples. El problema con el indicador de ocupación de camas es que depende de la dualidad entre el sistema de atención primaria y el sistema de atención hospitalaria. Si usted fortalece su sistema de atención primaria es posible que disminuya la ocupación de camas. ¿Le dice esto que hay menos contagios? No necesariamente. Pero en lo que fortalecemos el sistema, los indicadores que hemos planteado probablemente sean mejores para poder pilotear la pandemia.

¿Qué es lo que le ha funcionado mejor a usted en este tiempo al frente de Coprecovid?

El tener una conversación muy sincera y verdadera con la población y con los diferentes sectores, tener realmente la claridad que tenemos todos un compromiso por sacar al país adelante y que ellos puedan tratar de confiar en que estamos al frente de esto porque realmente creemos que se puede mejorar.

¿Y qué ha fracasado?

Bueno, yo no creo que haya fracasado todavía.

¿Pues en qué va rezagado?

Siempre yo quisiera que las cosas fueran más rápidas, vamos rezagados en que pudiera haber habido planes antes que estamos construyendo en este momento en que la epidemia está en su parte más alta.

¿Qué le ha frustrado más? ¿Qué le ha preocupado más?

Me sigue preocupando mucho la división en el país.

¿A qué se refiere?

Muchos segmentos y grupos de población que todavía no ven esta epidemia como algo de lo que solo vamos a poder salir con una crítica constructiva y con una claridad muy grande de que aquí no importan los sesgos, la religión ni mis posiciones ideológicas, sino que aquí lo que interesa es cómo todos salimos de este virus y podemos manejarlo bien.

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¿A qué se refiere con crítica constructiva?

Para mí es cuando alguien me dice lo que pudiera estar haciendo mejor, pero se ha puesto en los zapatos de la ministra de Salud, en de los médicos que están al frente y en los del comerciante que está sufriendo, en los zapatos del guatemalteco que tiene que trabajar a pesar de que decimos que se quede en casa; y entiende esa perspectiva, hace la crítica, pero también aporta al país.

¿Siente que el Congreso hace eso?

El Congreso tiene su papel y no es suficiente el dar fondos para el combate a la epidemia. Hay un liderazgo muy importante de cada uno de los legisladores, que ser ejercido en tiempos de pandemia.

Si tuviera que hacerse una autocrítica por estos casi dos meses, ¿cuál sería?

Que, a pesar de todo, sigo siendo un optimista.

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¿Eso es autocrítica o es como cuando a uno le preguntan en una entrevista de trabajo cuál es su problema y la respuesta es «perfeccionista»?

¿Qué le digo? El optimismo a veces puede ser un problema.

¿En qué sentido?

Bueno, porque uno no se deja de decepcionar.

Si ve como un problema no dejarse decepcionar es porque cree que tirar la toalla sería lo apropiado.

No, no creo que es lo apropiado. Pero en estas batallas hay momentos muy difíciles, de cuestionamiento de qué tanto podemos realmente unirnos y trabajar en pro del país. Pero soy un firme creyente en este país y en su gente.

¿Cuál ha sido el momento más difícil?

Yo creo que todavía no he tenido un momento más difícil.

¿De los que ha tenido?

[Ríe.] El momento más difícil esta vez fue [piensa17 segundos] haber dejado la familia un rato para venir a luchar con algo de una dimensión muy distinta de lo que pensé.

Un equipo de seis directores

La Coprecovid reunirá cinco directores de área más el director ejecutivo. Todas las contrataciones están aún en trámite. Estos son los nombres de las personas elegidas:

Director Ejecutivo: Dr. Edwin Asturias

Director Jurídico: Licenciado Julio Saavedra

Director Inteligencia Epidemiológica: Dr. José Carlos Monzón

Directora Investigación Aplicada: Dra. Mirella Barrientos

Directora Gestión Intersectorial: Dra. Saskia Bunge.

Dirección Comunicación Estratégica, Gustavo Berganza

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