Las reformas constitucionales: una tarea pendiente.

Lo cual no deja de ser paradójico en un país en donde cada cuatro años, los relojes de la historia vuelven al punto de origen, y la sociedad parece que no aprende de sus errores: tan concentrados estamos en señalar supuestos logros o errores del gobernante de turno, que se nos pasa por alto que el mundo continúa su marcha, mientras nosotros seguimos estancados en la eterna noche de la historia.

En mi labor docente, muchas veces he discutido con mis estudiantes al respecto de la forma en que se hacen las cosas en Guatemala, y en numerosas ocasiones hemos descubierto con desosiego, que el reloj de la historia en Guatemala se detuvo en la etapa de la GuerraFría a nivel ideológico, y en la etapa de la inquisición y el oscurantismo a nivel de las ciencias y las artes, como la reciente controversia desatada por el torso desnudo de un hombre en la bienal de Arte Paiz.

Sorprende aún más la poca capacidad analítica de las discusiones en torno a las propuestas de reforma: siete (7) grandes sabios de reconocida trayectoria asesorando al Presidente, y ni siquiera pueden expresar una exposición de motivos para justificar la necesidad de las reformas constitucionales. Si estos eran los grandes sabios… pobre de nosotros.

Pero los críticos no se quedan atrás; dicen algunos que no se debe reformarla Constitución, otros dicen que basta con reformar leyes ordinarias, pero casi ninguno argumenta absolutamente nada concreto de por qué si o por qué no. Los críticos ni siquiera se molestan en fundamentar adecuadamente sus conclusiones, con lo cual suponen que debemos hacer un ejercicio de fe en sus buenas intenciones y sus grandes conocimientos.

¿Saben que es lo más triste? Que aunque las reformas constitucionales no pasen, tarde o temprano se volverá a discutir el tema, porque no se argumentaron de manera adecuada las debilidades o fortalezas dela Constitución.

Los análisis coyunturales sobre las reformas presentadas pasarán, las evaluaciones de los seis meses de gobierno de Otto Pérez igual se olvidarán, pero lo que no va a variar ni ahora ni nunca, será la necesidad de entrar al debate serio sobre el diseño institucional de nuestra democracia y nuestras instituciones, empezando desde la Constitución para abajo.

Con esta institucionalidad del Estado de Guatemala, ni aunque eligiéramos a la Liga de la Justicia y llegara a la Presidencia y a los Ministerios Supermán y sus amigos Superhéroes, ni así se solucionarían los problemas; así de profundo es el problema institucional en el que estamos inmersos.

¿Entenderemos algún día esa dura lección? ¿Algún día vamos a entrar al debate serio, mesurado, sin ideologías ni falsas conclusiones, sobre la reforma institucional que necesita Guatemala?