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Sergio Palencia y la industria de la rebelión

Entre ellos se puede mencionar el rol de los mercaderes de la rebelión, es decir, los activistas que captan y difunden las imágenes de protesta.
Dudo que mi argumento en contra de procesos por genocidio, y a favor de procesos por crímenes de guerra, sea bienvenido por los militares en riesgo de ser enjuiciados.
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Sergio Palencia y la industria de la rebelión

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Por segunda vez en poco tiempo, quisiera agradecer a Sergio Palencia su intenso interés en mi obra. De las más de 20mil palabras que ha publicado en contra de la misma, deduzco tres cosas:

1) No le gusta mi análisis del Ejército Guerrillero de los Pobres. Choqué con los planteamientos del EGP porque, después de entrevistar a bastantes sobrevivientes de su enfrentamiento con el ejército nacional, llegué a la conclusión de que pocos compartían su punto de vista.

2) Palencia me atribuye posiciones que no sostengo. Por ejemplo, pone entre comillas que busco establecer “datos objetivos” para lograr un análisis “científico” de la violencia. Son citaciones falsas porque, como la mayoría de antropólogos socioculturales, no pretendo que mi metodología llegue a ese fin. Cuando Palencia argumenta que veo a la zona ixil como una Shangri-la antes de la violencia, saca mis palabras fuera de contexto e ignora todo un capítulo que trata de la llegada de la economía cafetalera y las luchas agrarias.

3) Palencia nunca habla con la gente. O por lo menos nunca cita a la gente acerca de quien escribe. Hubo una época en la cual, para presentarse como sociólogo, uno tenía que presentar una investigación con la gente de la cual estaba hablando. Al parecer, esta época ya ha pasado. Palencia se limita a analizar los textos, elogiar los que le gustan y denunciar los que no, sin poner a prueba sus planteamientos con lo que dicen las distintas tendencias de la población que está analizando.

Dudo que mi argumento en contra de procesos por genocidio, y a favor de procesos por crímenes de guerra, sea bienvenido por los militares en riesgo de ser enjuiciados. Para no repetir los puntos que ya he fijado, por favor ver mi primera respuesta a Palencia en Albedrio.

Para mí, el problema fundamental de la estrategia guerrillera está ilustrado por el libro de Palencia sobre el Padre Hoyos y Chepito Ixil. Chepito fue un combatiente joven. Si el ejército mató a sus padres y si el EGP se convirtió en su nueva familia, vale la pena recordarlo. No quiero oponerme a la memoria de gentes que dieron sus vidas por sus compañeros.

Sin embargo, veo dos problemas con la versión de Palencia. Primero, brilla por su ausencia cualquier recuerdo de Chepito u Hoyos por los muchos ixiles que pasaron por el EGP. En 150 páginas de largas reflexiones políticas y teológicas, no vi una sola entrevista con tal clase de persona.

Segundo, Chepito ilustra el elemento más infortunado de la estrategia del EGP. Hizo alarde de sus bases sociales entre una población campesina hasta el punto de difundir fotos de niños y mujeres en traje autóctono portando armas. Cuando no se mantiene la distinción entre combatientes y civiles, se hace más difícil cumplir con los convenios de Ginebra y proteger la vida de los civiles. Por ignorar esta diferencia, o por burlarla, un grupo insurgente convierte a la población civil en objetivo militar. Así, los insurgentes pueden contribuir con su cuota de responsabilidad en las matanzas perpetradas por las fuerzas estatales. ¿Es posible que Palencia no esté consciente de éste problema?

Dudo que él tenga alguna intención de convertir a su propia familia, a su institución, la Universidad Landívar, o a cualquier aldea indígena en base social para un nuevo experimento con la lucha armada.

En lugar de ello, su estilo se ajusta a lo que el politólogo Clifford Bob califica como “el mercadeo de la rebelión.” En un estudio comparativo del movimiento zapatista en México, y del movimiento Ogoni en Nigeria, Bob encontró que éstos y sus aliados políticos llegaron a depender financieramente de donantes de afuera. La dependencia en este filantro-capitalismo les enredó en bastantes contradicciones.

Entre ellos se puede mencionar el rol de los mercaderes de la rebelión, es decir, los activistas que captan y difunden las imágenes de protesta. Para servir de intermediarios entre los rebeldes y los donantes, han surgido redes de activistas en las universidades y otros ambientes cosmopolitas. Generalmente son de clase media y alta. Algunos han estado comprometidos con los pobres por muchos años y otros resultan ser puros oportunistas.

Para bien o para mal, tales intermediarios pronto aprenden que, para comunicarse bien con el público internacional y los donantes, es necesario trasmitir versiones sencillas de la realidad. Si admiten todas las divergencias en los movimientos de protesta, pierden su público internacional frente a otras causas que se están mercadeado con más sencillez y fuerza mediática. Pero si las imágenes llegan a distanciarse demasiado de las realidades, pueden tener consecuencias nefastas en la gente que supuestamente es apoyada por la solidaridad internacional.

Por no conocer personalmente a Sergio Palencia, no quiero cuestionar su sinceridad. Sin embargo, si él es universitario, tiene obligación profesional de escuchar otros puntos de vista, incluyendo los de muchos pobladores del altiplano que se sintieron “quemados” por la guerrilla y desde entonces han votado por populistas de derecha.

En el reciente reportaje de Sebastián Escalón sobre la elección municipal en Nebaj se ve la figura de Francisco Raymundo Hernández, cuadro politico del EGP, que se hizo dirigente de las Comunidades de Población en Resistencia y ahora se encuentra en el Partido Patriota. No conozco todos los pasos de Raymundo, no quiero hablar mal del PP, solo lamento que un hombre de tanta capacidad no se encuentre en un partido capaz de representar a toda la población marginada.

¿Dónde está tal partido en el panorama guatemalteco? ¿Es posible que Francisco Raymundo se encuentre en el PP por las actitudes demostradas por la industria guatemalteca de la rebelión? En la obra de Palencia, la falta de intercambio con la gente de Quiché es realmente asombrosa. Ojalá que esta falta de comunicación no sea característica de la izquierda universitaria en éste país.

 

El libro más reciente de David Stoll es El Norte or Bust!: How Migration Fever and Microcredit Produced a Financial Cash in a Latin American Town. 

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