Al terminar la presentación de los resultados de los dos experimentos que confirmaron independientemente la existencia de la elusiva partícula conocida como bosón de Higgs; el director del CERN, Rolf Heuer, se dirige a la audiencia diciendo: "I think we have it, do you agree?" (“Creo que lo tenemos, ¿están de acuerdo?”).
En ese momento, el recinto ruge en un estruendo de efusivos aplausos. La espera de casi 50 años había llegado a su fin. La hipotética partícula que había sido postulada por Peter Higgs, Robert Brout y François Englert en 1964, había sido vista por primera vez en la historia.
El descubrimiento fue anunciado a los cuatro vientos en medios escritos y redes sociales. El conglomerado de comunicados iba desde los sensacionalistas con títulos erróneos como: "la partícula de dios", aquellos con explicaciones básicas: "el bosón de Higgs es el que le da masa a las otras partículas" y ensayos generales más profundos: “El LHC es una máquina diseñada para sacudir el vacío, las vibraciones del vacío se manifiestan en forma del bosón de Higgs".
El descubrimiento del bosón de Higgs es la conquista de una cima en la cordillera del entendimiento de la Naturaleza, es una gran victoria, pero quedan picos más altos por escalar. ¿Por qué es tan importante este acontecimiento? La curiosidad que mueve a los humanos por saber de qué están hechas las cosas tiene más de dos mil años de antigüedad, empezando con los griegos y siguiendo con pensadores de todas las épocas.
Fue hasta principios del siglo XX que los humanos tuvimos la capacidad científica y la madurez cognoscitiva para desentrañar los secretos de la estructura de la materia. Se encontró evidencia de átomos y luego partículas más elementales: electrón, protón y neutrón.
Los aceleradores de partículas hicieron su aparición sobre la mesa del laboratorio. Colisionar partículas es la única manera conocida de explorar la materia a escalas atómicas. Mientras más energético es el choque (y más grande es el acelerador), la equivalencia entre materia y energía permite la creación de partículas más pesadas, que a la vez también son inestables y se desintegran en millonésimas de millonésimas de segundo. Todas las partículas creadas en los aceleradores se pueden explicar con la teoría llamada Modelo Estándar, en la cual tenemos doce partículas elementales (quarks y leptones) más otras cuatro (bosones de calibre) responsables de las fuerzas que experimentan las anteriores. La última partícula se descubrió en 1995: el quark Top. La que faltaba para completar el modelo era, como el lector imaginará, el bosón de Higgs.
Esa es la razón por la cual el descubrimiento es recibido con tanto alboroto, alegría y satisfacción; porque representa un paso más en el camino del entendimiento de la Naturaleza. Sin embargo el camino se extiende ante nosotros y no sabemos dónde termina, ni siquiera si tiene un final. Todavía hay preguntas que el Modelo Estándar no responde. Por ejemplo, ninguna de sus partículas corresponde a lo que conocemos como materia oscura, la cual conforma 85% del total de la materia en el Universo.
En este día de triunfo para la física, recordemos también que la investigación científica tiene beneficios inesperados. Fue precisamente en el CERN donde surgió la necesidad de transferir y compartir los datos de los experimentos de física de partículas, haciendo que Tim Berners inventara el protocolo "http", la base que sustenta el internet en el presente. Lo que hoy disfrutamos es el devenir de los experimentos del pasado, de esa curiosidad que hará que nuestros días futuros brillen más que los días presentes.
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* Enrique Pazos: Nacido en la Ciudad de Guatemala, obtuvo una licenciatura en física en la USAC y realizó estudios de doctorado en la Universidad de Maryland, EEUU. Actualmente se desempeña como profesor de matemática en la Facultad de Ingeniería de la USAC. Le interesa la física teórica y computacional, la divulgación científica e incentivar el pensamiento crítico.
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