Al mejor estilo de La nave de los locos, obra de Sebastián Brant (+1521), en donde se cuenta la historia de un buque lleno de locos que navega hacia el paraíso de los chiflados, tanto países de Primer mundo como de Tercer mundo en América, han sido incapaces de controlar adecuadamente el ingreso de personas sospechosas de haber contraído Ébola, y sobre semejante dislate, han importado casos trasladando a connacionales ya infectados desde Guinea, Liberia y Sierra Leona.
No se trata de dejar morir. Bien por el heroísmo de no dejar en el desamparo a un hermano contagiado. Se trata de prevenir. Y los países que han trasladado a sus pacientes tienen la suficiente capacidad económica para enviar equipo médico y productos tecnológicos para tratar in situ no solo a uno sino a varios pacientes al mismo tiempo. Que es caro ni dudarlo, pero más caro les saldrá y nos saldrá, si el control del virus se les escapa de las manos.
A diferencia de las enfermedades listadas en la entradilla del artículo, la Enfermedad por el virus del Ébola es sumamente letal (tasa de letalidad arriba del 90%), de difícil control en su transmisión por cuanto el contagio puede darse por animales, persona a persona y muy particularmente por fómites. Entre estos se listan: Ropa de hospitales, células de la piel y faneras, e incluso, los mismos aparatos médicos como los estetoscopios, o prendas de uso diario: corbatas y pañuelos. No digamos secreciones y exudados.
Como haya sido y sea, el virus ya está en América. De no tomarse drásticas medidas de control, quienes llevaremos la peor parte seremos los habitantes de los países de Tercer mundo porque, a nadie escapa el conocimiento de las falencias que tenemos en el control de las enfermedades infecciosas. Baste ver a diario cómo: Personal de salud (estudiantes de medicina y enfermería incluidos), personal administrativo, vendedores y visitantes, entran y salen de los hospitales con la misma ropa. Y no pocas veces, —particularmente los estudiantes—, se pasean así vestidos hasta en los centros comerciales por pura presunción.
No existe tratamiento preventivo ni curativo. Hay sí, un suero en experimentación y que, según se dice, está dando buenos resultados. Ah, tristemente, ello está fuera del alcance de nuestras posibilidades económicas.
Al momento de escribir este artículo (05/10/2014. 16:11 hrs.) los muertos sobrepasan el número de 3,440 de 7,492 casos. Es el peor brote de la historia del Ébola y de muchas otras enfermedades infectocontagiosas. Hablamos del fallecimiento de 42% de los contagiados. Y se anuncian más casos de contaminación.
Menuda tarea tiene el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social. El buen seso indica que es el momento menos indicado para estar peleando. Su nuevo titular debe hacer las paces de inmediato con el personal hospitalario, ser vínculo de unión con el personal que trabaja en las áreas preventivas, convocar a Decanos/as y Directores/as de las escuelas de medicina y enfermería que hay en el país y trabajar en un plan preventivo y de mitigación.
Esperemos entonces que no vaya a ser la experiencia la que nos haga reaccionar porque no tenemos personal, tiempo ni dinero para contener un brote epidémico de Ébola en Guatemala.
Quizá, una aportación similar al costo que significó la proclamación como precandidato presidencial del bachiller Sinibaldi, podría ser útil para iniciar la tarea.
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