Cada día cientos de personas se separan de sus seres queridos por razones que van más allá de sus deseos (las causas: guerras, desastres naturales, pobreza). Son las poblaciones obligadas a desplazarse.
Además de lidiar con las causas de la separación, también lo hacen con sus consecuencias, y quizás la que más angustia es no saber qué ha sido del que se fue.
El Comité Internacional de la Cruz Roja tiene varios programas para restablecer contacto entre familiares. Uno de ellos e...
Cada día cientos de personas se separan de sus seres queridos por razones que van más allá de sus deseos (las causas: guerras, desastres naturales, pobreza). Son las poblaciones obligadas a desplazarse.
Además de lidiar con las causas de la separación, también lo hacen con sus consecuencias, y quizás la que más angustia es no saber qué ha sido del que se fue.
El Comité Internacional de la Cruz Roja tiene varios programas para restablecer contacto entre familiares. Uno de ellos está en la frontera de México y Guatemala. Es un puesto de atención al migrante. Ahí ofrecen servicios gratuitos, entre ellos llamadas telefónicas para poner en contacto al viajero con su familia.
Cada día en la frontera de El Carmén (San Marcos) llegan entre uno y dos autobuses procedentes de México. Los pasajeros: migrantes deportados. La mayoría es de origen guatemalteco, otros son de El Salvador y Honduras. También han llegado nicaragüenses y sudamericanos.
Bajan desconcertados, confundidos, de “un viaje” muy diferente de lo que suele ser para la mayoría eso, un viaje.
Entre sus escasas pertenencias guardan números. Números que combinados pasan a ser el código para comunicarse con quien espera sus noticias. La mayoría que bajó de los dos autobuses mexicanos querían comunicarse, tenían semanas de no hacerlo.
La distancia de los cuerpos se acorta cuando la voz sale del auricular. El migrante quiere anunciar que está bien, que le robaron todo el dinero, que lo deportaron, que volverá a casa, que lo volverá a intentar...