Después de analizar a la luz de la historia y de la realidad guatemalteca, finalmente se comprende que muchos de los problemas de nuestra sociedad comienzan con esta concepción excluyente de la nacionalidad, con tantos matices evidentes, que a veces nos pasan desapercibidos. Por ejemplo, ¿cómo comprender que la base de la identidad guatemalteca en el extranjero sea lo “típico”, lo maya, cuando hacia adentro se siguen manteniendo prácticas asimilacionistas, discriminadoras y racistas?
Si no está convencido de lo anterior, analice la “dualidad” de quienes promociona a Guatemala en el extranjero: siempre muestran las “dos” Guatemalas: la Guatemala “útil”, la moderna, próspera y con características occidentales, y la Guatemala “inútil”, la indígena, aquella que solo está destinada a ser vitrina para los extranjeros, pero que hacia adentro se sigue viendo como la parte pobre e ignorante que causa vergüenza y que, por lo tanto, hay que mantenerla pulcra y limpia en las vitrinas turísticas, pero muy discriminada y abandonada en la realidad cotidiana.
Esta exclusión, sin embargo, tiene otros matices menos conocidos. En Estados Unidos recientemente se ha celebrado el Día de Recordación o Memorial Day, tributo que la sociedad les rinde a quienes considera como héroes, a los militares en servicio activo o aquellos que han caído en combate. De hecho, ser militar o miembro de las fuerzas de seguridad es un honor muy valorado en ese país, al punto que muchos chicos aspiran a formar parte de esa élite. En Guatemala, por el contrario, ser militar o miembro de las fuerzas de seguridad significá toda una contradicción: puede ser visto como un gran honor para una pequeña minoría en el país, pero para muchos significa una ignominia, una pesada cruz que hasta ahora despierta animadversión, rechazo y recelo.
De hecho, la desprestigiada “doctrina de la seguridad nacional”, que en Guatemala significa un sinónimo de represión y muerte, es vista en Estados Unidos como una legítima defensa de los más preciados intereses de una de las naciones más ricas y poderosas del planeta.
¿Fue un problema de la “doctrina”? Ahora que lo veo a la luz de otras realidades nacionales, concluyó que no es así: el problema fue que la base de la nacionalidad guatemalteca se construyó de una forma excluyente, autoritaria, profundamente racista y discriminadora, por lo que la aplicación de esa doctrina fue fatídica en el largo plazo.
El punto es que aún hoy en día, la contradicción y la exclusión sigue siendo el signo distintivo de lo “guatemalteco”. Si no, ¿cómo explicamos que tenemos dos premios Nobel y ambos han sido cuestionados ampliamente por diversos sectores de la población? A Miguel Angel Asturias todavía se le acusa de racista, basándose en la tesis de juventud que le sirvió para su graduación universitaria, mientras que Rigoberta Menchú tiene más reconocimiento y prestigio en el extranjero que en su propia casa.
Por supuesto, muchos han reconocido esta falta de identidad como la base de muchos males de nuestra sociedad, pero las “soluciones” planteadas siguen siendo igualmente racistas y discriminadoras: si no, recordemos la fallida campaña “GuateAmala”, que pretendía “vender” frases, ideas e imagenes muy típicas de un segmento universitario, urbano y “aspiracional” —por no llamarlo, “burgués”, como dirían los publicistas— como esencia de lo “guatemalteco”.
Por ello, no es de sorprender que el signo de la división, la descalificación, la desconfianza y la exclusión sea siempre la característica dominante del discurso de todos los actores. ¿Todavía lo duda? Oiga simplemente a los principales candidatos a la Presidencia y lo comprobará con facilidad. De hecho, la principal estrategia en todas las campañas se basa siempre en difamar, insultar, destruir y ridiculizar a los contrarios, pese a que siempre se hacen llamados a evitar estos trucos de las “campañas” negras.
Es increíble que aún hoy sigamos necesitando la refundación de la República sobre bases realistas, equitativas, que permitan que todo ciudadano nacido en ese pequeño pero bello pedazo de suelo llamado Guatemala se sienta identificado, comprendido, incluido y protegido por sus autoridades, por su sociedad, por su comunidad.
Hace muchos años, durante la Revolución Francesa, se divulgaron muchas de las ideas y fórmulas políticas que aún están vigentes en las sociedades más prósperas del mundo. Se sintetizó el ideario de esta gesta política y social en tres sencillas frases, que muy pocos han logrado entender: Igualdad, Libertad y Fraternidad: Igualdad jurídica para los miembros de una sociedad que elimine los abusos de autoridad y las “dinastías” de sangre o de interés; Libertad para todos aquellos miembros de la comunidad reconocidos como “iguales” por el sistema jurídico y Fraternidad como un elemento de reconocimiento de que ante la ley y ante la sociedad, todo miembro de la comunidad merece la misma protección, no importando raza, credo, edad o condición económica. Por esa doctrina, aún hoy, Estados Unidos declara guerras o invade territorios, cuando existen intereses de cualquier norteamericano en peligro.
¿Algún día entendermos la lección? Es la pregunta que siempre me hago. ¿O es que seguiremos empeñados, hasta que sea tarde, en “borrar al enemigo”, al “otro que no es igual a mí”, haciendo interminable los conflictos y la descalificación?
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